La pel¨ªcula que mata

En The Ring (1998) de Hideo Nakata, libre adaptaci¨®n de una novela de Koji Suzuki que fundar¨ªa una larga saga literaria, una cinta de v¨ªdeo se convert¨ªa en equivalente contempor¨¢neo de esas ominosas cadenas postales que promet¨ªan infortunios a quien las interrumpiera. El cr¨ªtico Kim Newman defini¨® las im¨¢genes de esa cinta ¡ªuna interferencia de cine experimental en el seno de una contenida pel¨ªcula de terror japon¨¦s¡ª como ¡°un anuncio de champ¨² dirigido por Guy Maddin o David Lynch¡±. La idea de una pel¨ªcula con el potencial de matar ¡ªya explotada por el terror italiano en una rareza como Circuito Chiuso (1978) de Giuliano Montaldo y m¨¢s tarde hiperbolizada por John Carpenter en El fin del mundo en 35 mm. (2005)¡ª podr¨ªa ser el hipot¨¦tico norte de todo cineasta del g¨¦nero. Nakata entendi¨® que el terror es una cuesti¨®n formal: su pel¨ªcula le devolvi¨® al g¨¦nero un concienzudo sentido de la puesta en escena, alentando una oleada de nuevo terror oriental, alusivo y atmosf¨¦rico, que dejar¨ªa sus huellas en otras cinematograf¨ªas, como la coreana y la norteamericana (ambas con sus respectivas versiones del imaginario de Suzuki).

Da la impresi¨®n de que el espa?ol F. Javier Guti¨¦rrez, que debut¨® con la muy notable y felizmente extra?a Tres d¨ªas (2008) ¡ªuna historia apocal¨ªptica cruzada con un psychothriller¡ª, ha tenido poco margen de maniobra en este Rings que resucita la franquicia para el mercado americano, tras las aportaciones de Gore Verbinski y del propio Nakata. Mientras la pel¨ªcula original japonesa pudo permitirse el lujo de ser una pesadilla pura, las tres lecturas americanas parecen fruto de un combate entre la irracionalidad de la forma y la pesada vocaci¨®n de racionalidad de un gui¨®n obsesionado en contextualizar y justificar narrativamente la amenaza. O un combate entre el talento creativo de los cineastas y las exigencias del estudio. De vez en cuando, Guti¨¦rrez respira -¡ªel plano del profesor contemplando la lluvia invertida; el travelling circular que, al modo V¨¦rtigo (1958), abole el tiempo en la caba?a de Samara¡ª, pero el conjunto se ve condicionado por un guion err¨¢tico que reprime el vuelo estil¨ªstico del director.