El virus Brown
Las novelas de Brown nunca han resistido bien la adaptaci¨®n a la gran pantalla y esta pel¨ªcula no es una excepci¨®n
Dan Brown es un escritor capaz de extirpar un flashback atribuido, p¨¢ginas atr¨¢s, a un personaje para endilg¨¢rselo a otro en nombre del m¨¢s barato factor sorpresa, sacrificando toda elegancia en el digno oficio de la literatura popular. Su f¨®rmula para un modelo de best seller que es la bastardizaci¨®n extrema de lo que Umberto Eco inaugur¨® con El nombre de la rosa y El p¨¦ndulo de Foucault pasa por el choque de trenes entre la cultura cl¨¢sica y la ciencia espectacular, sobre el tel¨®n de fondo de un historiado paisaje europeo degradado en forma de potenciales plataformas de videojuego, recorridas por su atribulado h¨¦roe intelectual y su ocasional compa?era de fatigas. El molde siempre es el mismo, aunque en cada entrega llega alguna excrecencia imaginativa o alguna monstruosidad de estilo (u oficio) a animar la fiesta y marcar la diferencia. Hay algo contradictoriamente seductor y misterioso en la palpable tosquedad de Brown: pese a tanta impericia, el resultado tiene un marcado poder adictivo. Y resulta evidente que lo suyo no es mediocridad, sino acusada (y rentable) disfuncionalidad.
INFERNO
Direcci¨®n: Ron Howard.
Int¨¦rpretes: Tom Hanks, Felicity Jones, Sidse Babbet Knudsen, Ben Foster.
G¨¦nero: thriller. Estados Unidos, 2016
Duraci¨®n: 121 minutos.
Las novelas de Brown nunca han resistido bien la adaptaci¨®n a la gran pantalla y el Inferno de Ron Howard no es una excepci¨®n: aqu¨ª, la amnesia de Langdon parece que d¨¦ al cineasta carta blanca para pulverizar todo sentido de la puesta en escena y la composici¨®n de plano. La pel¨ªcula propone algo parecido a una lectura en diagonal del libro, convirtiendo al experto en simbolog¨ªa Robert Langdon en un magullado vector de acci¨®n que descifra a la primera toda clave oculta que se presente a su paso. Resulta curioso que el guionista David Koepp haya decidido prescindir de toda referencia al transhumanismo, elemento que aportaba el imprescindible toque fantacient¨ªfico a la novela. Si Brown parece escribir libros para lectores que tienen prisa, se dir¨ªa que Howard dedica su pel¨ªcula a los que, directamente, necesitar¨ªan teletransportarse a la ¨²ltima p¨¢gina en un tiempo r¨¦cord. No hay escenario relevante que, al parecer, merezca la atenci¨®n de coreografiar una memorable set-piece en su interior, pero s¨ª hay espacio para calzar una improcedente subtrama rom¨¢ntica.
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