Cuando lo nuevo est¨¢ en el origen
Arist¨®teles protagoniza el tomo de este domingo de la colecci¨®n Biblioteca Descubrir la filosof¨ªa de EL PA?S
Declarar a un autor precursor de otro constituye un anacronismo parecido al de aquella humorada, en circulaci¨®n con motivo de los festejos conmemorativos del quinto centenario de 1492, que les atribu¨ªa a los marineros que se embarcaban con Crist¨®bal Col¨®n, en el momento de despedirse de sus familiares en el Puerto de Santa Mar¨ªa rumbo a las Indias, la frase "?nos vamos a descubrir Am¨¦rica!". Id¨¦ntico anacronismo, en el fondo, al que se?alaba Jorge Luis Borges cuando en su texto sobre Kafka y sus precursores afirmaba aquello de que "cada autor crea sus precursores".
Pues bien, en cierto modo una operaci¨®n similar ha tenido que padecer durante mucho tiempo la figura de Arist¨®teles (384-322 a.C) en relaci¨®n con Santo Tom¨¢s. Para unas cuantas generaciones de estudiantes de filosof¨ªa de este pa¨ªs, el autor de la ?tica a Nic¨®maco era el ilustre precursor del tomismo, con todo la carga de filosof¨ªa autorreferencial, escol¨¢stica, que ello comportaba. El planteamiento resultaba tan falaz, por lo que acabamos de se?alar, como injusto respecto a ambos autores (como podr¨¢n comprobar los lectores de esta serie cuando tengan la oportunidad de consultar el volumen dedicado a la filosof¨ªa medieval).
En realidad, puestos a decirlo todo, no deja de ser curioso que en muchas ocasiones las mismas autoridades educativas (ministeriales y auton¨®micas) que se sirven de esta distorsionada y caricaturesca imagen de la filosof¨ªa como coartada para irla arrumbando en los planes de estudio, babeen acr¨ªticamente ante lo que s¨ª constituye, realmente, la nueva escol¨¢stica. Me refiero a la representada en nuestros tiempos por determinados discursos anal¨ªticos que, revisti¨¦ndose, para justificar una importancia te¨®rica que est¨¢ lejos de ser obvia, con unos ropajes m¨¢s propios del m¨¢rketing que de lo filos¨®fico propiamente dicho (con abundantes referencias a la excelencia, los ¨ªndices de impacto, la competitividad...), encarnan, sin el menor g¨¦nero de dudas, la versi¨®n actualizada de las peores filosof¨ªas medievales, meramente t¨¦cnicas.
Pero si la actitud filos¨®fica escol¨¢stica se puede caracterizar como una repetici¨®n autorreferencial de lo que hay y de c¨®mo se decide el haber mismo, Arist¨®teles no dejar¨ªa de constituir -iron¨ªa de la historia, de la que deber¨ªan aprender nuestros actuales escol¨¢sticos- sin-saberlo un ejemplo insigne de antiescolasticismo, cuando afirma con rotundidad que ¡°el ser se dice de muchas maneras¡±. En realidad, si la figura aristot¨¦lica ha podido resistir tantas interesadas manipulaciones como le ha tocado sufrir ha sido porque la potencia de su pensamiento y el calado de sus propuestas se encuentran en una escala infinitamente superior a la de la mayor¨ªa de sus insignificantes cr¨ªticos. Arist¨®teles es el creador del primer gran sistema filos¨®fico, que ha determinado en gran medida la marcha de la filosof¨ªa y de la ciencia occidentales durante m¨¢s de dos mil a?os. Ninguna otra filosof¨ªa ha tenido una influencia tan profunda y tan prolongada, hasta el punto que el poeta y fil¨®sofo ingl¨¦s Samuel Taylor Coleridge pudo llegar a afirmar que todos los hombres nacen aristot¨¦licos o plat¨®nicos.
Sin embargo, la importancia de Arist¨®teles como fil¨®sofo sistem¨¢tico no agota el valor de su propuesta. En efecto, cabr¨ªa decir, para intentar abarcar el m¨¢ximo de sentido, que la obra aristot¨¦lica contiene, adem¨¢s de las aportaciones propiamente cient¨ªficas, una metaf¨ªsica, una l¨®gica, una ¨¦tica, una est¨¦tica y una filosof¨ªa pol¨ªtica, pero tal vez incluso esa manera de decir dejar¨ªa sin nombrar (o nombrar¨ªa mal) aquello que probablemente constituya el nervio de su pensamiento, la dimensi¨®n pr¨¢ctica, experiencial, de su filosof¨ªa. Y es que tanto como le interes¨® a nuestro fil¨®sofo el conocimiento de lo real y la correcta arquitectura categorial del pensamiento en todas sus esferas, le preocup¨® el devenir de la vida humana, su persistente anhelo de felicidad, su insobornable empe?o por construir un ideal de vida buena, su convencimiento de que deber¨ªamos actuar, en lo referente a nuestra existencia, como arqueros que apuntan al blanco, sin desfallecimientos ni distracciones, esto es, siendo capaces de elaborar nuestro propio plan de vida y de atenernos a ¨¦l. En definitiva, le preocup¨® todo aquello que todav¨ªa hoy nos sigue quitando el sue?o.
Ma?ana, domingo, una nueva entrega de la colecci¨®n Biblioteca descubrir la filosof¨ªa con EL PA?S por 9,95 euros.
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