Delicada jondura
El piano de Dorantes y el cante de Marina Heredia enloquecen al p¨²blico en el ecuador de Flamenco on Fire
La gente sal¨ªa conmovida, hablaba sin parar de lo que acababa de ver, cantaba, se felicitaba por haber estado all¨ª y en aquel momento.
-"?Acaso se refiere usted a la Maestranza de Sevilla y a una tarde gloriosa de Curro?". Nada de eso, se?or, hablo de Pamplona y de la noche del 26 de agosto, entre las 9 y las 11 de la noche aproximadamente.
-"?Pamplona? ?Pues no hab¨ªan acabado ya los sanfermines?" S¨ª, los sanfermines acabaron ya hace tiempo, y por la calle de la Estafeta s¨®lo pasean, tranquilamente, personas que buscan un buen pincho o que van a comprar algo en las mercer¨ªas y cuchiller¨ªas de la zona.
Lo que ocurri¨® en Pamplona es que, en el ecuador de la segunda edici¨®n de Flamenco on Fire actuaban el pianista David Pe?a Dorantes y la cantaora Marina Heredia.
Y como dir¨ªa un artista contempor¨¢neo: aquello era otro concepto. No es que el flamenco mal arropado o un poco a la pata la llana que suele verse por esos festivales y potajes sea malo, no, a veces lo cutre es tambi¨¦n lo bueno, el?quej¨ªo aut¨¦ntico y todo eso. Pero cuando uno ve estos espect¨¢culos tan bien dise?ados, tan delicados de principio a fin, exclama como el fil¨®sofo del arte ante la obra 'conceptual': ?Esto es otra cosa!.
El concepto, por seguir con categor¨ªas art¨ªsticas contempor¨¢neas, ya que de arte hablamos, es de c¨¢mara. De hecho, el concierto se dio en la sala de c¨¢mara del auditorio Baluarte de la capital Navarra, eso s¨ª, repleto de un p¨²blico que puesto en pie oblig¨® a las propinas a los artistas de la noche. Y que sali¨® enloquecido y feliz.
Un detalle. Los cantaores y cantaoras suelen salir al escenario con la espantosa botella de pl¨¢stico de agua mineral, que van bebiendo directamente de ella entr¨¦ cante y cante. Marina Heredia la sorb¨ªa de una copa roja. La artista granadina cantaba de pie, vestida casi m¨¢s como una soprano que como una gitana canastera. Los coros y palmas de Anabel Rivera y Jara Heredia, a un lado, tambi¨¦n de pie, y al otro, la excelente percusi¨®n de Javier Ruibal.
Y en el centro, Dorantes atacaba las teclas del piano como un pianista cl¨¢sico (al fin y al cabo, su formaci¨®n musical cl¨¢sica junto a las honduras flamencas mamadas en el seno de una familia ejemplar en la preocupaci¨®n por la cultura y la formaci¨®n, le permiten cualquier registro), pero robando al piano sonidos llenos de melismas y flamencura, a veces de ternura y delicadeza infinitas. Un genio contempor¨¢neo.
La cantaora granadina entraba y sal¨ªa del escenario, y el p¨²blico aplaud¨ªa cada vez que regresaba, como en un recital de cantante l¨ªrica. Otras se aproximaba y se reclinaba sobre el piano de Dorantes, se acunaba en ¨¦l. Nanas, seguiriyas, alegr¨ªas, granadinas...y ese final por buler¨ªas acord¨¢ndose de Manuel Molina, el inolvidable poeta del flamenco, cupl¨¦ con?El compromiso,?Se nos gast¨® el amor... Y otra vez el piano virtuoso de Dorantes, a veces mano a mano con la percusi¨®n. Y as¨ª casi dos horas de delicada y profunda emoci¨®n, hasta decir basta. ?Ufff!
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