Cuadro de costumbres
El tiempo y el gozo como medida de todas las cosas. A ellos rinde tributo el artista Fernando Garc¨ªa
A Fernando Garc¨ªa (Madrid, 1975) le gusta el misterio y crear cierta intriga en torno a s¨ª mismo. Se lo traslado y retuerce el gesto como diciendo algo pero sin concretarlo, dejando que el tiempo resuelva el enigma. Esa medida temporal articula todo su trabajo, rotundo y contundente como la reserva que traslada sin pretenderlo o el aparente silencio de sus dibujos, pinturas e instalaciones, que siempre est¨¢n llenos de ecos. En la galer¨ªa Heinrich Ehr?hardt, donde re¨²ne ahora su ¨²ltimo trabajo, se oye el mar y huele a vino. Unos bancos blancos estructuran el montaje de la exposici¨®n e invitan a la vida contemplativa, a leerlo todo entre l¨ªneas. Bajo uno de ellos, tres botellas simbolizan el gesto ¨¦pico de parar el tiempo y convertir cada minuto en una celebraci¨®n. Una apolog¨ªa de la vida y sus gozos que el artista ha convertido en ruta y destino.
Hay m¨¢s pistas. En uno de los rincones del techo, se balancea una lata de conservas abierta que pasa casi inadvertida. Recuerda al sol y provoca, cuando el real entra por la puerta, un juego de destellos en las paredes. En ellas ha colgado ese Vino sobre seda que da t¨ªtulo a la muestra. Tambi¨¦n aqu¨ª la t¨¦cnica ha silenciado la brocha y ha ocultado la huella, como hace el mar en las orillas, borrando la memoria instant¨¢nea. Tambi¨¦n hay unas esculturas que aluden a Pixerota, la playa en la que Joan Mir¨® hac¨ªa sus ejercicios matinales, y unas enredaderas colgantes realizadas con bamb¨² de Premi¨¤ de Mar y hojas de palmera del parque Joan Brossa en Barcelona.
Escurridiza, su obra resbala el an¨¢lisis concreto y la categorizaci¨®n, aunque todo encaja cuando atas cabos. Un trabajo rotundo
Desde que Fernando Garc¨ªa lleg¨® a la ciudad hace casi tres a?os, dejando atr¨¢s el asfalto de Madrid y el aire de la sierra, la idea de viaje y de estancia en un determinado lugar son determinantes en su trabajo. Hacen referencia a Gautier o Humboldt, al propio Mir¨® o a Juan Mu?oz, a Cela o a Altolaguirre, a Rafael Alberti, a Manolo Caracol. Las ideas de unos y otros, y de los dem¨¢s sobre lo propio, el extranjero y el oriundo, es algo de lo que el artista se alimenta para trazar un relato lleno de gestos, gustos, tradiciones, man¨ªas y querencias. La suya por no haber tenido nunca un pueblo propio protagoniz¨®, de hecho, su anterior exposici¨®n en esta galer¨ªa, Jos¨¦ del R¨ªo y los Endrinales, donde hab¨ªa mucho de lo que encontramos aqu¨ª: obras elaboradas de forma rudimentaria, a conciencia, con ramas, piedras y arena como utensilios de uni¨®n de la tierra con lo manual, con El curso natural de las cosas, t¨ªtulo de la exposici¨®n comisariada por Tania Pardo en La Casa Encendida, donde tambi¨¦n Fernando Garc¨ªa tambi¨¦n rend¨ªa tributo a Mir¨® y a su trabajo como un hortelano.
Escurridiza, su obra resbala el an¨¢lisis concreto y la categorizaci¨®n, aunque todo encaja en cuanto atas cabos, como cuando haces memoria y vuelves a rozar el tiempo. Ah¨ª Fernando Garc¨ªa es como el m¨²sico que decide tocar un bis improvisado sobre algo ya conocido. Siempre arranca el aplauso. El secreto est¨¢ en el manejo que hace de los elementos invisibles, que son innumerables en estos ejercicios de ¨¦xtasis manual y reposadas reflexiones. De hecho, varias de las mejores obras de la exposici¨®n no est¨¢n a la vista. Pregunten por sus Cuadernos catalanes, una edici¨®n facs¨ªmil de siete cuadernos de notas escritas en los dos ¨²ltimos a?os, donde se esconden las claves por las que brindamos hoy aqu¨ª.
Fernando Garc¨ªa. ¡®Vino sobre seda¡¯. Galer¨ªa Heinrich Ehrhardt. Madrid. Hasta el 24 de julio.
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