Infierno de cobardes
Crud¨ªsimo retrato de la condici¨®n esclava de cierta mujer de la Colombia de las favelas
LA MUJER DEL ANIMAL
Direcci¨®n: V¨ªctor Gaviria.
Int¨¦rpretes: Natalia Polo, Tito Alexander G¨®mez, Jes¨²s V¨¢squez, Luisa Fernanda Valderrama.
G¨¦nero: drama. Colombia, 2016.
Duraci¨®n: 120 minutos.
El equ¨ªvoco de calificar como animales a ciertos seres humanos que, por su abyecci¨®n y salvajismo, parecen haberse apartado de nuestra especie es que, con tal carencia de an¨¢lisis, se est¨¢ huyendo hacia delante. Se les destituye de su condici¨®n humana y eso tranquiliza: no son de los nuestros. Pero el problema es que s¨ª lo son.
Algo de esto hay en la pel¨ªcula de V¨ªctor Gaviria La mujer del animal, crud¨ªsimo retrato de la condici¨®n esclava de cierta mujer de la Colombia de las favelas, sometida por el machismo integral del marido, llev¨¢ndola al extremo de la bestializaci¨®n, de la cosificaci¨®n sin contraste. Una pel¨ªcula dif¨ªcilmente soportable en lo moral y en lo emocional, que, aunque acabe conteniendo ideas oportunas en lo social, en lo que rodea a este hombre al que el calificativo de maltratador se le queda corto, ofrece una innecesaria explicitud cerca de la delectaci¨®n con las atrocidades sufridas por su adolescente esposa: palizas, violaciones, privaciones, y no ya de la individualidad, la identidad o el orgullo, sino simplemente de la comida.
Brutal retratista de la juventud colombiana de los estratos sociales m¨¢s bajos en los a?os noventa, con las desasosegantes Rodrigo D.: no futuro (1990) y La vendedora de rosas (1999), Gaviria regresa a su universo de depravaci¨®n con una pel¨ªcula que, con comportamientos dif¨ªcilmente comprensibles, deja escapar durante buena parte del relato sus posibilidades anal¨ªticas en favor de los simples y llanos hechos. Pero los actos, sin esperanza ni reflexi¨®n, son f¨¢ciles de entender sin ser vistos. Se apalea y se viola. Punto. Y no se trata de no querer ver, sino de que a veces es dudoso si ciertas rotundidades visuales sin freno (sin elipsis, sin fuera de campo) logran llevar a las pel¨ªculas a alg¨²n terreno ¨¦tico o est¨¦tico.
De este modo, el contundente hiperrealismo de La mujer del animal ¨²nicamente nos atraviesa en su parte final, cuando se alcanza el abandono pol¨ªtico, el de las autoridades, y sobre todo el abandono de los cong¨¦neres, la renuncia de los que se conforman llamando animal a alguien que es uno de ellos, uno de nosotros. Al comprobar que, junto a la bestia, habita un infierno de cobardes que casi siempre aplaude a destiempo.
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