Nueva piel para la vieja ceremonia
Su discograf¨ªa nos ilustra sobre su car¨¢cter: timidez, virtuosismo, silencios
Era un ni?o dickensiano en la Algeciras de la segunda posguerra: estrecheces aliviadas con el punteo de las guitarras en la nocturnidad y alevos¨ªa de los tratos, del negocio apalabrado entre limetas de vino y olor a zotal de los cabar¨¦s. Paco de Luc¨ªa se comi¨® el mundo despu¨¦s de que le dieran un premio especial en el Concurso de Jerez de 1962, donde triunf¨® su hermano Pepe. Antes de incorporarse ambos a la compa?¨ªa de Jos¨¦ Greco, el guitarrista tuvo que sacarse el carnet de artista en la Plaza del Duque de Sevilla, ante la severa mirada de Pepe Pinto y Pastora Pav¨®n: ¡°Ea, Paquito, acompa?a a Angelita G¨®mez¡±. Lo cuenta la bailaora: ¡°Y Paco venga a lloriquear, que no, que no, que yo quiero tocarle a mi hermano¡±. Y acompa?¨® nuevamente a Pepe, con quien ya hab¨ªa fletado los discos de Los chiquitos de Algeciras y se hab¨ªan pateado las fiestas de Madrid, de la mano de su padre, Antonio S¨¢nchez Pecino, aunque ambos adoptar¨ªan el nombre de su madre, Luz¨ªa, la portuguesa.
Una noche adolescente, en Nueva York, Sabicas supo o¨ªrle interpretar las falsetas del Ni?o Ricardo que le transmit¨ªa otro de sus hermanos, Ram¨®n de Algeciras: ¡°Nunca toques falsetas de otros¡±, le recomend¨® el sabio Agust¨ªn Castell¨®, aunque Paco le desobedecer¨ªa al impresionar luego ?mpetu, de Mario Escudero. Y es que pronto llegaron sus grabaciones instrumentales, junto al propio Ram¨®n o a Ricardo Modrego, mientras acompa?aba a Roc¨ªo Jurado, La Paquera, Fosforito o El Lebrijano. Sus primeros discos, desde La fabulosa guitarra... a El duende flamenco... vaticinaban su excelencia como instrumentista y como compositor sin partituras.
En 1967, el amigo y compa?ero de viaje de Antonio Gades con quien rodar¨ªa luego Carmen de Carlos Saura, se acerc¨® por primera vez al jazz, en el Festival de Berl¨ªn y de la mano de Pedro Iturralde. Al a?o siguiente, conoci¨® a Camar¨®n, con quien nos leg¨® nueve discos juveniles, en donde por primera vez el nombre del guitarrista y el del cantaor luc¨ªan el mismo tama?o. Ambos crearon la Canastera y siguieron juntos, a trancas y barrancas, hasta Potro de rabia y miel. M¨¢s tarde, vendr¨ªan la muerte y una calumnia absurda sobre los derechos de autor: ¡°Despu¨¦s de Camar¨®n, se canta mucho mejor ¨Cme confesaba al vencer los 90--. La t¨¦cnica de cantar, ahora, es muy superior a la t¨¦cnica que hab¨ªa antes. Pero Camar¨®n dej¨® un precedente, un nivel. Antes, hab¨ª¨¢ quiz¨¢s m¨¢s variedad, muchos m¨¢s estilos de cante. Cada cantaor ten¨ªa una personalidad, y ahora Camar¨®n ha sido tan fuerte que cualquiera suena a Camar¨®n. Ahora se canta mejor pero hay menos originalidad¡±.
Una rumba titulada Entre dos aguas, metida de rond¨®n en el disco Fuente y caudal, le catapult¨® al estrellato en 1973: ¡°Fue por primera vez una improvisaci¨®n dentro del flamenco, una mayor libertad. Se dice que el flamenco es una m¨²sica libre, pero en realidad tiene unas normas y unos esquemas muy precisos de los cuales es dif¨ªcil salirse¡±, declar¨® a Jos¨¦ Manuel Costa.
Entre bambalinas, su manager, Jes¨²s Quintero le llev¨® al exclusivo Teatro Real en febrero de 1975: ¡°Para mi, no signific¨® demasiado ¨Ccoment¨® en las p¨¢ginas de Cambio 16--; yo ya hab¨ªa tocado en muchos otros sitios equivalentes al real por todo el mundo; para m¨ª fue un sitio m¨¢s donde toqu¨¦. Sin embargo me hizo da?o, me cre¨® una serie de complejos gordos¡±.
En 1976, tras una gira por Inglaterra, el semanario brit¨¢nico Melody Maker, le saludaba como ¡°sucesor natural de los titanes del pasado, Segovia, Sabicas y Montoya¡±. Era, como cantara Leonard Cohen, la nueva piel para una vieja ceremonia, la del flamenco. Sin embargo, su condici¨®n jonda no supuso ning¨²n obst¨¢culo para que revisitara a Manuel de Falla o comenzara a actuar con grandes del jazz como John McLaughlin o Larry Coryell, hasta darle forma a su propio septeto, a partir del disco Solo quiero caminar, de 1981: ¡°Cuando me he ido del flamenco, lo he hecho para aprender otras cosas y poderlas incorporar ¨Cme insist¨ªa--. He salido a buscar, pero sin perder las ra¨ªces¡±.
En septiembre de 1977, en declaraciones a EL PA?S, segu¨ªa mostrando serias dudas respecto a sus incursiones en otros ritmos, como ocurriese con la grabaci¨®n de Elegant Gipsy junto a Al Dimeola o sus conciertos junto a Carlos Santana: ¡°Ellos me llamaron y all¨ª fui. Con Al Di Meola ocurri¨® que apenas ensayamos y aunque ¨¦l qued¨® muy satisfecho del tema que grabamos, yo no. Con Santana un poco igual. Esto me sirve para darme a conocer, est¨¢ claro¡±. Con el guitarrista estadounidense todo termin¨® como el rosario de la aurora, como quiz¨¢ quede sutilmente reflejado en su tema La estiba, pero se herman¨® con Chick Corea y comparti¨® escenario con Wynton Marsalis, con Alejandro Sanz o con Chano Dom¨ªnguez, sin olvidar a su otro compadre, Manolo Sanl¨²car, o a Vicente Amigo.
Desde Almoraima (1976) a su disco p¨®stumo Canci¨®n andaluza (2014), su discograf¨ªa nos ilustra sobre su car¨¢cter, su timidez vencida por el virtuosismo pero tambi¨¦n por los silencios, entre el espect¨¢culo circense de su mano derecha y su profunda reflexi¨®n con la zurda. Con su septeto lleg¨® a Par¨ªs en 1987 y, en ABC, Juan Pedro Qui?onero le formulaba un reproche que quiz¨¢ fuera su eterno tal¨®n de Aquilles: que le hac¨ªa falta un director de escena que asumiera los detalles del montaje y de la luminotecnia de sus espect¨¢culos. Y que ¨¦l mismo afrontara su condici¨®n de mano de hierro que impusiera su ley al resto del grupo, est¨¦ticamente revolucionario. Aquel septeto, en el que militaron sus hermanos Pepe y Ram¨®n con Jorge Pardo, Carles Benavent, Rubem Dantas o bailaores como Manolo Soler o Joaqu¨ªn Grilo, fue disuelto tras diecisiete a?os de ruta. M¨¢s all¨¢ de sus incursiones con Rafael de Utrera, con Juan Manuel Ca?izares y Jos¨¦ Mar¨ªa Bandera, vendr¨ªa una nueva formaci¨®n donde viajaron,entre otros, Ni?o Josele, Alain P¨¦rez, Antonio Serrano, El Pira?a, Duquende, David de Jacoba, Montse Cort¨¦s, La Tana o El Farru. No s¨®lo buscaba su soniquete, sino su compa?¨ªa. Quiz¨¢ la pandilla que le falt¨® a su infancia, cuando la ni?ez era una guitarra con la que ser alg¨²n d¨ªa un hombre de provecho, un eslab¨®n m¨¢s de la cadena flamenca o la hoja de un ¨¢rbol que arrastra el r¨ªo de la vida.
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