El mayor espejismo
Miguel ?ngel Blanco expone en el Thyssen el cuarto de juegos del Oeste m¨¢s grande que haya existido nunca
Como su propio nombre indica, el Lejano Oeste no es un lugar sino un indicador de direcci¨®n, una distancia que nunca se cubre por muy largo que sea el viaje que conducir¨ªa hacia ella. Lo que empez¨® a llamarse as¨ª hacia finales del siglo XIX era una prolongaci¨®n o una parte de otro territorio a¨²n m¨¢s fabuloso y m¨¢s amplio, las Indias de los navegantes y los exploradores espa?oles, que hab¨ªan tenido mucho m¨¢s que ver con la literatura y los desvar¨ªos de la leyenda que con la geograf¨ªa. Lo que ve¨ªan era tan desmesurado y tan fant¨¢stico que le daban nombres tomados de los libros de caballer¨ªas, y lo poblaban con criaturas de la mitolog¨ªa y de los bestiarios medievales, y con ciudades y reinos que siempre parec¨ªan estar m¨¢s all¨¢ y los impulsaban a organizar expediciones catastr¨®ficas. El primer viajero europeo que atraves¨® a pie la distancia inveros¨ªmil entre el golfo de M¨¦xico y la costa del Pac¨ªfico en California, Alvar N¨²?ez Cabeza de Vaca, nos dej¨® un relato en el que la pura observaci¨®n antropol¨®gica deriva hacia la alucinaci¨®n. Cabeza de Vaca fue el primer europeo que vio manadas de bisontes, y tambi¨¦n el primero en tener ante s¨ª unas amplitudes espaciales de una escala que todav¨ªa hoy desaf¨ªa la capacidad de la mirada y de la inteligencia humana para abarcar el mundo.
El Oeste era demasiado inmenso para ser percibido o representado con fidelidad, y quienes lo exploraban sent¨ªan siempre que lo m¨¢s valioso todav¨ªa estaba mucho m¨¢s all¨¢, o que se desvanec¨ªa en cuanto lo alcanzaban. Los nav¨ªos en los que Cabeza de Vaca y los soldados del gobernador P¨¢nfilo de Narv¨¢ez navegaban en busca de la Fuente de la Eterna Juventud y las Siete Ciudades del Oro naufragaron en la costa misma de Florida. Las expediciones militares que los virreyes de Nueva Espa?a enviaban al norte de R¨ªo Grande se perd¨ªan como gotas de agua en el mar de aquellos territorios o regresaban derrotadas por bandas de guerreros comanches a caballo. Los mapas que se llegaron a hacer a pesar de todo presentan una belleza temible de cordilleras, costas abruptas, grandes r¨ªos que merecen el adjetivo que les dio Pablo Neruda, los r¨ªos arteriales. En 1598, el mismo a?o de la muerte del rey Felipe?II en su palacio anticipadamente funerario de El Escorial, el sargento mayor Vicente de Zald¨ªvar hizo en Nuevo M¨¦xico el primer dibujo europeo de un bisonte.
Los mapas son enormes, con una especie de rudeza epid¨¦rmica que se corresponde con los territorios que describen: el dibujo en grafito del sargento Zald¨ªvar ocupa una hoja de papel de poco m¨¢s de 20 cent¨ªmetros de lado. Los he visto y he podido comparar sus tama?os en el Museo Thyssen, en las salas de la exposici¨®n que ha organizado Miguel ?ngel Blanco, La ilusi¨®n del Lejano Oeste. Blanco jugaba de ni?o con indios y vaqueros de goma, le¨ªa tebeos y novelas y ve¨ªa pel¨ªculas del Oeste, llevaba un cintur¨®n con balas de pl¨¢stico y una pistola enfundada al costado, y entrenaba con sus amigos para sacarla a toda velocidad y volver a enfundarla ¨¢gilmente despu¨¦s de un tiroteo imaginario. Como tantos artistas pl¨¢sticos, Blanco ha sido y es un acumulador de cosas, un chamarilero del pasado y de la variedad del mundo. Esa vocaci¨®n de acumular y atesorar le ha servido siempre en la creaci¨®n de sus propias obras, y la ha desplegado ahora en esta exposici¨®n con una desmesura que imagino cercana a la glotoner¨ªa y a la embriaguez. Ha exhumado cuadros y cuadernos de litograf¨ªas sobre el Oeste en el almac¨¦n del Thyssen. Ha visitado el Museo de Am¨¦rica en Madrid y el Archivo de Indias en Sevilla y algunas de las mejores colecciones de culturas indias de Estados Unidos. Y adem¨¢s ha tra¨ªdo un cabez¨®n enorme de bisonte del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, as¨ª como cr¨¢neos de osos, de zorros, de castores, de p¨¢jaros, plumas de cuervos y de ¨¢guilas, piedras menudas de desiertos, cortezas de secuoyas, sonajeros rituales, tocados de plumas, fotograf¨ªas, carteles de pel¨ªculas, hasta una filmaci¨®n espectral de danzas indias tomada con una c¨¢mara que dise?¨® Thomas Edison.
Quiz¨¢s lo que m¨¢s nos atrae del Lejano Oeste es el choque entre una realidad asombrosa y el poder¨ªo de las ficciones en torno a ella
En espa?ol la palabra ilusi¨®n sugiere ensue?o y esperanza; en ingl¨¦s, puro enga?o, espejismo. Quiz¨¢s lo que m¨¢s nos atrae a algunos de ese mundo que se ha llamado el Lejano Oeste es el choque entre una realidad asombrosa y finalmente tr¨¢gica y el poder¨ªo de las ficciones que desde el principio se tejieron en torno a ella, y que la fueron suplantando al mismo tiempo que se derrumbaba. La forma de vida de los indios de las grandes praderas apenas dur¨® tres generaciones: a finales del siglo XVIII la doma de los caballos hab¨ªa favorecido la primac¨ªa de la caza, el nomadismo y la guerra; en las primeras d¨¦cadas del XIX la expansi¨®n hacia el oeste de Estados Unidos ya estaba acelerando los efectos de las matanzas y las enfermedades contagiosas, y las expulsiones y desplazamientos forzosos de tribus hab¨ªan aniquilado importantes culturas, poblaciones enteras.
Hacia 1830, cuando George Catlin empez¨® su gran cat¨¢logo visual de las vidas de los indios, y su colecci¨®n de trajes y objetos, ya era consciente de documentar un mundo que desaparec¨ªa. De las comunidades con las que se hab¨ªa encontrado Cabeza de Vaca en el siglo XVI no quedaba poco tiempo despu¨¦s m¨¢s que el testimonio que su mismo relato. En 1837 Karl Bodmer pas¨® muchos meses dibujando retratos y escenas cotidianas de los indios Mandan: al cabo de un a?o una epidemia de viruela hab¨ªa acabado con ellos. Las soledades monumentales de Yellowstone y de Yosemite pudieron convertirse en los primeros parques nacionales de Estados Unidos porque las poblaciones nativas que las hab¨ªan habitado durante siglos se hab¨ªan extinguido. El Sitting Bull majestuoso y sereno de la fotograf¨ªa de D.?F. Barry de 1885 es un guerrero vencido que se gana la vida haciendo de s¨ª mismo en el circo de Buffalo Bill. La ilusi¨®n del Oeste fue la locura de la b¨²squeda del oro y la rapi?a destructiva de todos los recursos naturales, los bosques, las praderas convertidas en tierras de cultivo y de pastoreo, los minerales, las pieles de los bisontes; tambi¨¦n fue la proyecci¨®n del antiguo sue?o europeo del para¨ªso terrenal situado a poniente y habitado por esa figura embustera y legendaria del Buen Salvaje, el primitivo valiente y orgulloso y no corrompido por la civilizaci¨®n. A medida que exploraban las llanuras de Am¨¦rica y las islas del Pac¨ªfico, los europeos cre¨ªan haber encontrado esas tierras v¨ªrgenes y esos ejemplos de una humanidad libre del pecado original. Pero apenas las cr¨®nicas ilustradas de sus viajes empezaban a alimentar esa leyenda en las capitales de Europa, su condici¨®n de espejismo se ve¨ªa confirmada por la maquinaria imparable de la destrucci¨®n colonial.
Los ni?os que ve¨ªamos con fervor pel¨ªcu?las del Oeste viv¨ªamos en el interior de un espejismo que Miguel ?ngel Blanco ha seguido cultivando
Los ni?os que ve¨ªamos con fervor pel¨ªcu?las del Oeste y jug¨¢bamos a los indios en los primeros sesenta viv¨ªamos sin saberlo en el interior de ese duradero espejismo. Miguel ?ngel Blanco, a diferencia de casi todos los dem¨¢s, lo ha seguido cultivando. Iba con ¨¦l por las salas de la exposici¨®n en el Thyssen y le brillaba en los ojos la incr¨¦dula felicidad de encontrarse en el cuarto de juegos del Oeste m¨¢s grande que haya existido nunca.
La ilusi¨®n del Lejano Oeste. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. Hasta el 7 de febrero de 2016.
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