Paisaje despu¨¦s de una batalla ya perdida
Los toros hab¨ªan desaparecido de Catalu?a mucho antes de que el Parlament los prohibiera
La decisi¨®n del Constitucional es una victoria hist¨®rica de la tauromaquia, pero llega tarde, muy tarde. Ha dado tiempo para que los abolicionistas se envalentonen, los aficionados se desesperen y los simples interesados se desentiendan. Los juristas han hecho muy flaco favor a la fiesta. Pero, ?volver¨¢n los toros a Catalu?a?
Mucho ha llovido desde que el Parlament aprobase la prohibici¨®n. Aquello no fue m¨¢s que el comienzo de una brutal campa?a pol¨ªtica y animalista contra la fiesta que ha surtido sus perniciosos efectos y ha ganado adeptos en el seno de una sociedad m¨¢s piadosa con las mascotas que con sus semejantes.
Por otra parte, en noviembre de 2013, el Congreso aprob¨® una ley que reconoce la tauromaquia como patrimonio cultural que no ha pasado de la letra, y todas sus promesas taurinas duermen el sue?o de los justos. Mientras tanto, Catalu?a contin¨²a siendo un erial taurino entre la indiferencia absoluta de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n y la l¨®gica preocupaci¨®n de una exigua minor¨ªa de aficionados incansables y nost¨¢lgicos que, con toda raz¨®n, claman en el desierto.
Cuando Jos¨¦ Tom¨¢s reapareci¨® en 2007 en Barcelona, hac¨ªa tiempo que arreciaba la ofensiva nacionalista y se hab¨ªan apagado los ecos de las tardes de gloria en la Monumental. La desidia empresarial y el turismo contribuyeron a la degradaci¨®n del espect¨¢culo, y la sociedad catalana se separ¨® de los toros por falta de arraigo y el desmedido inter¨¦s de los pol¨ªticos en dificultar este espect¨¢culo en la comunidad. Y en este ambiente tan bajo de defensas se produjo el rechazo parlamentario.
As¨ª est¨¢bamos cuando el Constitucional ha sentenciado que el Parlament se extralimit¨® al ejercer unas competencias que no le correspond¨ªan. Lo que no est¨¢ claro es que se vuelva a celebrar un festejo taurino en Barcelona, ¨²nica plaza catalana abierta cuando se aprob¨® la prohibici¨®n. Porque hace tiempo que Catalu?a ha dado la espalda a la fiesta de los toros. Aunque cueste reconocerlo, no interesa a los ciudadanos, y ese fue uno de los motivos por los que se aprob¨® la prohibici¨®n. Adem¨¢s, el tribunal reconoce la legalidad de la fiesta, pero no impone su celebraci¨®n. Y la regulaci¨®n de los espect¨¢culos es competencia exclusiva de la Generalitat, y ya se encargar¨¢n las Administraciones catalanas de complicarle la vida y la hacienda al temerario que quiera montar un espect¨¢culo taurino.
La batalla ha sido dura y p¨ªrrica la victoria, pero la guerra se perdi¨® tiempo ha. Los toros hab¨ªan desaparecido de Catalu?a mucho antes de que el Parlament los prohibiera.
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