?C¨®mo ser¨ªa un mundo sin libros?
Fil¨®sofos, escritores, editores y m¨²sicos recuerdan por qu¨¦ son importantes los libros y qu¨¦ ser¨ªa de la vida sin ellos
?C¨®mo ser¨ªa un mundo sin libros? Es verdad que sin ellos se puede vivir dignamente, admite el fil¨®sofo Jos¨¦ Luis Pardo, y recuerda que se ha ¡°se ha hecho as¨ª durante muchos a?os, y todav¨ªa hoy millones de personas en el mundo lo intentan todos los d¨ªas. Pero para nosotros, los que vivimos en esta parte del mundo llamada Europa en este momento de la historia, resultar¨ªa sencillamente imposible imaginar siquiera un mundo sin libros en el que mereciera la pena vivir. Sin libros, todas las palabras de nuestra lengua perder¨ªan inmediatamente una parte sustancial de su significado, de su riqueza, de su peso y de su sensibilidad¡±.
Una idea compartida por millones de lectores en todo el planeta y por millares de personas estos ¨²ltimos diez d¨ªas a su paso por el Paseo de Coches del Parque del Retiro para visitar la Feria del Libro de Madrid. Una cita que en su ecuador, termina este 14, deja optimismo en sus expositores en cuanto a ventas. Y esos mismos compradores-lectores no se han sentido solos en esa idea de un mundo sin libros, cuando en cada uno de estos d¨ªas a las doce, desde que se inaugur¨® este evento cultural, la megafon¨ªa de la feria ha dejado escuchar en directo la voz de un fil¨®sofo, un escritor, un editor o un director de orquesta para recordar la importancia de la creaci¨®n escrita.
El primero fue Jos¨¦ Luis Pardo. El significado de las cosas, la percepci¨®n del mundo y de la vida no ser¨ªa la misma porque los libros han ayudado a su conformaci¨®n, han contribuido a moldearla. Conceptos como amor, tristeza, felicidad, dolor, triunfo, sue?o, deseo, odio, trabajo o aventura no ser¨ªan lo mismo sin ellos. En palabras de Pardo: ¡°?C¨®mo podr¨ªamos siquiera reconocer lo que nos pasa si los libros no nos ense?asen su nombre, si no nos ense?asen a deletrearlo, a sentirlo, a extra?arlo, a huir de ello o a perseguirlo? ?C¨®mo habr¨ªamos podido, sin los libros, aprender que en la vida no todo es aprovechamiento ni ensimismamiento, c¨®mo habr¨ªamos llegado, sin los libros, a complicarnos la vida, a buscar m¨¢s all¨¢ de lo inmediato, a ponernos en el lugar del otro, de cualquier otro?¡±.
?C¨®mo podr¨ªamos siquiera reconocer lo que nos pasa si los libros no nos ense?asen su nombre, si no nos ense?asen a deletrearlo, a sentirlo, a extra?arlo, a huir de ello o a perseguirlo?
Cada obra es un mundo, y ensancha el de quien la lee. Almudena Grandes reconoce que ha aprendido muchas m¨¢s cosas en los libros que en la vida: ¡°Y he sido feliz, desgraciada, y me he re¨ªdo, y he llorado, y me he asustado, y me he emocionado, y me he enamorado, y me he desenamorado muchas veces m¨¢s, porque los libros viven, laten, palpitan con su propio coraz¨®n¡±. Y admite que ¡°tal vez ser¨ªa capaz de llegar a ser feliz trabajando en otra cosa¡±, pero, sin duda, para ella, ¡°vivir sin leer ya no ser¨ªa vivir, sino un suced¨¢neo insoportable de la vida¡±.
Gracias a ellos no nos sentimos solos. Eso cree Xavier G¨¹ell, director de orquesta y escritor. Asegura que la lectura ¡°es el gran motor de la vida no s¨®lo porque nos inspira y nos revela el sorprendente significado de nuestra existencia, sino porque nos ense?a a compartir; a salir de nosotros mismos para penetrar en otros mundos que acabamos reconociendo como propios. Y por fin comprendemos que el pulso desenfrenado de la alegr¨ªa y el dolor, de la duda y la certeza, de la realidad y los sue?os que yace en la literatura es en definitiva el espejo perfecto donde inevitablemente nos reflejamos. Flaubert ten¨ªa raz¨®n al decir: 'Lee para vivir'. Sab¨ªa bien que la palabra escrita se funde en nuestro interior y nos da la energ¨ªa necesaria para afrontar mejor el dif¨ªcil reto de nuestras vidas¡±.
Sin libros ser¨ªa el fin de ese amigo y esa compa?¨ªa anhelada y mentada por todos, seg¨²n Milagros del Corral, escritora y exdirectora de la Biblioteca Nacional. El libro, dice, es un maestro que no la abandona, siempre dispuesto, confiesa, ¡°a tomar mi mano para seducirme, emocionarme, para invitarme a recorrer mundos ignotos, a vivir otras vidas, a gozar y sentir, a re¨ªr y llorar, a aprobar y criticar, a pensar y a crecer¡ ?qu¨¦ mejor maestro de la vida?¡±. Y aunque suena a lugar com¨²n, ¡°es el mejor amigo¡±, ¡°ese que, sin pudor, se abre en canal a mis ojos ansiosos, para darme todo sin pedirme nada. S¨®lo el tiempo evitando que lo pierda, s¨®lo algo de silencio para librarme de tanto ruido in¨²til que nos acosa por todas partes¡±.
Hay muchas clases de pobreza, pero la miseria de un mundo sin libros har¨ªa de nosotros, de pronto, unos completos desdichados. Pero para que los libros nos libren de esa pobreza, para que los libros sean verdaderamente libros, han de tener lectores
Lluvia, refugio, salvavidas, casa, amigo, felicidad y muchas cosas m¨¢s son los libros de los que siempre se espera casi todo. ?Pero y qu¨¦ quieren o esperan los libros de nosotros? Es lo que se pregunta el editor Constantino B¨¦rtolo. Y se contesta: ¡°Damos por supuesto que todos quieren lo mismo: ser le¨ªdos desde la primera a la ¨²ltima p¨¢gina. Pero quiz¨¢s detr¨¢s de ese deseo tan com¨²n se esconden deseos m¨¢s particulares. Porque cada libro es un mundo. Algunos, por ejemplo, quieren ser le¨ªdos en el silencio de las noches y con luz artificial, mientras que otros prefieren ser asaltados en playas al borde del mar, con el rumor de las olas trotando bajo la luz del sol. Otros simplemente quieren ser comprados porque su ¨²nico deseo es llegar a ser famosos para salir en la lista de libros m¨¢s vendidos. Son esos libros que se abren sitio a codazos, a golpe de marketing y publicidad y buscan desesperadamente ser mont¨®n y ocupar las primeras filas de los escaparates¡±.
Aunque no todos tienen vocaci¨®n de estrella. Seg¨²n B¨¦rtolo ¡°tambi¨¦n existen libros que disfrutan viendo c¨®mo los lectores y lectoras los descubren y llegan hasta ellos porque unos y otras comentan sus bondades a otras y unos alabando sus historias y palabras¡±.
Como dijera Jos¨¦ Luis Pardo, al inaugurar este recorrido, ¡°hay muchas clases de pobreza, pero la miseria de un mundo sin libros har¨ªa de nosotros, de pronto, unos completos desdichados. Pero para que los libros nos libren de esa pobreza, para que los libros sean verdaderamente libros, han de tener lectores. Adelante, pues. No sabemos cu¨¢nto durar¨¢n los libros. Pero sabemos que nosotros no duraremos siempre, y a¨²n estamos a tiempo de aprender algo¡±.
Y por eso mismo, en el juego de la literatura, revolotea la pregunta que va a cada uno de ustedes: ?C¨®mo ser¨ªa un mundo sin libros?
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