La afici¨®n ha muerto, ?viva el p¨²blico!
Morante de la Puebla no tuvo empacho alguno en salir a saludar cuando las opiniones se dividieron, y muchos aplaud¨ªan
HERN?NDEZ / MORANTE, MANZANARES, TALAVANTE
Toros de Domingo Hern¨¢ndez, ¡ªel tercero, devuelto y sustituido por otro de Garcigrande¡ª, correctos de presentaci¨®n, mansos, blandos, descastados y nobles.
Morante de la Puebla: estocada ca¨ªda (silencio); ¡ªaviso¡ª casi entera trasera ¡ªsegundo aviso¡ª; once descabellos ¡ªtercer aviso¡ª (divisi¨®n de opiniones).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada (silencio); estocada (silencio).
Alejandro Talavante: estocada trasera (oreja); pinchazo y estocada ¡ªaviso¡ª (ovaci¨®n).
Result¨® cogido el banderillero Antonio Jim¨¦nez Lili, que sufre una herida en el muslo izquierdo de unos 15 cent¨ªmetros que lesiona la vena safena interna. Pron¨®stico grave.
Plaza de la Maestranza. Inauguraci¨®n de la temporada. 27 de marzo. Lleno de "No hay billetes".
?Pasa cada cosa¡! El diestro Morante de la Puebla escucha los tres avisos en el cuarto al fallar reiteradamente con el descabello, tras una largu¨ªsima faena en la que intent¨® de todos modos y maneras congraciarse con Sevilla, y lo que consigui¨® es que el toro se lo echaran al corral.
Un grav¨ªsimo deshonor para cualquier torero (despu¨¦s dir¨¢n algunos que los avisos no son importantes); m¨¢xime si ocurre en plaza de primera categor¨ªa y el Domingo de Resurrecci¨®n.
Pues Morante de la Puebla no tuvo empacho alguno en salir a saludar cuando las opiniones se dividieron, y muchos aplaud¨ªan e, incluso, alguno lleg¨® a llamarlo ?torero, torero!
?Lo que hay que ver! ?Y o¨ªr...!
Pero no acab¨® ah¨ª el espect¨¢culo. Morante y Talavante volv¨ªan a Sevilla despu¨¦s de dos a?os de ausencia y de castigo a la plaza y a su afici¨®n por un desencuentro con la empresa. Pues cuando alguno esperaba una reprimenda, hete aqu¨ª que cuando se rompi¨® el pase¨ªllo, los tendidos se pusieron en pie y dedicaron a la terna de desagradecidos una ovaci¨®n de ¨¦poca, que ellos saludaron correctos y ufanos.
?Qu¨¦ aplaud¨ªan? Dif¨ªcil cuesti¨®n.
Tan dif¨ªcil como averiguar por qu¨¦ en esta plaza se jalea cada vez con m¨¢s furor a los picadores que no pican, a los banderilleros que colocan pares simplemente decorosos, muletazos infames y estocadas traseras y contrarias.
?Habr¨ªa ayer alg¨²n aficionado en la Maestranza? Si as¨ª fuere, que tambi¨¦n ser¨ªa casualidad, ?habr¨¢ pasado m¨¢s verg¨¹enza en su vida?
La afici¨®n ha muerto. El ¨®bito no es de ahora, pero hoy qued¨® certificado que la exigente y sabia afici¨®n maestrante es cosa del pasado. Ahora manda el p¨²blico triunfalista y festivalero, que todo lo canta, que llega a su casa cansado de tanto ol¨¦ y con las manos rotas de aplaudir no sabe qu¨¦. Pero, torear, lo que se dice torear, solo pudo ver alg¨²n detalle suelto, de esos que, desgraciadamente, se pierden en la marabunta de tanto desatino.
Una figura indiscutible del toreo, que llega, adem¨¢s, decidida a reconciliarse con Sevilla, no puede permitirse el lujo de que le echen un toro al corral. Por menos, m¨¢s de uno se ha cortado la coleta.
Y lo que no tiene perd¨®n es salir a saludar a la raya del tercio. Ese gesto es faltarle el respeto a la fiesta y a la plaza.
Pero, claro, estas figuras de hoy le faltan el respeto a la tauromaquia cuando en un abono tan importante como el sevillano se anuncian con toros como los de este domingo, con alma de borregos, sin h¨¢lito de fortaleza, sin bravura ni fiereza; animales descastados, bonancibles e incapacitados para la emoci¨®n. Pero estos toros se lidian porque no hay afici¨®n que turbe a los toreros y los mande a paseo llegado el caso.
Con este p¨²blico festivalero y triunfalista y estos toretes amuermados, toreros como los de hoy pueden estar en activo unos cincuenta a?os, sin merma alguna de sus emolumentos ni prestigio.
Dicho lo cual, quede constancia de que Morante de la Puebla hizo el pase¨ªllo con deseos de agradar; tanto es as¨ª, que pronto se abri¨® de capa ante su primero y de manera acelerada y desordenada dibuj¨® dos ver¨®nicas de mucho peso y una media de categor¨ªa. Brind¨® la faena al p¨²blico, poco habitual en ¨¦l, y se fue hacia su oponente con evidente ¨¢nimo de com¨¦rselo.
Pero el toro se estaba ya despidiendo de este mundo, hundido en su invalidez, apagado como una vela consumida, y por m¨¢s que lo intent¨®, Morante no pas¨® de vulgar ante tal trozo de carne indefensa.
En el cuarto volvi¨® a las andadas. Se justific¨® a la ver¨®nica y comenz¨® una faena de muleta con pases sueltos, pues el animal carec¨ªa de fuelle para hilvanar dos embestidas seguidas. Insisti¨® una y otra vez, un molinete aqu¨ª, un detalle pinturero m¨¢s tarde, un muletazo de categor¨ªa tambi¨¦n y otro¡ (el p¨²blico, mientras tanto, cantaba los pases antes de que el torero los realizara), otro despegado, m¨¢s tarde. Y son¨® la m¨²sica cuando la faena deb¨ªa estar finalizada. Y Morante se anim¨®; y otro detalle, y otro¡ Hasta que el toro dijo: ?anda, vamos! Y todo se complic¨® para la suerte suprema. Pero, en fin, Morante sali¨® a saludar como si tal cosa.
Manzanares contin¨²a en su error: toreo despegado, desangelado y ventajista, con la suerte siempre descaradamente descargada y acompa?ando al toro en lugar de mandar en la embestida.
En el r¨ªo revuelto destac¨® Talavante. El sobrero era una raspa bondadosa, y el toreo result¨® decoroso y con altibajos, pero le concedieron una oreja barata, de las que no dejan poso. Con los ¨¢nimos ya deca¨ªdos, a las dos horas y media de corrida, lo intent¨® con el sexto en una labor larga e irregular, que no culmin¨® con la espada.
?Pero esto es lo que le gusta al p¨²blico!, apuntaba el vecino de localidad. Pues, dicho queda: ?Viva el p¨²blico!
Babelia
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