Una oreja o una caja de yemas
Javier Jim¨¦nez dio una vuelta al ruedo, Morante dej¨® detalles y Ure?a mostr¨® decisi¨®n
Javier Jim¨¦nez quiso pasear una oreja de su primero y lo que llev¨® entre las manos fue una caja de yemas. Y no fue por gusto, sino por su mala punter¨ªa a la hora de matar al toro. Y no solo eso; le toc¨® el ¨²nico animal del encierro que se movi¨® con franqueza en la muleta, y el joven torero lo intent¨® como mejor supo, despert¨® inter¨¦s entre el p¨²blico, pero no fue capaz de llenar la plaza de emoci¨®n. Y por eso, el trofeo que parec¨ªa ganado se redujo a una vuelta al ruedo. Y alguien, prevenido, le lanz¨® la caja de yemas como premio de consolaci¨®n.
Pero no es lo mismo una oreja que un pastel; sobre todo, para quien tanto necesita esos despojos para continuar adelante.
Lo cierto, sin embargo, es que Jim¨¦nez lleg¨® con la cabeza despejada y el ¨¢nimo dispuesto. Recibi¨® a ese primero con tres ver¨®nicas airosas, brind¨® al respetable y se puso a torear como ¨¦l sabe. El problema es que lo que ¨¦l sabe todav¨ªa no satisface plenamente. Mulete¨® con garbo, pero no arrebato; lig¨® las tandas, pero a todas les falt¨® hondura; y su actuaci¨®n fue torera, pero no plet¨®rica. En fin, que destac¨® en distintos pasajes, la gente se lo cant¨®, pero todo se desdibuj¨® cuando fall¨® con el estoque. Qued¨® claro que los esbozos del joven torero no hab¨ªan culminado en una obra. Quiz¨¢, qui¨¦n sabe, carece del rodaje necesario para pulir su concepto del toreo.
En el sobrero sexto no hubo nada, pero pasaron cosas interesantes. Volvi¨® a veroniquear Jim¨¦nez con gusto, y tras los picotazos del picador hizo un quite en el que mezcl¨® faroles y saltilleras; le respondi¨® Morante con chicuelinas y una media inconclusa, y rubric¨® de nuevo Jim¨¦nez por delantales garbosos. El ¡®rebujito¡¯ de torer¨ªa lo cerr¨® Lipi con un extraordinario par de banderillas, por el que fue obligado a saludar.
Despu¨¦s, agotado, el animal se par¨® y no hubo nada m¨¢s. Bueno, hubo una voltereta espeluznante. En un descuido, el toro enganch¨® al torero por la chaquetilla y lo zarande¨® con violencia. Se repuso con rapidez, que para eso tiene la edad que tiene, y continu¨® como si tal cosa.
El resto del festejo no tuvo historia. La corrida de Alcurruc¨¦n, sosa, distra¨ªda, suelta, sin clase, no permiti¨® a Morante m¨¢s que mostrar deseos de agradar, objetivo que solo pudo alcanzar en algunos derechazos sueltos, un par de naturales y una trincherilla chispeante. Y todo ello, en su primero, porque el cuarto se comport¨® como un buey.
Y Ure?a quiso darlo todo, pero no encontr¨® oponente propicio. Desabrido y muy soso result¨® el tercero, ante el que se qued¨® muy quieto, aunque de poco le sirvi¨®; y alarg¨® en exceso su labor ante el quinto, con el que se justific¨® sobradamente ante un toro sin atisbo de clase.
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