La gran pregunta de Eduardo Arroyo: ¡°?Cu¨¢l ser¨¢ mi ¨²ltimo cuadro?¡±
El artista cumple hoy 80 a?os y se debate entre la ansiedad y la impaciencia mientras afronta seis exposiciones, incluida una antol¨®gica en Francia
Siente desde hace tiempo la sombra impertinente del ¨²ltimo cuadro. ¡°?Cu¨¢l ser¨¢?¡±, se pregunta Eduardo Arroyo, entre el exuberante desorden de su estudio madrile?o, impregnado de ¨®leo, papel cebolla, l¨¢pices, pinceles y cron¨®metros ocultos. Lo hace cada d¨ªa, al levantarse; cada noche, al acostarse. Teme y al mismo tiempo se prepara ante el inquietante filo de la pincelada final. ¡°?Me dejar¨¢ completar la obra? ?Quedar¨¢ a mitad?¡±. Pero pese a que este domingo cumple 80 a?os, ha inaugurado dos exposiciones y le quedan otras cuatro hasta junio.
Parece, pues, que a estas preguntas a¨²n les queda tiempo para ser definitivamente respondidas. ¡°Desde que hace poco m¨¢s de un a?o tuve un susto, me ha invadido una mezcla de ansiedad e impaciencia¡±, asegura. Lo dice mirando de reojo el cuadro que tiene en la pared. Lo ha dejado para tomarse un descanso, ataviado con un pantal¨®n de pana chamuscado de brochazos y un jersey a juego en lamparones crom¨¢ticos.
Un enorme picador desplazado a su estudio desde la iconograf¨ªa de Zuloaga recuerda al que aparece en su obra La v¨ªctima de la fiesta y atraviesa 60 paisajes fragmentados. ¡°Es Espa?a¡¡±, dice. ¡°Y la cara de pocos amigos que lleva ¨¦l, tiene algo m¨ªo, est¨¢ perplejo y derrocha mala leche¡±.
La impaciencia me lleva al perfeccionismo, la productividad me conduce a una extra?a lentitud. La pintura me est¨¢ salvando¡±
Dif¨ªcil de creer, aunque as¨ª lo exprese. Puede que Arroyo se sienta algo frustrado con respecto al pa¨ªs que lo recibi¨® de su exilio en los a?os ochenta, con d¨¦cadas fruct¨ªferas en Par¨ªs y en Roma, mientras Espa?a exudaba alcanfor, tubos de escape de seat 600 y misas. Aquella ilusi¨®n del regreso se le ha ido revirando. Pero no pierde el vitalismo, ni el entusiasmo. Planea pintar, escribir, defender la tauromaquia y jug¨¢rsela por el boxeo. Si algo inquietante le produce esa angustia presente es, sorprendentemente, felicidad: ¡°La del trabajo. Es curioso el momento por el que estoy pasando. La impaciencia me lleva al perfeccionismo, la productividad me conduce a una extra?a lentitud. La pintura me est¨¢ salvando¡±.
Y tanto. Acaba de inaugurar este mes dos exposiciones en Madrid. Una en la galer¨ªa de ?lvaro Alc¨¢zar y otra en Tiempos Modernos. ¡°Todo obra nueva. En la primera hay pintura y escultura, obras que enfrentan dobles figuras: a Frida Kahlo con Don Juan Tenorio, a Falstaff con Orson Welles, al indio Ger¨®nimo con Cyrano de Bergerac¡ Y la otra la he titulado Tirarse los muebles a la cabeza. Son mujeres que hacen digna esa expresi¨®n y a las que les brotan de la frente o el cr¨¢neo mesas, sillones, sillas, escritorios¡±.
No anda a medias. Se deja arrebatar por los grandes formatos y acariciar por las medidas m¨ªnimas. ¡°O muy grandes o muy peque?os. Son dos pruebas, dos problemas, lo m¨¢s dif¨ªcil, a mi juicio, que se le puede ocurrir a un artista¡±. De los primeros necesita acabar cuatro nuevos grandes ¨®leos antes de junio. Es la fecha en la que le espera una gran antol¨®gica en la Fundaci¨®n Maeght en la Costa Azul de Francia. Incluir¨¢ 150 obras suyas en una instituci¨®n donde s¨®lo han expuesto hasta la fecha cuatro artistas espa?oles: Joan Mir¨®, Antoni T¨¤pies, Eduardo Chillida, Miquel Barcel¨® y ahora Arroyo. ¡°Es lo m¨¢s importante que me ha pasado en mi carrera¡±, afirma.
Cuando ha concluido los paisajes en que se funde el jinete colgado semanas de su pared, comenz¨® una obra con Van Gogh como inspiraci¨®n en la que trabajaba el s¨¢bado por la ma?ana en su estudio. ¡°Quiero tenderlo sobre la mesa de billar donde lo dejaron al recogerlo despu¨¦s de pegarse un tiro¡±. Hab¨ªa dejado trazados sobre un ¨®leo en su habitaci¨®n unos p¨¢jaros negros. Fueron, probablemente, sus ¨²ltimas pinceladas. El ¨²ltimo cuadro, en su caso, se titul¨® Campo de trigo con cuervos, seg¨²n se ha cre¨ªdo hasta ahora. Aunque algunos expertos indicaron hace poco que fue Ra¨ªces de ¨¢rbol.
Poco importa. Esa tr¨¢gica identificaci¨®n de Arroyo con el pobre Vincent, desazona. Pero su vitalidad desbarata de pronto cualquier inquietud mientras el artista no deja de preguntarse de nuevo lo mismo: ?Cu¨¢l ser¨¢...? Ese ¨²ltimo cuadro¡ ?Cu¨¢l ser¨¢?
Un recuerdo de Picasso
Anda en ¨¦poca de mudanzas. Aparte de los trastos y reliquias de su museo propio dedicado al boxeo y la querencia a la tauromaquia, Arroyo ha desempolvado recientemente un recuerdo de Picasso. Tiene mucho que ver con una de las obras claves de la guerra: la titulada A los espa?oles muertos por Francia. "Fue un homenaje a los republicanos que despu¨¦s de haber perdido la Guerra Civil se enrolaron en otra para combatir a los nazis y fueron los primeros en entrar a Par¨ªs para su liberaci¨®n. Es, junto al Guernica, su obra m¨¢s simb¨®lica en ese sentido". El artista pose¨ªa en su colecci¨®n un apunte de esta obra: un esbozo peque?o con las figuras que aparecen desarrolladas en el lienzo". Se lo dio Karl Flinker, que hab¨ªa sido marchante de Picasso, cuando vio que algunos problemas pol¨ªticos acechaban en el exilio a Arroyo. Ahora, aquel recuerdo sale a subasta en Sotheby's de Londres el primero de marzo. "En mi casa ya no pintaba nada, mejor que pase a otras manos".
Babelia
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