Juan Pedro, el ganadero perfecto
Manzanares cort¨® dos orejas por dos grandes estocadas a un lote de toros nobil¨ªsimos
Juan Pedro Domecq es el ganadero perfecto para que Enrique Ponce pueda estar en activo hasta los 80 a?os; Ponce y toda la respetable tropa de figuras que tienen la fortuna de anunciarse con estos toros y todos sus parientes.
No hay animales m¨¢s guapos y de l¨ªneas m¨¢s sensuales; modelos todos ellos de la alta costura taurina. Desfilan en Sevilla, pero podr¨ªan hacerlo en Mil¨¢n o en Par¨ªs, y su presentaci¨®n ser¨ªa igualmente un ¨¦xito. Qu¨¦ serenidad de l¨ªneas, qu¨¦ dulzura de comportamiento; ni una mala cara, ni un mal gesto. Obedientes y cumplidores. Qu¨¦ suavidad y qu¨¦ nobleza; y qu¨¦ dicha la del torero, que los cuida con mimo, afecto y cercan¨ªa, como un amigo casi. Con estos compa?eros de viaje no se suda, ni se pierden kilos, porque no son exigentes, no hay tensi¨®n en el ruedo. Solo hacen pupa si el hombre se equivoca, pero a ellos, los toros, se le cae la baba de bondad, fidelidad y cari?o. Toros de laboratorio para que los toreros duren, duren y duren¡ mientras haya p¨²blicos triunfalistas y festivaleros ¡ªcomo este de la Maestranza¡ª que los aguanten.
Porque, claro, nada es perfecto. A estos modelos de hechuras y andares tan flamencos les sucede que en cuanto abren la boca se les ve el plumero y se definen como toros inservibles y birriosos para la emoci¨®n, cimiento b¨¢sico de la tauromaquia. Carecen de fiereza, de casta, de poder; se derrumban, se paran y se les pone caras de muertos en vida a las primeras de cambio. Son almibarados, producen sonrojo y sus lidiadores hacen el rid¨ªculo.
DOMECQ / PONCE, MANZANARES, L. SIM?N
Toros de Juan Pedro Domecq, justos de presentaci¨®n, muy blandos y nobles. Destacaron quinto y sexto por su movilidad.
Enrique Ponce: media estocada (silencio); pinchazo, metisaca en los bajos, pinchazo y estocada (silencio).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: gran estocada en la suerte de recibir (oreja); gran estocada (oreja).
L¨®pez Sim¨®n: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); estocada (ovaci¨®n).
Plaza de la Maestranza. Quinta corrida de abono. 28 de abril. Casi lleno. Llovi¨® al inicio del festejo, como hab¨ªa ocurrido durante todo el d¨ªa en la ciudad.
Rid¨ªcula fue toda la corrida, y un paseo ¡ªni siquiera un entrenamiento¡ª para los toreros.
Ponce ni se despein¨® y volvi¨® a actuar como enfermero jefe ante dos toretes sin sangre brava en las venas. Al final de su sanitaria labor ante el cuarto, golpe¨® la muleta con la espada en un evidente gesto de enfado para la galer¨ªa. Como si ¨¦l no supiera que estos toros guaperas son una birria¡
Rid¨ªculo, pues, del veterano maestro. Como rid¨ªculo hizo la banda de m¨²sica, tocando a brazo partido sin venir a cuento. Qu¨¦ cacof¨®nico resulta escuchar un pasodoble cuando lo que ocurre en el ruedo no tiene inter¨¦s alguno.
Dos grandes estocadas de Manzanares fue lo mejor de la tarde. La primera, en la suerte de recibir, a su primero, y al volapi¨¦ la segunda. En todo lo alto las dos, hasta la empu?adura y ambas provocaron la muerte s¨²bita de sus oponentes.
Con el capote, nada que rese?ar; con la muleta, en su primero, tres largos y lentos pases de pecho. Falt¨® unidad y poso. Falt¨® toreo de verdad. Lo mismo que le ocurri¨® ante el quinto, que se movi¨®, y al que no le encontr¨® el aire en ning¨²n momento. Mal sin paliativos de nuevo ante un toro que mereci¨® un torero m¨¢s dispuesto y con las ideas m¨¢s claras.
Y L¨®pez Sim¨®n tambi¨¦n hizo el rid¨ªculo. Al final de su faena al tercero, otra tonta del bote, se hinc¨® de rodillas para torearlo por alto entre las protestas de parte del p¨²blico. Y la m¨²sica, tach¨ªn, tach¨ªn¡
Y el sexto, quiz¨¢ el mejor de la tarde, por su movilidad y embestida repetidora en el tercio final, el torero madrile?o lo intent¨®, pero no consigui¨® interesar a casi nadie. Inici¨® la faena con dos pases cambiados por la espalda, y, al poco, ya estaba la banda animando la fiesta. Repet¨ªa el toro por el lado derecho, pero los muletazos carec¨ªan de misterio. Se vino abajo la labor del madrile?o cuando tom¨® la zurda y se comprob¨® que a aquello le faltaba hondura. Total, que en vista de lo cual se decidi¨® por un circular, que es como se cortan las orejas en los pueblos.
Hizo una cosa bien: se fue al centro del ruedo para matar al toro y lo consigui¨® de una buena estocada. El resto, ridiculizante.
Queda claro para quien a¨²n tenga dudas. Juan Pedro Domecq es el ganadero perfecto para el inmovilismo actual, personificado por unas figuras que quieren estar en activo hasta mucho despu¨¦s de la edad legal de jubilaci¨®n. Si es que para entonces queda p¨²blico en las plazas.
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