Gripe y bula
Para cualquier observador del mercado del libro es evidente que hay sellos que gozan de una especie de bula, un plus de credibilidad
Gripe
Alguien me peg¨® una gripe de campeonato en una de esas promiscuas comidas de confraternizaci¨®n, de modo que me he pasado la ¨²ltima semana encerrado en mi casa, con el term¨®metro en la boca y m¨¢s abrigado que un inuit; me sent¨ªa tan d¨¦bil que no pod¨ªa dejar de identificarme (salvo en el asunto de la pasta) con aquel general Sternwood que recibi¨® a Philip Marlowe (El sue?o eterno, Raymond Chandler, 1939) en su invernadero repleto de orqu¨ªdeas que exhalaban el ¡°f¨¦tido perfume de la corrupci¨®n¡±. Como no pod¨ªa salir a la calle, la gripe me ha servido para prolongar mis jornadas lectoras hasta que me venc¨ªa el sue?o. Solo he encendido la tele para alg¨²n telediario y para ver el ¨²nico fragmento que me interesa de Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956), que algunos canales se empe?an en programar como peli ¡°navide?a¡±. Como me la s¨¦ de memoria, puedo calcular en qu¨¦ momento aproximado tiene lugar la escena de la org¨ªa de los descontentos hebreos a los pies del Sina¨ª, soliviantados por el siempre resentido Dathan (interpretado por el genial Edward G. Robinson). Me gustan tanto las org¨ªas pacatas y b¨ªblicas del Hollywood de los cincuenta y sesenta que, a veces, aguanto el resto solo por verlas: ah¨ª tienen, por citar otras que me fascinan, la de Sodoma y Gomorra (Robert Aldrich, 1962) y, especialmente, la sacr¨ªlega de Salom¨®n y la reina de Saba (King Vidor, 1959), con la danza de sexo ritual en honor del dios pagano. Por lo dem¨¢s, y en estos d¨ªas de forzoso retiro, tambi¨¦n yo ca¨ª en la trampa y me devor¨¦ en diagonal y tiempo r¨¦cord los dos libros millonarios de Marie Kondo (La magia del orden y La felicidad despu¨¦s del orden; Aguilar). Ambos ense?an, more jap¨®nico, a ordenar todo lo ordenable y a desprenderse ¡ªsin pena ni arrepentimiento como el que tuvo la mujer de Lot cuando hu¨ªan de pas¨¢rselo bomba en Sodoma¡ª de lo que no se usa pero no nos atrevemos a tirar ¡°por si acaso¡±. Si se deja a un lado el misticismo m¨¢s bien baratillo y new age que los impregna, y se obvian las estupideces que la ordenada japonesa dice acerca de ¡°almacenar¡± muchos libros, sus dos manuales pueden resultar pr¨¢cticos. A m¨ª, por ejemplo, me han ense?ado a doblar y enrollar camisetas (t-shirts) para encontrarlas enseguida, y a arrojar al tacho de la basura los cables y enchufes que guardaba in¨²tilmente, como si yo fuera un manitas capaz de reutilizarlos alg¨²n d¨ªa. Lo que son las cosas: tantos a?os tumbado en el div¨¢n del psicoanalista y ahora feliz por fin gracias a la autoayuda.
Bula
Para cualquier observador del mercado del libro es evidente que hay sellos que gozan de una especie de bula, un plus de credibilidad que induce a prestar mayor atenci¨®n a sus propuestas. Por supuesto, ese mayor prestigio tiene que venir avalado por una trayectoria: la excelencia del cat¨¢logo, lo acertado de su dise?o, el olfato de sus editores para publicar libros que el lector espera. Pero no solo: en esos casos el aura de la editorial se proyecta a cualquier producto que venga avalado por el logo privilegiado, incluso a reediciones de libros publicados originalmente por otros sellos y a los que, en su momento, no se prest¨® la debida atenci¨®n. En la d¨¦cada de los noventa, Anagrama era el paradigma de editorial con bula: llegaban las novedades a las librer¨ªas o a los suplementos literarios e, independientemente de su calidad, se les prestaba m¨¢s atenci¨®n, se les ¡°colocaba¡± mejor. Hoy ese sesgo lo ostenta, entre otras, Acantilado. He pensado en ello a partir de la desmesurada recepci¨®n que han dispensado los medios a la monumental biograf¨ªa (solo parcialmente in¨¦dita) de Kafka, de Reiner Stach, magistralmente traducida, por cierto, por Carlos Fortea, y convertida por la cr¨ªtica en uno de los ¡°libros del a?o¡±. Sin embargo, en ninguna de las ditir¨¢mbicas rese?as que he le¨ªdo parece haber suscitado inter¨¦s el hecho de que la primera parte del libro fuera publicada originalmente en espa?ol por Siglo XXI en 2003 (todav¨ªa puede encontrarse en Iberlibro a precios muy asequibles). Luego, Siglo XXI dej¨® de publicarlo y los derechos de la biograf¨ªa y el proyecto editorial fueron adquiridos por el llorado Vallcorba, incluida la traducci¨®n de Fortea. Nadie, tampoco, se ha preguntado si su elevado precio (85 machacantes) est¨¢ justificado, sobre todo si consideramos que lo m¨¢s probable es que a Fortea solo le pagaran derechos de cesi¨®n por reutilizar su traducci¨®n de la primera parte, por lo que los costes por ese concepto se han visto reducidos. El Kafka de Stach est¨¢ destinado a convertirse en la biograf¨ªa de referencia del escritor para una o dos generaciones. Por eso, el esfuerzo de su publicaci¨®n debe ser enfatizado. Pero no a costa de papanatismo, de callar lo obvio y de olvidar que, antes de Acantilado, otros lo intentaron. Como en los casos de otras muchas obras que ahora prestigian su cat¨¢logo.
Regalos
Una brev¨ªsima selecci¨®n de libros para regalar destinada a quien a¨²n no se haya decidido. Adem¨¢s de la Obra completa biling¨¹e, de Rimbaud (Atalanta; 58 euros), les recomiendo los Cuentos de hadas, de Angela Carter (Impedimenta; 27,96), y El libro de las maravillas del mundo, de Marco Polo (Abada; 45 euros), en edici¨®n (ilustrada) de Juan Barja. Pero si alguien me preguntara cu¨¢l es mi libro preferido para regalar, me inclinar¨ªa por las Obras completas de Valle-Incl¨¢n, cuyos tres primeros vol¨²menes (narrativa y ensayo literario) acaba de publicar la Fundaci¨®n Castro (50 euros el tomo) en edici¨®n impecable de Margarita Santos Zas. De nada.
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