Costumbrismo de tanatorio

Hace no mucho, en un tanatorio, una carcajada tremendamente sonora dejaba desubicada a la familia que ocupaba la sala contigua. Le siguieron unas cuantas m¨¢s, y entre recuerdos que hab¨ªan dejado de ser vergonzosos y olor a caf¨¦ de 0,50 c¨¦ntimos el vasito se destens¨® la cosa para los acompa?antes de los dos muertos, cada cual en su habitaci¨®n y mirando a su vitrina. En ese espacio que mide a todos por el mismo rasero es donde ubica Ignasi Vidal (Barcelona, 1973) su ¨²ltima obra, Memoria o desierto, un lugar com¨²n en el que los veladores suelen hacer el mismo recorrido, de la tristeza a la risa conmemorativa y viceversa.

Vidal, que el pasado martes por la noche saludaba aliviado tras el preestreno en el teatro F¨ªgaro de Madrid, cuenta que esa funci¨®n fue la primera que se acercaba m¨¢s a lo que hab¨ªa imaginado, aunque nunca ser¨¢ del todo as¨ª porque la edad lo ha convertido en un tiquismiquis. "Y mani¨¢tico, me cuesta conformarme¡±, apunta. Esa parte de ¨¦l queda reflejada en la hermana que interpreta Ana Otero, el tercer hilo de la trenza desigual que es la relaci¨®n familiar entre ellas, entre ellas y su padre, que acaba de morir, y entre ellas y el pasado .

En la misma linde en la que se mueve desde que decidi¨® cambiar los musicales por la dramaturgia y la direcci¨®n de teatro, Vidal combina conflictos de andar por casa con dramas intensos. Para ¨¦l lo importante era la historia de las hermanas, ¡°rota por la acci¨®n directa de un padre controlador¡±. El resto del armaz¨®n vino despu¨¦s. ¡°Dej¨¦moslo en conflicto, porque si no, destripamos la obra¡±, pide el director, que ha elegido dos batallas reales muy concretas para dar contexto y circunstancia a este proyecto.

Las miradas al p¨²blico, las veces que dan la espalda e incluso la posici¨®n diagonal de los cuerpos de las actrices son parte de una pieza que pasea por conversaciones mil veces escuchadas para quien se haya sentado alguna vez a velar a un muerto (o simplemente haya comido en familia): reproches, recuerdos, dolores adormecidos y momentos enterrados para poder seguir viviendo en la piel de uno mismo, como declama el personaje de Ana Rayo.

¡°Pero lo importante sigue siendo lo que no se dice¡±. Los silencios de Vidal, a veces leves, a veces duros. ¡°En general eso es lo que hace mi teatro, marear la perdiz, guarda lo que realmente importa por debajo. Incluso la obra termina en una conversaci¨®n que queda inacabada¡±. Mari¨¢n Aguilera es el centro de esa ¨²ltima conversaci¨®n, la hermana peque?a, la punta aparentemente m¨¢s d¨¦bil, pero tambi¨¦n la m¨¢s libre.

Memoria o desierto empieza con una despedida, la del padre, el nexo que las uni¨® en alg¨²n momento pero tambi¨¦n el que cre¨® un abismo entre ellas. Y termina con una bienvenida. Al rev¨¦s que en la vida, pero en medio lo de siempre: peque?os y grandes tropiezos que a veces se sortean, otras se enquistan y en ocasiones llegan a la gangrena.