¡Y las figuras no tienen verg¨¹enza torera
Morante, El Juli, Talavante y Perera carecen de argumentos de peso para no estar en Sevilla
La empresa de la plaza de toros de la Real Maestranza no tiene justificaci¨®n alguna. Probada ha quedado su manifiesta incapacidad para llevar a buen fin la grave crisis que padece la tauromaquia sevillana por segundo a?o consecutivo.
Pero no es menos cierto que no es la ¨²nica culpable de la situaci¨®n creada. Si es verdad que dos no se pelean si uno no quiere, es evidente que la actitud extrema y cerril de las figuras ha impedido la posibilidad de un acuerdo despu¨¦s de que los empresarios Eduardo Canorea y Ram¨®n Valencia se avinieran a pedir disculpas p¨²blicamente, ¡®con el trabajo que cuesta eso¡¯, como lleg¨® a insinuar el segundo en la rueda de prensa de la presentaci¨®n de los carteles.
Ninguno de los cuatro ausentes -Morante, El Juli, Talavante y Perera- tiene razones suficientes para no estar en la Feria de Abril. Sea cual fuere el maltrato recibido por la empresa, una vez que esta pide perd¨®n y exhibe un prop¨®sito de enmienda, embarca la pelota en el tejado de los toreros.
Y cuando parec¨ªa que el arreglo estaba cercano, unos y otros juegan al escondite para dejar tirada a la empresa en el ¨²ltimo momento, y al aficionado con la boca abierta de incredulidad.
Siempre seg¨²n los empresarios, Perera, el m¨¢s expeditivo, argumenta que debido a la gran temporada de 2014, no tiene intenci¨®n de venir a Sevilla en 2015. No es cre¨ªble que dos personas, el torero y Fernando Cepeda, su apoderado, que tienen pinta de inteligentes, hayan pronunciado semejante tonter¨ªa. No es f¨¢cil encontrar argumento m¨¢s peregrino para no anunciarse en Sevilla. Justamente, su gran temporada es lo que le obliga a venir a Sevilla para confirmar que es una verdadera figura. Es preferible creer que Perera tiene alguna raz¨®n oculta antes que conceder cr¨¦dito a un argumento tan carente de sentido.
Pero este ha sido el caso del torero que ha actuado con m¨¢s claridad, urgencia y sinceridad. La actuaci¨®n del resto es de aut¨¦ntica verg¨¹enza, seg¨²n el relato de Ram¨®n Valencia, no desmentido por los toreros.
A Talavante le hacen un ofrecimiento que le parece v¨¢lido a su apoderado. Vuelan a M¨¦xico y quedan en llamar. Y hasta hoy. La empresa de Sevilla se entera por los medios de comunicaci¨®n que el torero no tiene intenci¨®n de hacer el pase¨ªllo en la Maestranza.
Algo parecido ocurri¨® con El Juli. Viaja a Am¨¦rica y no llama en la fecha prevista. Al cabo de los d¨ªas, dice el apoderado que es mejor dejarlo.
Y la historia de Morante es de sainete. El torero y su apoderado se han mofado de la empresa sevillana; le hicieron creer que pod¨ªan contar con ¨¦l hasta en cinco tardes, y, al final, todo era mentira. No se sabe si la historia es el resultado de una extra?a enso?aci¨®n o un cap¨ªtulo m¨¢s de una soterrada estrategia empresarial.
?Menuda panda¡! Los empresarios no valen, pero los toreros no son m¨¢s que unos jovenzuelos petulantes y presuntuosos que no han dudado en faltarle el respeto a un templo del toreo, como es la Maestranza, en beneficio de sus intereses particulares.
Si estos cuatro se?ores tienen lo que hay que tener -es decir, verg¨¹enza torera- deben cantar a los cuatro vientos la verdad de lo ocurrido, con luz y taqu¨ªgrafos, con datos reales sobre el contenido de las negociaciones, sobre lo que cobran o dejan de cobrar, y estar, al mismo tiempo, en la puerta de cuadrillas para ruborizar a los empresarios, si as¨ª lo merecen, engrandecer con su presencia la fiesta de los toros y devolver a los aficionados una parte del fiel compromiso de estos con la pervivencia de la tauromaquia.
Pero, no. En lugar de una actitud de verdadera figura del toreo, de hombres hechos y derechos, prefieren el comportamiento de chavales endiosados, arrogantes y narcisistas, a quienes no parece importarles el grave da?o que causan con su ausencia a la fiesta de los toros.
Se les llama figuras porque en esta sociedad nuestra a cualquiera se le considera maestro, pero no lo son. Se podr¨ªa argumentar que ninguno de ellos es un revolucionario ni posee la fuerza suficiente para echarse la fiesta sobre los hombros y liderarla hacia el futuro; pero hay algo peor: ninguno de ellos ha demostrado todav¨ªa que sea un hombre de los pies a la cabeza. De ser as¨ª, ni la poca entidad de los empresarios, ni los toros -resulta pat¨¦tico y bochornoso que los cuatro toreros pidieran las mismas ganader¨ªas, comerciales y bonancibles-, ni los carteles, ni el dinero ser¨ªan motivo de peso para su ausencia.
A los cuatro se les llena la boca de amor a la fiesta. ?Mentira! El amor a la fiesta se demuestra con la verdad por delante y vestido de luces con la Giralda como testigo. Todo lo dem¨¢s es un cuento chino.
Y que nadie se espante por estas palabras. Los se?ores Morante, Juli, Talavante y Perera son los m¨¢s exigentes con los ganaderos, con los empresarios, con la autoridad, con sus propios compa?eros y con los aficionados. A ellos, qu¨¦ menos, hay que exigirles que se vistan por los pies.
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