El espa?ol y el ingl¨¦s como lenguas period¨ªsticas (y II)
El ingl¨¦s tiene unas facultades de concisi¨®n y globalidad expresiva que lo hacen indicado
Es un lugar com¨²n que el ingl¨¦s es la lengua period¨ªstica por excelencia, y por esta vez el t¨®pico responde a la realidad, lo que puede explicar que los aut¨¦nticos inventores del periodismo sean los pueblos anglosajones. El ingl¨¦s tiene unas facultades de concisi¨®n y globalidad expresiva que lo hacen especialmente indicado para ello, como corresponde a la expansi¨®n imperial m¨¢s grande que el mundo ha conocido. Y es muy cierto que, por ejemplo, un p¨¢rrafo de una treintena de palabras acarrear¨¢ en ingl¨¦s m¨¢s contenido, m¨¢s informaci¨®n que su equivalente en espa?ol. Recuerdo que uno de mis profesores de ingl¨¦s me dec¨ªa que con un surtido suficiente de adverbios y el verbo to get se pod¨ªa manejar un n¨²mero casi inagotable de situaciones. Pero, no hay que desesperar, el castellano o espa?ol, sin¨®nimos totales como en su d¨ªa estableci¨® la Academia, est¨¢ bien dotado para competir.
Nietzche dijo, en palabras que cito de memoria, que los espa?oles eran un pueblo que en una ¨¦poca de su historia enloqueci¨® y ¡°lo quiso todo¡±. Se refer¨ªa, naturalmente, al imperio ¡ªsiglos XVI y XVII, con la monarchia christiana de Carlos V y Felipe II¡ª que conllevaba la inusitada pretensi¨®n de que el castellano era el idioma ¡°para hablar con Dios¡±. A los alemanes se les relegaba a la nada venturosa tarea de ¡°hablar con los caballos¡±, y el ingl¨¦s era la lengua de los mercaderes. Todo ello tiene que ver con Roma, el catolicismo y sus aspiraciones de inaugurar un mundo y abrazar la totalidad de las cosas ¡ªlo que, sin duda, tambi¨¦n hace el ingl¨¦s, pero con un enfoque diferente¡ª. Aunque ya anticipo que se est¨¢ produciendo en los ¨²ltimos a?os una convergencia entre los dos modelos. El espa?ol ha aspirado a todo secularmente, pero siempre reservando el derecho de admisi¨®n; el espa?ol ha querido explicarlo todo, pero desde s¨ª mismo, animado de una fuerte tendencia excluyente. El ingl¨¦s, por el contrario, no temiendo al mestizaje, ha sido fort¨ªsimamente incluyente. Todo lo que circula por ah¨ª y haya alguna vez sido citado por un autor m¨¢s o menos preclaro de su lengua, tiene cabida en el diccionario de Oxford. As¨ª es como hay registradas unas 400.000 voces en el acervo brit¨¢nico, mientras que el diccionario de la academia espa?ola se conforma con 88.000, a las que, en todo caso, se podr¨ªa sumar la recepci¨®n de americanismos, pero la cifra aun entonces, solo por encima de los 100.000 vocablos, quedar¨ªa muy lejos de sus pares ingleses. Estos enfoques tan diferentes tienen por fuerza consecuencias. La inmensa mayor parte de la lengua brit¨¢nica permanece encerrada en los diccionarios y es cordialmente desconocida no solo por los hablantes, sino en muchos casos por los que escriben. ?Qui¨¦n dice y, hasta escribe, pusilanimity, avaricious o el precioso tantamount, ¡°tanto monta, monta tanto¡±, de los Reyes Cat¨®licos? Es cierto que solo una peque?a parte de los vocablos reconocidos como parte del espa?ol ¡ªalgunos miles¡ª forma parte del uso incluso de las personas cultas, pero esa capacidad de exclusi¨®n del espa?ol hace que el contenido de la lengua tenga un car¨¢cter mucho m¨¢s castizo que el pandem¨®nium ingl¨¦s. Pero, como dec¨ªa, vivimos un proceso de convergencia ling¨¹¨ªstica, de forma que el espa?ol se ha estado moviendo de lo normativo, y muy estricto ¡ªlas cosas est¨¢n bien o mal, sin t¨¦rmino medio¡ª, a lo descriptivo, es decir, hacia lo que impone el uso, que es lo propio de la lengua inglesa. El espa?ol, como otras lenguas latinas tiene un organismo rector, aunque obligue cada vez menos, mientras que para el ingl¨¦s lo m¨¢s parecido a la academia fueron en su d¨ªa la BBC o, el Times de Londres.
La operaci¨®n de ampliaci¨®n de existencias del espa?ol, sostengo que tiene mucho que ver con Am¨¦rica Latina, y no solo para dar cabida a los t¨¦rminos que naturalmente acu?a una naturaleza y una antropolog¨ªa diferentes, lo que era tan urgente como necesario, sino para abrirse a una realidad que se muestra terriblemente influida por el ingl¨¦s. Y en esta nueva y un poco ins¨®lita permisividad figura el recelo ante lo que en su tiempo pudo calificarse de ¡°imperialismo lingu¨ªstico¡± espa?ol, el ¡°ordeno y mando¡± de la Academia. Ante todo ello, hay quien puede opinar que en ese viaje se ha ido bastante lejos, y pienso que puede caber alguna prevenci¨®n.
El ingl¨¦s, una lengua excepcionalmente rica, ha hecho, sin embargo, mucho da?o al periodismo en espa?ol embarc¨¢ndole en operaciones que no le corresponden, verbigracia algo a lo que llaman el ¡°lead retardado¡±, que tiene mucho m¨¢s de retardado que de lead. Concebido en sus debidas dimensiones, es decir, informando hasta llegar a esa eclosi¨®n final, es muy efectivo, pero por estos pagos se limita a iniciar el discurso por la cola, anteponiendo a la noticia todo tipo de mini-pr¨®logos o irrelevancias que no hacen sino demorar el conocimiento de lo que de verdad importa. Y junto a ese escribir ¡°del rev¨¦s¡± hay otra devastadora pr¨¢ctica como es la del p¨¢rrafo corto, que si en ingl¨¦s puede tener sentido es porque con menos palabras dice m¨¢s, y sobre todo porque en espa?ol los p¨¢rrafos deben tener la extensi¨®n de lo que cuentan. Los p¨¢rrafos no son ni cortos ni largos, sino adecuados, lo que no significa que debamos apuntarnos al parrafeo desmesurado. Y la respuesta a tanta infecci¨®n innecesaria es ese ant¨ªdoto del sujeto-verbo-predicado que nunca nos deja mal. Pero el ¡°lead retardado¡± y el p¨¢rrafo corto o largo, sucesivo o salteado, son perfectamente practicables a condici¨®n de que informemos de manera relevante hasta llegar a ese lead de cierre. ¡°Aterido de fr¨ªo (o sofocado de calor), extrayendo hasta el ¨²ltimo ¨¢tomo de esfuerzo, a la vista ya de las altas cumbres, Nairo Quintana¡¡±
El periodismo no est¨¢ concebido para salvar a la Humanidad, y ni siquiera para eso tan socorrido que se llama la b¨²squeda de la verdad, sino para algo m¨¢s modesto, pero tan o m¨¢s dif¨ªcil, como es tratar de desentra?ar por medio de la palabra escrita, m¨¢s todo lo que aporta la panoplia digital, ¡°por qu¨¦ pasan las cosas que pasan¡±. Si esa es la b¨²squeda de la verdad, por m¨ª vale, aunque no sea la raz¨®n primera de la existencia de la profesi¨®n. El periodismo que practic¨® Gabo, el de las historias y sus protagonistas, es hoy m¨¢s factible que nunca; pero m¨¢s que para hablar con Dios, para interpelar al g¨¦nero humano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.