Amor y desamor, pareja de hecho
La creciente certeza sobre la realidad del sentimiento amoroso multiplica las incertidumbres sobre sus expectativas
Frente a la di¨¢fana "alegr¨ªa de vivir en los pronombres", que proclam¨® en su d¨ªa Pedro Salinas, hoy prevalece m¨¢s bien este tragic¨®mico enredo de que nos advierte el ensayista costarricense Manuel Picado: "Yo te amo... Yo me amo a ti... m¨ª te ama a yo". Toda una porosa cerraz¨®n, que tiene al desamor perpetuamente en vilo. En efecto, amor y desamor est¨¢n cada vez m¨¢s unidos, hasta conformar ya, casi, una pareja de hecho. S¨®lo un hilo de saliva, tal vez una mueca ("?Por qu¨¦ desplazar¨¢ el mismo aire una caricia que un asesinato?", se desazonaba Claudio Rodr¨ªguez) separa ya la neurosis del para siempre de la paranoia del para nunca. O, al rev¨¦s la neurosis del para nunca de la paranoia del para siempre, si es al desamor al que le da por prevalecer, y el enredo de los pronombres nos deja hablando solos (literalmente, pues llega un momento, en las separaciones -nos advierte William Faulkner-, en que la persona amada ya no est¨¢ con nosotros).
Admitir esta complementariedad del amor y el desamor, como las dos caras de una misma moneda, es bastante duro, pues implica que el tan mentado desenga?o amoroso est¨¢ perpetuamente a un tris de constituir tambi¨¦n enga?o desamoroso y, ?Oh, pavor!, ?habr¨¢ desenga?o desamoroso? Es el importe que pagamos para poder conducirnos por el hoy tan en boga "amor-consumo" (ya se sabe: una misma cama, pero dos almohadas, dos toallas y un as en la manga; presto a concluir cuando aumentan los reproches y la intensidad er¨®tica disminuye). ?ste, con todas sus abyecciones y mezquindades ("Yo no te promet¨ª amor eterno; yo solo promet¨ª amor provisional", subraya una prosaica pero muy gr¨¢fica canci¨®n... amor a veces r¨¢pido, como de probadores de grandes almacenes, o amores fungibles, en t¨¦rminos oficinistas, o si mercantiles, amor con obsolescencia planeada...), logra amortiguar, al menos, aquel colmo de los colmos que era el ancestral vivir unilateralmente, de primera a tercera persona, en el enga?o amoroso. Saber que el desamor es la osamenta del amor no es moco de pavo (aunque a veces s¨ª de hombre), pues otorga mayor certidumbre a la existencia misma del amor. En esto s¨ª que se ha avanzado mucho del dicho al lecho.
Como cabeza visible de tantos despechados, Stendhal cre¨ªa que lo que llamamos amor no ser¨ªa m¨¢s que "la transfiguraci¨®n de la imagen real del otro, a fuerza de proyectar en ¨¦l inexistentes perfecciones"; no m¨¢s que una quimera en v¨ªas de desolaci¨®n, que vendr¨ªa a ser su revelado. En cambio ahora, gracias al inherente acecho del desamor como una parte constitutiva, sabemos que el amor s¨ª existe, que marca, que transforma a los amantes. De hecho, para decirlo con un pronombre hoy tan prevaleciente, el yo que me llev¨® al amor no es el que yo me llevo (tampoco lo ser¨ªa, si prevalece el desamor, el yo que de all¨ª me sac¨®).
Ciertamente, los m¨®viles pueden ser tan honrosos o siniestros como quepa imaginar. A este respecto, Baudelaire estaba convencido de que no eran sino las punzadas de la soledad conminando a "invadir una carne ajena". Para Nietzsche, mera conjura o armisticio en "el odio mortal entre los sexos". M¨¢s c¨¢ustico y perro viejo, Schopenhauer refunfu?aba que s¨®lo se puede amar al mejor postor para la propia reproducci¨®n. Y est¨¢ tambi¨¦n ese peculiar enfoque de un Theodor Reik, que ve¨ªa en el impulso amoroso no m¨¢s que una catarsis de la propia miseria o crisis de autoestima. En fin, zarrapastroso en sus motivaciones o las mil maravillas, entre los cardos de un descampado o en la suite de un resort de la isla de Citerea, lo que hoy se nos revela razonablemente es que no se trata m¨¢s de una quimera, sino que el amor est¨¢ ah¨ª vivito y coleante, que posee su ¨¢mbito y es una materia.
Ahora bien, eso no agrega firmeza alguna al fen¨®meno del amor. Al contrario, lo inextricable del amor y el desamor obliga a convivir con la partici¨®n; a partir de cero cada vez que asoma la garra el duro precepto de Nietzsche: "Y de pronto, amiga m¨ªa, de uno se hizo dos...", y, tambi¨¦n, a mirarse, de cuando en cuando, en qu¨¦ estado de supuraci¨®n se encuentra el renovado tatuaje de este grafiti que llevamos incrustado en la piel del alma: "Amar¨¢s a 'dos' sobre todas las cosas".
De otro lado, la preeminencia del "amor-consumo" -con el temor correlativo a ser consumidos por el desamor subsiguiente- convive con una amplia gama de nuevos conservadurismos de repliegue. Desde la abstinencia militante (lo que incluye a un curioso especimen de plat¨®nicos ciberamantes, que optan por mantener su apasionado cibercortejo, de ordenador a ordenador, en la celeste esfera digital, y se niegan una cita presencial, por desconfianza anal¨®gica o para no romper el ciberencanto...) hasta el ideal del n¨²cleo familiar de mediados del siglo pasado, que, qui¨¦n lo iba a predecir, ha pasado de ser la distop¨ªa de la que surgieron los movimientos contraculturales, a una utop¨ªa de estabilizaci¨®n casi extraterrestre ("mi tel¨¦fono, mi casa...", clamaba el monstruito E.T.), para muchos inalcanzable... Lo cierto es que hasta los m¨¢s incisivos y sutiles tratados posmodernos sobre el amor, que hablaban de nuevas fracturas o descomposiciones pasionales, desde Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, a las tesis finiseculares de El nuevo desorden amoroso, de Gilles Lipovetsky, son cat¨¢logos en exceso previsibles en comparaci¨®n con la actual entrop¨ªa de las relaciones amorosas, espoleada, sin duda, por la crisis. A su rebufo, han surgido libros de literatura amorosa por doquier, tan heterog¨¦neos como su abanico -m¨¢s que sea cerrado- de posibilidades.
Abarcan desde manuales de autoayuda, en el renovado desoriente, hasta los que exacerban o satirizan las nuevas limitaciones del amor, como parodia o remedo del ya cl¨¢sico De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver -algo que lleva al paroxismo, por ejemplo, el psicoanalista lacaniano Gerard Pommie, en su ensayo Qu¨¦ hacemos cuando hacemos el amor (2012)-, y que iluminan tambi¨¦n algunas emergentes tramas de ficci¨®n, como Los enamoramientos (2011), de Javier Mar¨ªas -que incide en el v¨ªnculo entre pasi¨®n amorosa y criminalidad-, o Mi vida como hombre (2012, en castellano), de Philip Roth, donde describe con acidez la vida de una pareja cuya raz¨®n de ser estriba en tener a alguien de quien huir todo el tiempo...
En conclusi¨®n, la gama de posibilidades que acoja a los nuevos amantes biling¨¹es del desamor es tan amplia como sugiere esta irreductible alianza (el mejor regalo para la festividad del D¨ªa de San Ambi-valent¨ªn, por ejemplo) que nos leg¨® C¨¨line en su Viaje al fin de la noche: "El amor es el infinito al alcance de los perros".
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