Cuando la doctrina desata su cabellera
Un montaje de ?lex Rigola elegante, est¨¢tico y formal pone en sordina la obra de Lorca
Entra el p¨²blico en La Abad¨ªa, y como los acomodadores van encapuchados, cuales figurantes del espect¨¢culo a punto de comenzar, cabe la duda sobre si los mozos fornidos que flanquean las puertas, escoltas todos ellos de Cristina Cifuentes, no ser¨¢n los acomodadores aut¨¦nticos. Estreno de campanillas de El p¨²blico, coproducido por el Teatre Nacional de Catalunya. Max Glaenzel, su escen¨®grafo, ha convertido el escenario en un music-hall metaf¨ªsico (iluminado tenuemente por Carlos Marquerie), que evoca el universo de Oliver Py antes que el de Lorca.
EL P?BLICO
Autor: Federico Garc¨ªa Lorca.
Int¨¦rpretes: Pep Tosar, Nacho Vera, Nao Albet, Guillermo Weickert, laia Dran, David Boceta, Jes¨²s Barranco, Pau Roca, Mar¨ªa Herranz, Jorge Varandela, Jaime Lorente, David Luque, Irene Escolar, Juan Codina.
Dramaturgista: Eleonora Herder. Vestuario: Silvia Delagneau. Luz: Carlos Marquerie. Espacio esc¨¦nico: Max Glaenzel. Direcci¨®n: ?lex Rigola.
Madrid. Teatro de la Abad¨ªa, del 28 de octubre al 29 de noviembre.
El p¨²blico es una tragedia simbolista, on¨ªrica, surreal, tejida con el hilo de Ariadna de los misterios medievales: un auto sacramental sin sacramento, donde su autor clama por un teatro nuevo, erigido sobre las ruinas del teatro burgu¨¦s, que anhela destruir, y en el que se diga ¡°la verdad de las sepulturas¡± en voz bien alta. ¡°?C¨®mo orinaba Romeo? ?Es que no es bonito verle orinar?¡±, le pregunta uno de los personajes al director teatral, reclamando con ello menos ret¨®rica y m¨¢s verdad y certeza en escena.
Mucho ha llovido desde que Lorca firmara este primer manuscrito incompleto de El p¨²blico (1930), ¨²nico que se conserva, y algo ha cambiado. Ya hemos visto a actrices y actores orinar sobre las tablas (en obras donde resulta pertinente) con la misma naturalidad con la que otros c¨®micos cocinan y comparten su cena con el espectador; y a una afgana, actriz enorme sin ser ese su oficio, contarnos por menudo desde el escenario como le sientan a ella y a sus conciudadanos las bombas que los occidentales coaligados venimos tirando en su tierra con regularidad, aunque tales espect¨¢culos no tengan cabida en los teatros p¨²blicos, donde se siguen representando piezas m¨¢s digestibles, como lo es esta escenificaci¨®n de El p¨²blico, t¨ªtulo tildado de ¡°teatro imposible¡± por el propio Lorca. Escuchado con esta perspectiva, el clamor de sus personajes contra ¡°la m¨¢scara, la hojalata y el cart¨®n¡±, sigue estando de actualidad.
El montaje dirigido por ?lex Rigola, elegante, est¨¢tico y formal?amortigua el vigor de la obra, hace de ella el recuerdo de un sue?o, nos lleva de la mano afablemente all¨ª donde la tan celebrada puesta en escena de Llu¨ªs Pasqual, de 1987, nos llevaba de sorpresa en sorpresa. El entonces director del Centro Dram¨¢tico Nacional, apoyado en la pl¨¢stica poderosa de Fabi¨¤ Puigserver, traduc¨ªa las im¨¢genes propuestas por el autor en otras de una eficacia po¨¦tica equivalente y, a menudo, de una espectacularidad mayor; enlazaba los cuadros con teatralidad aquilatada e iluminaba el sentido de los pasajes oscuros. El montaje de Rigola carece de tal virtualidad, economiza im¨¢genes, personajes y mutaciones, y no se produce con la fuerza soberana y la alegr¨ªa que el texto parece reclamar: est¨¢ atravesado por una melancol¨ªa entreverada de extra?eza y de oscuridad, que acaban pesando.
En un instante de la actuaci¨®n epis¨®dica de Juan Codina hay un gui?o humor¨ªstico sutil, muy de agradecer en medio de la gravedad que domina la funci¨®n. El trabajo protagonista de Pep Tosar es m¨¢s que eficaz; tambi¨¦n el de Jes¨²s Barranco, actor elocuente en todo instante, pero el tono general de las interpretaciones anda impregnado de la indeterminaci¨®n y de la econom¨ªa ic¨®nica de la puesta en escena. La multiplicaci¨®n de los actores en personajes diversos sin que queden del todo definidos siempre los cambios de identidad, la reducci¨®n del papel del Emperador a una mera voz en off, el cambio de sexo de uno de los Caballos blancos (s¨ªmbolos de la libido), interpretado por Laia Dur¨¢n con vigorosa resoluci¨®n, altura pl¨¢stica y como Dios la trajo al mundo, producen un desplazamiento perceptible del contenido simb¨®lico de la obra y dificultan m¨¢s que aclaran su lectura.
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