Plenitud a los 88 a?os
El director Herbert Blomstedt moldea la arcilla orquestal mejor que nunca como ha demostrado en sus dos conciertos en Madrid
La direcci¨®n de orquesta es una profesi¨®n de bajo riesgo y exiguo desgaste f¨ªsico, tal y como atestigua la longevidad de muchos de sus practicantes. Dedicarse a ella es tambi¨¦n una carrera de fondo: mientras que los solistas pueden explotar much¨ªsimo antes, son muy raros los directores que llegan a la madurez antes de traspasar la cuarentena y muchos de sus mejores logros suelen quedar reservados para el ¨²ltimo tercio de su vida. Dirigir bien consiste en convencer a otros, m¨¢s que en vencer las dificultades t¨¦cnicas que acechan en cada comp¨¢s a los instrumentistas. Lo material ¡ªmarcar, regular¡ª es importante, por supuesto, pero los grandes directores lo son por su dominio de lo inmaterial ¡ªinspirar, despertar empat¨ªa¡ª, y ah¨ª trabaja infinitamente m¨¢s la mente que el cuerpo. Una orquesta es un infinito campo de pruebas y eso explica que la experiencia sea el mejor y casi ¨²nico magisterio de cualquier director. La carrera de Herbert Blomstedt se ha forjado a un fuego especialmente lento y ahora, cuando nada indica exteriormente que va a cumplir 89 a?os dentro de un par de meses, se encuentra en su absoluta plenitud. Sabe moldear la arcilla orquestal mejor que nunca, sabe lo que quiere, y c¨®mo conseguirlo, mejor que nunca y los resultados que obtiene son tambi¨¦n, en consecuencia, mejores que nunca.
Atr¨¢s han quedado sus per¨ªodos de titularidad en grandes formaciones europeas y americanas. Ahora se lo disputan solo las mejores para que, en breves per¨ªodos como director invitado, les haga part¨ªcipes de esta sabidur¨ªa que brinda la edad. Y pocas orquestas hay, en este sentido, tan maleables y tan d¨²ctiles para comulgar con el director de turno ¡ªen lo bueno y en lo menos bueno¡ª como la Philharmonia londinense. Los gestos de cari?o y admiraci¨®n mutua se han prodigado en los dos extraordinarios conciertos que han ofrecido en Madrid: la orquesta le aplaud¨ªa al un¨ªsono (y con entusiasmo, no por cortes¨ªa) y ¨¦l estrechaba la mano de solistas de cuerda y viento-madera, aunque en su rostro de hombre bueno, modesto y generoso se adivinaba el deseo de haberlo podido hacer con todos y cada uno de los m¨²sicos.
Las dos sinfon¨ªas beethovenianas del mi¨¦rcoles (Sexta y S¨¦ptima) fueron un dechado de matices (sin caer en un solo manierismo), de delicadeza (los dos primeros movimientos de la Pastoral), de sentido pict¨®rico (la tormenta), de claridad (el prodigioso fugato del segundo movimiento de la S¨¦ptima), de energ¨ªa (el Allegro con brio final). Blomstedt reserv¨® las pinceladas m¨¢s personales y heterodoxas para los dos ¨²ltimos movimientos y logr¨® que una orquesta nutrida (14 primeros violines, y de ah¨ª para abajo) sonara con el volumen justo, que ¨¦l iba aquilatando sin batuta, pero con gestos inequ¨ªvocos, y que pod¨ªan ir desde alzar simplemente un par de dedos ¡ªni siquiera toda la mano¡ª hasta construir un crescendo mediante la progresiva verticalizaci¨®n del tronco de su cuerpo.
El jueves, la orquesta se contrajo levemente en Mozart (12 primeros violines), donde Blomstedt prescindi¨® del podio para formar pi?a con sus m¨²sicos, y creci¨® en Bruckner (16), un autor del que siempre se ha sentido muy cerca (comparten una profunda religiosidad) y del que nos regal¨® una Cuarta Sinfon¨ªa en la que logr¨® camuflar incluso sus ocasionales deslices formales. Si la Sinfon¨ªa n¨²m. 39 de Mozart fue todo equilibrio, articulaci¨®n y fluidez, la Rom¨¢ntica de Bruckner fue f¨¦rreamente congruente, con un arco din¨¢mico ampl¨ªsimo y con la orquesta mostrando una deslumbrante homogeneidad en todas sus secciones. Se luci¨® la joven y brillante trompista Katy Woolley y volvi¨® a dejar destellos de su inmensa clase el incombustible obo¨ªsta Gordon Hunt.
En la direcci¨®n de orquesta, el nombre Herbert parece remitir irremediablemente a von Karajan, un negativo casi perfecto de Blomstedt, que en su gloriosa senectud reclama tambi¨¦n un lugar entre los m¨¢s grandes. Pero, m¨¢s que al austr¨ªaco, por sus or¨ªgenes suecos y su padre pastor protestante, Blomstedt nos remite al gran Ingmar Bergman, aunque al director hondo y cercano de El ojo del diablo y Fresas salvajes, no al cr¨ªptico y doliente de Persona o Cara a cara. Junto con Bernard Haitink, algo m¨¢s joven que ¨¦l, Blomstedt es el decano de los directores actuales y todo hace presagiar que lo mejor que puede regalarnos est¨¢ a¨²n por llegar.
Conciertos en el Auditorio Naiconal de Madrid, celebrados los d¨ªas 27 y 28 de abril, con obras de Beethoven, Mozart y Bruckner, interpretadas por la Orquesta Philharmonia, bajo la direcci¨®n de Herbert Blomstedt, dentro del ciclo de Iberm¨²sica.
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