La batidora global de Major Lazer agita el FIB 2016
El proyecto de Diplo cumpli¨® sin dificultades en una jornada en la que tambi¨¦n destacan El Guincho, Skepta y Soulwax
Siempre habr¨¢ quien resalte el vampirismo de Diplo. Ese productor y DJ norteamericano que, desde su atalaya de exitosa celebridad de la industria musical, buce¨® en la s¨®rdida realidad de los arrabales de R¨ªo de Janeiro para luego popularizar el sonido favela funk y emprender una lucrativa carrera. Pero subrayar que el alma mater de Major Lazer sea un h¨¢bil fagocitador de sonoridades globales, tramadas desde el subsuelo de cualquier gran urbe para luego reconvertirlas en forma de efectivos pildorazos que son bailados sin mayores complicaciones en cualquier festival, es algo que no aporta gran novedad a una cultura pop que naci¨® ¨Chace m¨¢s de sesenta a?os¨C con otro muchachito blanco, tambi¨¦n de Tupelo (como ¨¦l), popularizando los hallazgos que un pu?ado de m¨²sicos negros llevaba tiempo defendiendo sin el benepl¨¢cito del gran p¨²blico.
La batidora r¨ªtmica de Major Lazer opera al mismo comp¨¢s ¨Cinmisericorde¨C que la globalizaci¨®n que nos asedia (de hecho, sus proyecciones nos recuerdan que un globo terr¨¢queo es uno de sus logos), y poco importa que en sus conciertos El Taxi (Osmani Garc¨ªa) o Gasolina (Daddy Yankee) se mezclen con temas de producci¨®n propia como Light It Up o Watch Out For This. En la cultura de est¨ªmulos fugaces en la que vivimos, su patchwork sonoro resulta de una eficacia m¨¢s que probada, porque hace mover los pies a varios miles de personas a ritmo de EDM, electro, trap o dancehall, facturados con innegable sentido del espect¨¢culo. El tr¨ªo formado por Diplo, Walshy Fire y Jillionarie sali¨® al escenario de punta en blanco, vestidos como los siniestros golfistas de la pel¨ªcula Funny Games (Michael Haneke, 1997), y pusieron en marcha una extenuante sesi¨®n de fitness con coartada electr¨®nica en la que sus bailarinas de guardia, los ca?ones de confetti y las proyecciones anfetam¨ªnicas, cumpl¨ªan su innegociable parte del trato. Al fin y al cabo, la escenificaci¨®n de ese sonido que en su momento sedujo a M.I.A., Azealia Banks o Madonna, asume sin complejos el rol del DJ/productor como la estrella de rock de nuestro tiempo. Repite sin grandes sorpresas su actuaci¨®n de hace menos de un a?o en el mismo escenario, aunque aquella fuera en el marco del Rototom.
Suya fue la actuaci¨®n m¨¢s concurrida de una primera jornada del FIB que dispon¨ªa de la oferta m¨¢s discreta de las cuatro noches, casi a modo de aquellas fiestas de presentaci¨®n de anta?o, pero registr¨® una afluencia de p¨²blico excepcional, dado el cartel. Incluso los conciertos m¨¢s tempraneros esquivaron la desangelada estampa de otros a?os, como fue el caso de los castellonenses Ruth Baker Band, quienes desplegaron bajo la carpa del FIB Club (ay, la carpa: otro gui?o recuperado del pasado) un musculoso soul rock que puede apelar al Rock and roll de Led Zeppelin sin ning¨²n trauma. La suya es una propuesta de g¨¦nero, s¨ª, pero de ejecuci¨®n intachable. M¨¢s complicado lo tuvo el soul digital del madrile?o John Grvy para contagiar al personal que se arremolinaba ante el escenario Las Palmas, el m¨¢s grande ¨Cy m¨¢s ingrato si la hora es temprana¨C del festival, aunque busc¨® la conexi¨®n generacional apelando al Everybody de los Backstreet Boys. Pero si hay que hablar de consignas generacionales, pocas son m¨¢s meridianas que la que defienden los gaditanos Perlita: su l¨ªder, Pedro Perles, parece la estampa misma de un George Lewis Jr (Twin Shadow) del sur, y el encanto de su synth pop ¨Centre el hedonismo ochentero y el vapor hipnag¨®gico¨C es tan de los 2010, para lo bueno y para lo malo, que incita a preguntarse si tendr¨¢ recorrido m¨¢s all¨¢ del aqu¨ª y ahora.
La mejor actuaci¨®n en el apartado nacional la sirvi¨®, no obstante, El Guincho. Pablo D¨ªaz Reixa ha apostado fuerte con el giro de Hiperasia (2016), y la verdad es que su querencia por los ritmos fracturados, las voces filtradas y los efluvios de reggaeton y trap demuestra en directo una eficacia m¨¢s que probada (y no tan previsible), aunque tampoco se olvide del contagioso ¨Cy ya lejano¨C tropicalismo de Bombay. Mucha clase la suya. La misma que no necesitan Soulwax, abonados a ese electro rock paquid¨¦rmico que defienden a brochazos, con tres bater¨ªas (ni los Boredoms, oigan) y una disposici¨®n esc¨¦nica que remite a la de LCD Soundsystem, pero sin siquiera la quinta parte de su inventiva. Ahora que los hermanos Dewaele reniegan de la etiqueta mash up que tan rentable les fue como 2 Many DJs, parecen en disposici¨®n de pedir plaza en el balneario del electro rock de garrafa. Nada que objetar, mientras su parroquia lo celebre quemando suela con entusiasmo.
De innegable pegada es tambi¨¦n lo de Skepta. Si el furioso hip hop de Public Enemy aspiraba a ser la CNN del gueto, el fibroso grime del rapero de Tottenham podr¨ªa ser el Sky News de los suburbios brit¨¢nicos, la banda sonora de esas calles que ni siquiera son seguras si eres polic¨ªa (eso dice en It Ain't Safe). Es normal que abjure de las celebridades de nuevo cu?o, porque adem¨¢s su propuesta preserva el mismo tono opresivo que en sus primeros discos, sin concesiones y directo a la mand¨ªbula. Ahora mismo cubre la cuota que en su momento ocupaba por aqu¨ª el mejor Dizzee Rascal, anta?o visitante habitual. Su paisano Rejjie Snow, por cierto, tambi¨¦n destil¨® ritmos y rimas desde un escenario contiguo, con un gui?o a Kaytranada. Los barceloneses Extraperlo destilaron su elegancia habitual, al servicio de un sofisticado sentido del pop que sigue abrevando en los 80. Y la sorpresa la pusieron Hinds, quienes est¨¢n programadas para esta noche de viernes pero aprovecharon un hueco vac¨ªo en la programaci¨®n del FIB Club para ir ventilando, ante la algarab¨ªa generalizada, ese carnoso y desconchado rock con ¨ªnfulas noventeras que despachan con desparpajo. Repetir¨¢n hoy, en una noche capitalizada por Chemical Brothers, Jamie xx o The Vaccines.
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