Las legiones sufren una barbaridad en el bosque
En Teutoburgo, en la actual Baja Sajonia alemana, las tribus germanas frenan con hierro la expansi¨®n de Roma y aniquilan tres legiones gracias a una emboscada perfecta
Cuando estoy muy mal y todo se desmorona alrededor cojo mi espada y me voy al bosque. La espada es una r¨¦plica perfecta de un gladio romano, el arma b¨¢sica del legionario. Me la regal¨® Daniel Fern¨¢ndez, el editor de Edhasa, que no en balde publica a Lindsey Davis y a Simon Scarrow entre otros autores de novelas sobre la antigua Roma. Es una herramienta mortal, pensada para acuchillar m¨¢s que para dar tajos. La extraigo de su vaina de cuero te?ido de rojo y la sopeso en la mano notando en la palma los relieves del mango de hueso. Apuntando la hoja hacia los ¨¢rboles y los arbustos y girando sobre m¨ª mismo trato de imaginar c¨®mo se sent¨ªan los soldados de Varo en el bosque de Teutoburgo, rodeados por los germanos que se aprestaban a matarlos con sus largas fr¨¢meas.
Teutoburgo: una de las grandes derrotas de Roma, tres legiones aniquiladas (XVII, XVIII y XIX) junto con sus tropas auxiliares (20.000 efectivos), las ¨¢guilas ¡ªlos sagrados estandartes¡ª perdidos, el emperador Augusto golpe¨¢ndose la cabeza contra los muros de palacio gritando como un poseso: ¡°Quintili Vare, legiones redde!¡± (¡°Quintilio Varo, devu¨¦lveme mis legiones¡±), una reclamaci¨®n injusta pues lo m¨¢s que pudo devolver el comandante fue su propia cabeza enviada a Roma por Maraboduus, rey de los marcomanos, al que se la hab¨ªa regalado el vencedor de la batalla, el querusco Arminio, y que no deb¨ªa saber muy bien d¨®nde ponerla.
Anacronismo
?En un anacronismo impropio ¡ªpues son de 170 a?os despu¨¦s¡ª, mientras las sombras se ciernen y vuelan como venablos los chotacabras, recito armado en el bosque las frases del general M¨¢ximo D¨¦cimo Meridio, de Gladiator, comandante de los ej¨¦rcitos del norte: ¡°Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad, ¡°No nos ocurre nada que no estemos preparados para soportar¡±, ¡°Fuerza y honor¡±. Todo eso no soluciona los problemas, pero los relativiza, un poco, porque por mal que te vayan las cosas, peor les fueron a los legionarios de Varo.
El inolvidable arranque de Gladiator, junto con algunas escenas iniciales tambi¨¦n de La ca¨ªda del imperio romano, son lo mejor que tenemos para visualizar la lucha de Roma contra los b¨¢rbaros germanos. En ambos casos se trata de la guerras marcomanas de Marco Aurelio y no la que nos ocupa, muy anterior como he se?alado, pero es que curiosamente no existe a¨²n un filme memorable sobre la batalla de Teutoburgo. Esas im¨¢genes de los germanos aullantes emergiendo de los bosques y lanz¨¢ndose salvajemente sobre el orden de las cohortes a fin de desbaratarlas a base de fuerza bruta tienen una fuerte carga psicol¨®gica. Para los hombres de Varo fueron mucho m¨¢s: la ¨²ltima visi¨®n antes de perecer. Eso los que tuvieron suerte. A los prisioneros, excepto algunos vendidos como esclavos, se los sacrific¨® de maneras atroces a los dioses germanos como Donar, que para eso eran poco sutiles. Las fuentes nos dicen que a algunos se los quem¨® vivos en cestas o hirvi¨® en potes. T¨¢cito menciona los altares en los bosques, ¡°tristes lugares de aspecto y memoria siniestros¡±, donde se inmol¨® a los tribunos y centuriones, y que hab¨ªa cabezas clavadas en el tronco de los ¨¢rboles.
Como sucede con todas las grandes batallas, la de Teutoburgo (en Kalkriese, Baja Sajonia) no es sencilla de explicar en toda su extensi¨®n. Una versi¨®n la presenta como una r¨¢pida masacre, con las legiones desarticuladas al llevarlas a un terreno donde no pod¨ªan desplegarse efectivamente y los romanos convertidos en una masa desordenada y aterrada mientras los germanos los aniquilaban en una gran emboscada. Otra, m¨¢s acorde con lo que debi¨® pasar, nos ofrece una destrucci¨®n progresiva del ej¨¦rcito, una columna de 15 kil¨®metros, a lo largo de cuatro d¨ªas en los que las legiones iban desangr¨¢ndose y desintegr¨¢ndose en peque?as unidades, dejando atr¨¢s el bagaje y los heridos, culminando el 11 de septiembre (?hay que ver cuantas cosas pasan esa fecha!) en una degollina final.
Desastre
Ambas versiones coinciden en que el desastre fue total y fruto de la brillante (y artera) mente de Arminio, noble querusco que hab¨ªa sido educado en Roma y a la saz¨®n mandaba la caballer¨ªa auxiliar de Varo mientras preparaba la trampa. El supuesto amigo germano planific¨® desde dentro la destrucci¨®n de las legiones: sab¨ªa c¨®mo reaccionar¨ªan los romanos, en cada momento, los ceg¨® al encargarse ¨¦l mismo de las tareas de reconocimiento del terreno y logr¨® que las tribus lucharan disciplinada y homog¨¦neamente, ateni¨¦ndose a la estrategia dise?ada. Arminio cambi¨® la ruta de Varo ¡ªde regreso a sus cuarteles de invierno tras la campa?a de verano por el Barbaricum que consist¨ªa b¨¢sicamente en un imperial marcar paquete¡ª inventando una peque?a revuelta que el comandante romano decidi¨® sofocar. Atrajo as¨ª a las legiones a parajes donde quedaban imposibilitadas de marchar ordenadamente y maniobrar y las fue castigando concienzudamente con ataques que las iban diezmando en un verdadero v¨ªa crucis sembrado de cad¨¢veres, miembros cortados y v¨ªsceras desparramadas. Adem¨¢s llov¨ªa.
En un punto de la extensa geograf¨ªa de la batalla ¡ªla Killing zone, como la llama gr¨¢ficamente Peter S. Wells en The battle that stopped Rome¡ª, donde el paso se volv¨ªa estrecho entre las monta?as y los pantanos, hizo levantar un terrapl¨¦n, un cuello de botella artificial, para encajonar a¨²n m¨¢s a los legionarios y hostigarlos desde lo alto. La lucha en ese sector fue uno de los puntos culminantes de la batalla.
Varo, un hombre antip¨¢tico que sol¨ªa crucificar a los rebeldes, no estuvo a la altura; del reto hizo o¨ªdos sordos a los indicios de traici¨®n. A media batalla decidi¨® matarse arroj¨¢ndose sobre su espada como hab¨ªan hecho su padre y su abuelo (hay que ver c¨®mo pesa la familia). Veleyo Pat¨¦rculo lo juzga sumariamente: ¡°Tuvo m¨¢s coraje para morir que para la lucha¡±. Los legionarios lo incineraron a medias ¡ªno estaba el ambiente para sutilezas¡ª y lo enterraron, pero luego Arminio lo hizo desenterrar y decapitar.
Alemania hubiera sido muy distinta
Teutoburgo no fue el peor desastre de las legiones -compiten en esa categor¨ªa Cannas, Carras y Adrian¨®polis (todas dignas de esta serie), pero fue la batalla que detuvo a Roma en el Rhin e impidi¨® la incorporaci¨®n plena de Germania al mundo romano. Tras el desastre de Varo y las turbulencias que le siguieron, los romanos abandonaron los planes de llevar su frontera noreste hasta el Elba y convertirlo en el l¨ªmite de su civilizaci¨®n creando la provincia de Germania Magna. Resultaba demasiado costoso. Y eran otros tiempos: Hispania tambi¨¦n hab¨ªa sido dif¨ªcil de conquistar, con muchas guerras y re vueltas, pero la Rep¨²blica alentaba m¨¢s la pugna de los c¨®nsules -un cargo provisional- por conseguir nuevas provincias que la nueva formulaci¨®n imperial unipersonal de Augusto y sus omn¨ªmodos sucesores. En todo caso lo m¨¢s relevante es que de no haber sido por Arminio y su victoria en el bosque de Teutoburgo -convertidos ambos en iconos nacionalistas con un eco siniestro en la ¨¦poca nazi-, los alemanes seguramente hablar¨ªan hoy un idioma latino y quiz¨¢ su cultura no hubiera dado un Kant, un Bach, un Goethe, pero tampoco un Bismarck ni un Hitler. Ni una Merkel. Una Alemania romanizada dif¨ªcilmente hubiera desatado dos guerras mundiales y el Holocausto y sin duda entender¨ªa mucho mejor a los griegos.
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