?Pero qu¨¦ bien empieza esto!
¡°El calor es el mejor aliado de la literatura¡± me espeta con sonrisa socarrona uno de los organizadores.
Salgo de la boca del metro de Retiro como el conejo que sale de la chistera de un mago: con pavor de encontrarme inusitadamente con tanta gente desconocida. Una charanga improvisada pone banda sonora a este desembarco en el territorio de las letras. Me decepciono al comprobar que no es por la inauguraci¨®n de la feria sino por un hombre que deja de ser soltero.
Llego al primer kiosco y le pregunto al caballero que lo regenta si conoce por d¨®nde se va a La Feria del Libro. Abandona moment¨¢neamente la lectura de El ¨²ltimo templario en la que estaba absorto, asoma sus ojos peque?os por encima de las lentes y me responde contundentemente: ¡°No¡±. Sigo caminando y conf¨ªo en que mi olfato literario me guiar¨¢. ?nicamente he de buscar el caracter¨ªstico aroma de libro nuevo.
¡°El calor es el mejor aliado de la literatura¡± me espeta con sonrisa socarrona uno de los organizadores. Me imagino que detr¨¢s de las casetas, alguien est¨¢ realizando conjuros m¨¢gicos para que la lluvia no aparezca en los pr¨®ximos 15 d¨ªas.
Percibo que los primeros visitantes de la feria no son aquellos que compran libros habitualmente: hay runners del Retiro luciendo pectorales, excursiones de ni?os y j¨®venes que saltan de una caseta a otra como si cambiaran de canal de televisi¨®n y adorables ancianos practicando yoga en mitad de la avenida. ?D¨®nde se han metido los lectores?
Descubro que todos se aglutinan alrededor de la Reina Sof¨ªa que ha inaugurado oficialmente la feria. Me refugio del calor pidiendo un agua en otro kiosco cercano. Le pregunto a la persona que me atiende que si le gusta leer: ¡°lo que m¨¢s me gustan son las historias de amor con muchos di¨¢logos pero nunca me acuerdo del nombre de los escritores¡±, me confiesa. Rondar¨¢ los 60, se llama Mar¨ªa y lleva 15 a?os metida en este cub¨ªculo que es su negocio: ¡°cuando llega la feria es como si la casa se llenara de gente, hay ni?os, famosos, gente importante; cuando se acaba, todo es m¨¢s triste¡±.
Me despido de Mar¨ªa y le digo que hoy nos veremos de nuevo. Sigo caminando y descubro que en la caseta 201 est¨¢ firmando una mujer menuda a la que he admirado desde que conoc¨ª su emocionante trabajo. Es la primat¨®loga Jane Goodall que firma su libro 55 a?os en Gombe. Hago turno en una cola de apenas cuatro personas. No s¨¦ qu¨¦ variante del idioma ingl¨¦s saldr¨¢ de mi boca nerviosa. Veo de cerca su pelo blanqu¨ªsimo, sus ojos azules y arrugados que han visto tanto mundo que jam¨¢s seremos capaces de abarcar. ?nicamente acierto a pronunciar unas palabras que espero hayan sonado a admiraci¨®n. Ella sonr¨ªe, me da la mano y se despide. Una jovencita que est¨¢ a mi lado pregunta de golpe: ¡°?Al final, se?ora Goodall, los seres humanos no nos diferenciamos tanto de los monos, verdad?¡±. Mientras me alejo, escucho su respuesta: ¡°Los chimpanc¨¦s tienen cosquillas y pueden participar en guerras. Lo ¨²nico que no necesitan es nuestro dinero¡±.
?Pero qu¨¦ bien empieza esto!
Mar¨ªa Jes¨²s Espinosa de los Monteros es Subdirectora de elextrarradio.com
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