El triunfo palestino
Hay demasiado programa en pantalla y poca reflexi¨®n; una pizca de superficialidad en la imagen y una cierta falta de profundidad.
Capaz de retratar el abismo desde el t¨²nel de la muerte, el palestino Hany Abu-Assad lo dibuja esta vez desde la luminosidad de la esperanza. El director de Paradise Now (2005), el mejor relato que ha dado el cine sobre el proceso mental inmediatamente anterior a la inmolaci¨®n de los terroristas suicidas, se ha fijado en un hecho real para, partiendo de ¨¦l, ofrecer una ficci¨®n que resuma la situaci¨®n de su tierra, atrapada en una jaula. Aun as¨ª, Idol es la viva muestra de que en Palestina pueden convivir dos sentimientos al alim¨®n: el de la muerte que acecha, y el de la sonrisa infantil que, quiz¨¢ por ingenuidad aunque tambi¨¦n por pasi¨®n, no se resigna. Una pel¨ªcula un tanto desequilibrada, que se mueve en una onda melodram¨¢tica, tanto por la presencia de la m¨²sica como por el tono, pero con momentos de enraizada emoci¨®n.
IDOL
Direcci¨®n: Hany Abu-Assad.
Int¨¦rpretes: Tawfeek Barhom, Ahmed Al Rokh, Hibba Atalah, Nadine Labaki.
G¨¦nero: melodrama. Palestina, 2015.
Duraci¨®n: 100 minutos.
Con buen criterio, Abu-Hassad divide su pel¨ªcula en dos segmentos: el primero con sus protagonistas en torno a los 12 a?os de edad, el segundo alrededor de la veintena, ambos separados por un punto de inflexi¨®n en forma de hecho luctuoso. En la mitad inicial, casi una comedia sobre la alegr¨ªa de vivir frente a los contratiempos, sus cr¨ªos despliegan simpat¨ªa y naturalidad. Aunque, de fondo, sutilmente, se muestren las consecuencias de la batalla pol¨ªtica y social: juegos en medio de la destrucci¨®n, viandantes que circulan por el plano con una pierna de menos. En la segunda mitad, es justo al rev¨¦s: el candor y el ¨ªmpetu han dejado paso, en cada uno de los miembros de la pandilla de cr¨ªos, a la muerte, a la desesperanza o al refugio en la fe y en la seguridad del grupo.
Sin embargo, conforme avanza la trama que al final conforma todo el mensaje, la posibilidad de uni¨®n de un pueblo, el ¨¢rabe, a trav¨¦s de algo aparentemente banal pero ilusionante y aglutinador de voluntades (la m¨²sica y el programa de televisi¨®n Arab Idol), el director se va contagiando un tanto de la forma de su recipiente, en lugar del valor de su contenido. Hay demasiado programa en pantalla y poca reflexi¨®n; una pizca de superficialidad en la imagen (esas tomas con steady rodeando al protagonista) y una cierta falta de profundidad. Puede que fuera el momento de practicar la fuerza de la elipsis y la potencia de la imagen como s¨ªntesis, pero Abu-Assad prefiere el envoltorio del lujo televisivo. Emocionante y algo vacuo.
Babelia
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