Querer y tener
¡°Cuando no se tiene lo que se quiere, habr¨¢ de quererse lo que se tiene¡±, escuchamos casi al final de la obra a la protagonista de La gran duquesa de Gerolstein. Es sin duda la mejor frase del leve libreto de Henri Meilhac y Ludovic Hal¨¦vy, que la tomaron prestada de una carta de Roger de Bussy-Rabutin. Ahora se representa, con buen criterio, en el Teatro de la Zarzuela no en el franc¨¦s original, sino en una adaptaci¨®n en espa?ol y bajo el apelativo de ¡°zarzuela bufa¡±. As¨ª lleg¨® a Madrid en 1868, al Teatro del Circo, pocos meses despu¨¦s de su estreno en el Th¨¦?tre des Vari¨¦t¨¦s de Par¨ªs.
La gran duquesa de Gerolstein
Autor: Jacques Offenbach. Int¨¦rpretes: Nicola Beller Carbone, Andeka Gorrotxategi, Elena de la Merced, Manuel de Diego. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. Director de escena: Pier Luigi Pizzi. Director musical: Crist¨®bal Soler. Teatro de la Zarzuela, 13 de marzo. Hasta el 28 de marzo.
Bussy-Rabutin fue un conde que combati¨® como teniente general en el ej¨¦rcito de Luis XIV, lo que facilita el parentesco con la gran duquesa de Gerolstein, quien nada m¨¢s aparecer en escena proclama sin pudor: ¡°?Ah! ?Que vivan los militares!¡±, trasunto menos revelador de sus ansias que el ¡°Ah! que j¡¯aime les militaires!¡± del original. En la obra de Offenbach hab¨ªa mucho de s¨¢tira del militarismo desbocado de la Francia del Segundo Imperio, pero eso se percibe en muy segundo plano en este montaje ya algo a?ejo de Pier Luigi Pizzi estrenado en Padua en 2004. La estilizaci¨®n de decorados y vestuario caracter¨ªstica del italiano casa mal con el desenfado verbenero con que se expresan y se mueven los personajes, reducidos algunos de ellos a clich¨¦s huecos por reiteraci¨®n excesiva de tics o, en el caso del pr¨ªncipe Pol, amaneramientos. Y en los textos conviven elementos demasiado dispares: el ubicuo ¡°?Caspitina!¡± de Fritz hoy ya no funciona como traslaci¨®n del ¡°Eh b¨¦! Dame!¡± del original y los ¡°ch¨¦vere¡±, deslocalizados, rechinan sin remedio.
Con su m¨²sica sencilla y directa, Offenbach persegu¨ªa ridiculizar y divertir al mismo tiempo a la podrida sociedad que consum¨ªa con avidez sus operetas. Melod¨ªas elementales, frases regulares, m¨ªnimas modulaciones, coros homof¨®nicos: todo tiene que sonar franco y directo como un pu?etazo. Pero no necesariamente trivializado, que es lo que tiende a hacer Crist¨®bal Soler desde el podio con una direcci¨®n poco refinada, ramplona y un tanto pachanguera. De entre sus cantantes destaca, con mucho, la protagonista, Nicola Beller Carbone, que se esfuerza por componer un personaje cre¨ªble y con gran entidad vocal. Tambi¨¦n Elena de la Merced dibuja una Wanda atractiva, mientras que todos los militares y el bar¨®n Grog est¨¢n por lo general sobreactuados y cantados s¨®lo con suficiencia.
Nicola Beller Carbone se esfuerza por componer un personaje cre¨ªble
El pasado oto?o se vio en el Teatro Real La fille du r¨¦giment de Donizetti, otra s¨¢tira de militares y arist¨®cratas protagonizada por una mujer en un mundo de hombres. Es imposible no asociar ahora ambas obras, m¨¢s a¨²n cuando el director de escena de entonces, Laurent Pelly, firm¨® tambi¨¦n en 2004 una espl¨¦ndida puesta en escena de esta Grande-Duchesse de G¨¦rolstein en Grenoble y Par¨ªs. Ahora ha faltado ahondar en el aspecto sociol¨®gico, el que interes¨® a Siegfried Kracauer cuando escribi¨® su estudio sobre Offenbach y el Par¨ªs de su tiempo, espejo y consumidor de sus escarnios. Pizzi y Soler se han decantado por la diversi¨®n pura y dura, haciendo las delicias en el estreno de un p¨²blico de aplauso y risa f¨¢ciles, que lo pas¨® en grande e hizo suya, al parecer, con entusiasmo y sin mayores reparos la m¨¢xima de Bussy-Rabutin.
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