El cuerpo no termina en la piel

La exposici¨®n Corpus de Helena Almeida (Lisboa, 1934) celebra la transformaci¨®n de un cuerpo que se ha construido durante cinco d¨¦cadas. Un cuerpo de trabajo que ha sumado con el tiempo, pero tambi¨¦n un cuerpo femenino como veh¨ªculo para imaginar y resistir: como objeto y sujeto de un estar en el mundo constantemente cuestionado.

Almeida inici¨® su carrera como pintora en los sesenta. Pero una creciente frustraci¨®n le llev¨® a recurrir al dibujo, fotograf¨ªa y v¨ªdeo, en un intento por superar los l¨ªmites de la representaci¨®n y habitar otros espacios posibles. Quiz¨¢ por este motivo las pinturas que nos reciben en la sala sean lienzos fragmentados, ventanas o persianas que nos abren las puertas al universo de la artista.

El cuerpo de Almeida dibuja un espacio, lo habita y lo excede. Las im¨¢genes ¡ªalineadas con Acconci o Jonas¡ª encarnan una emoci¨®n vivida, digerida y recreada. Como sucede en Estudios para un enriquecimiento interior, donde la ingesta de su propia pintura dibuja una coreograf¨ªa de espacios y tiempos.

Si¨¦nteme, Esc¨²chame, M¨ªrame titulan la extraordinaria trilog¨ªa realizada con la agitaci¨®n de la revoluci¨®n del 25 de abril, ¡°esa ¨¦poca del todo vale¡±, de los maravillosos setenta. Una invitaci¨®n a sentir y una resistencia a quedarse quieta. La emoci¨®n que desprende Esc¨²chame, donde la artista se encuentra detr¨¢s de una gasa como si estuviera atrapada en un lienzo ¡ªy que remite a unas fotograf¨ªas donde la palabra cose sus labios¡ª, constituye un espacio de contingencia pol¨ªtica frente a la dominaci¨®n masculina del mundo. Una obra fundamental en la historia del feminismo, una de esas que permanecen contigo.

¡°No son autorretratos porque no encuentro en ellos mi subjetividad, sino mi plural al que hago asistir a una especie de escena¡±

En los ochenta, el rostro de la artista gradualmente desaparece. Seducir recupera el deseo y la empat¨ªa. Una planta del pie pintada de rojo nos define d¨®nde termina la piel. ¡°No son autorretratos porque no encuentro en ellos mi subjetividad, sino mi plural al que hago asistir a una especie de escena¡±. Me pregunto si ese plural es el que representa las obras que incluir¨¢n a Artur Rosa, su marido. Sin t¨ªtulo introduce las piernas atadas de ambos, caminando con dificultad juntos. Un relato ¨ªntimo que parece mostrar la complejidad de las relaciones que contin¨²an donde termina el cuerpo.

Hoy, la propuesta de situar el cuerpo plural y complejo en el centro del discurso no solo celebra la vida como obra de una mujer de curiosidad met¨®dica, sino que abraza la idea del corpus ¡ªf¨ªsico, art¨ªstico, emocional¡ª como lugar para la fabulaci¨®n y la resistencia: una entidad compleja que pone en duda los l¨ªmites y deambula por los intersticios de la representaci¨®n y el tacto. Una pregunta de Donna Haraway viene a mi mente: ¡°?Por qu¨¦ tiene nuestro cuerpo que acabar en la piel?¡±. Sin duda, las obras de Almeida llevan medio siglo poniendo de manifiesto que los l¨ªmites de lo humano, lo femenino y del arte van m¨¢s all¨¢ de ¨¦sta.

Corpus. Helena Almeida. IVAM. Valencia. Hasta el 11 de junio. Itinerancia: Museo Serralves, el Jeu de Paume y el Centro de Arte Contempor¨¢neo de Wiels.