As¨ª altera el ELA la vida al paciente y su entorno
Rafael Caunedo aborda en un novela el deterioro f¨ªsico que trae la esclerosis lateral amiotr¨®fica desde las relaciones con la familia
¡°Es como estar aguardando en el corredor de la muerte¡±. El escritor Rafael Caunedo (Madrid, 1966) utiliza, solo por esta vez, palabras ajenas para hablar sobre la esclerosis lateral amiotr¨®fica (ELA). Al fin y al cabo, qui¨¦n puede definir esa sensaci¨®n de manera m¨¢s precisa, con m¨¢s legitimidad, que alguien diagnosticado con la enfermedad neuromuscular degenerativa. La comparaci¨®n que cita se la ley¨® al banquero Francisco Luz¨®n, que desde su fundaci¨®n pelea por dar visibilidad a la rara dolencia que padecen ¨¦l y entre dos y cinco personas de cada 100.000. Pero Caunedo en Lo que ella diga, novela editada por Versatil, se basta con sus palabras para contar profusamente y sin sentimentalismo c¨®mo recibe la sentencia letal un arquitecto de ¨¦xito y, sobre todo, c¨®mo vive su deterioro f¨ªsico y posterior deceso la familia. C¨®mo altera su d¨ªa a d¨ªa.
Eutanasia
Santiago Tatay firma un documento en el que pide expl¨ªcitamente que, si se da la circunstancia, no se le reanime. Exige no vivir conectado a una m¨¢quina. Sin embargo se produce un fallo respiratorio y en la ambulancia, de camino al hospital, y luego ya ingresado en el centro, los m¨¦dicos obran obviando su petici¨®n. Y nace ah¨ª un debate muy presente fuera de la ficci¨®n, una circunstancia que muchos enfermos degenerativos temen y por la que algunos, como hace unos meses Jos¨¦ Antonio Arrabal, defienden la legalizaci¨®n del suicidio asistido y la eutanasia. Porque si pudieran, lo har¨ªan ellos solos. En la novela Caunedo pasa de puntillas sobre esta controversia. Sin embargo, manifiesta estar a favor de que se debata y apruebe una ley de Muerte Digna. "Al menos es algo que hay que conseguir que se hable".
A ese Santiago Tatay de la ficci¨®n, al personaje salido de sus manos ¡ªque el autor insiste en que no guarda ning¨²n parecido con el real¡ª le trasfundi¨® Caunedo los sentimientos de un amigo cercano que muri¨® de ELA. Sus experiencias acompa?¨¢ndolo hasta el final. ¡°Comenc¨¦ a escribir la novela casi como si se tratara de una terapia y no fue sino en el transcurso que me di cuenta de que iba cobrando entidad. Fueron cuatro a?os vi¨¦ndolo muy a menudo, conviviendo con ¨¦l. No se compadec¨ªa ni se ahogaba en el drama, y dot¨¦ de ese mismo car¨¢cter al protagonista. Nunca le cont¨¦ lo que estaba escribiendo¡±.
Dice Caunedo que lo que el ELA hizo con su amigo es lo m¨¢s cruel que jam¨¢s ha presenciado, pero que ¨¦l no quer¨ªa alimentar la imagen que considera que se tiene masivamente asociada a la afecci¨®n: un hombre intubado e inm¨®vil en la cama. ¡°Alguien menciona la esclerosis y pensamos en Stephen Hawking en silla de ruedas y con la voz rob¨®tica; yo prefer¨ª retratar a un divorciado que estaba reconstruyendo su vida, a una exesposa o unos padres que tienen que cuidarlo seg¨²n va perdiendo capacidades y autonom¨ªa, las relaciones que los unen¡±. Hay resignaci¨®n y placeres, sacrificio y afecto; unos que renuncian a su felicidad inmediata para complacer al enfermo y un protagonista que quiere tener muy cerca a los suyos y ocultarse de conocidos y de la sociedad y que se sabe, por momentos y sin ambages, ego¨ªsta.
¡°La ley de Dependencia est¨¢ muy lastimada por los recortes¡±
Caunedo se lamenta de que solo alrededor del 21 de junio, d¨ªa mundial dedicado al ELA, se preste atenci¨®n a los que la padecen y a las dificultades de los de su entorno. Necesitan m¨¢s, mucho m¨¢s, reclama: recursos econ¨®micos, asistencia m¨¦dica a domicilio y tambi¨¦n ayuda psicol¨®gica para el paciente y para los familiares que tienen que ir asumiendo la p¨¦rdida irremediable. La investigaci¨®n est¨¢ demasiado lejos todav¨ªa de hallar una cura pero insiste en que no puede ocultarse una realidad tan severa por minoritaria que sea, porque sin conciencia de que existen y de c¨®mo viven quedan desamparados en su infierno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.