En defensa de los Sanfermines
La correcci¨®n pol¨ªtica, el desconocimiento y la vocaci¨®n moralista son enemigos de las fiestas de Pamplona
La suma de ignorancia (no haber ido nunca o no haberse enterado de la fiesta), correcci¨®n pol¨ªtica (sumarse a lo que toca en todo momento sin salirse del guion) y vocaci¨®n moralista (dar lecciones de vida a todo dios) ha hecho que en los ¨²ltimos d¨ªas se hayan dicho y escrito un mont¨®n de injustas chorradas sobre los sanfermines de Pamplona. Y no, los medios de comunicaci¨®n no nos hemos librado.
Al parecer de algunos y de algunas, los sanfermines se limitan a ser un impresentable volc¨¢n de testosterona que hay que apagar, y cuando decimos apagar decimos prohibir. Prohibir los sanfermines. O sea, prohibir lo que no les gusta, incluso en muchos casos lo que creen que no les gusta, puesto que no han ido. Hay, en efecto, mucha gente que s¨ª ha ido y que no le ha gustado y que no ha vuelto. Normal. Al que no le gustan los sanfermines, no le gustan nada. No hay demasiada gama de grises. ¡°?Te gustaron los sanfermines?¡±. ¡°Mmmm, buenooo, m¨¢s o menos¡±. No. Me parecieron un espanto o ya nunca podr¨¦ dejar de ir. As¨ª hay que juzgar esta bacanal callejera de ocho d¨ªas.
La mayor parte de las cr¨®nicas, conexiones, tuits, blogs, art¨ªculos y reflexiones vienen siendo de juicio sumar¨ªsimo a la supuesta barbarie que estos d¨ªas anda instalada en Pamplona. Chuler¨ªa, agresi¨®n, tortura, borrachos, suciedad, delincuentes, machismo, violencia y tradici¨®n a exterminar son los conceptos que vertebran en estos d¨ªas el discurso de trazo grueso y sumar¨ªsimo sobre esta fiesta. En la edici¨®n digital de este diario, el tono de muchos de los comentarios de lectores aparatosamente indignados es para echarse a temblar. En muchos casos se habla de lo que no se sabe y ¨Cmucho peor que eso- en muchos otros se dice o se sugiere lo que la gente tiene que hacer o no hacer con el transcurrir de sus d¨ªas y de sus noches. Es como el que critica al que practica sexo anal por desviado. O al que lee a Shakespeare por intelectual. O al que ve Cine de barrio por cursi. O al que lee EL PA?S porque lee EL PA?S y al que lee El Mundo porque lee El Mundo. O al que va a la playa, o al que va a la monta?a, o al que va a Pamplona en San Ferm¨ªn. Yo conozco a gente que se embadurna corporal y mentalmente en San Ferm¨ªn y luego, terminada la org¨ªa, se pone a leer a Habermas. Qu¨¦ raro, ?verdad?
Este diario public¨® hace unos d¨ªas un encomiable art¨ªculo sobre las razones antropol¨®gicas y psicol¨®gicas de la afici¨®n de algunos por las fiestas multitudinarias. Se le olvid¨® una, seguramente balad¨ª: a lo mejor, a lo peor, resulta que hay personas b¨¢rbaras y extra?as, marcianos en la tierra, a los que les gustan esas fiestas, o la Tomatina de Bu?ol, o la Semana Grande de Bilbao, o las Fallas, o el Cipotegato, porque se lo pasan bien, porque encuentran dosis de algo tan denostado por los guardianes de las esencias como es el placer. El hedonismo. La farra pura y dura, el desfase y el descoloque mientras no te metas con nadie. Y hay que diferenciar entre los masacrables violadores y abusadores y el que entra a un bar en San Ferm¨ªn atestado de gente, se pone a bailar y le agarra del hombro a una chica. O la que entra a un bar en San Ferm¨ªn atestado de gente, se pone a bailar y le agarra del hombro a un chico.
A la c¨¢rcel con los violadores, abusadores y alrededores. Y a la hoguera con quienes nos quieren enviar a la hoguera por intentar algo tan prosaico como pasarlo bien.
Y un poco de sentido com¨²n. La feria de San Ferm¨ªn se remonta al siglo XIII y sus fiestas al siglo XVI. Desde entonces, la tradici¨®n sigue si¨¦ndolo, solo que se ha ido modernizando y no parar¨¢ de hacerlo. Pero toda tradici¨®n tiene sus excesos, que seguir¨¢n produci¨¦ndose porque el homo sapiens es, progresivamente y pese al incansable estallido tecnol¨®gico-rob¨®tico, cada vez menos sapiens. Es verano, la gente trabaja (el que puede) o estudia mucho (el que puede) durante el a?o y va a Pamplona a desfasar. ?Es malo el desfase? Unos lo encuentran al mediod¨ªa en una mesa de la Plaza del Castillo, compartiendo un verm¨² tranquilo con amigos a los que solo ve en esos d¨ªas. Otros buscan la noche y sus chispazos. Unos pasean impolutos de blanco y rojo por Pamplona (les aseguro que eso es posible), muchos van con sus ni?os, otros con sus novias y novios, viven a su manera esta fiesta incomparable que algo tendr¨¢ ¨Cy les aseguro que no es solo Hemingway- para que terr¨ªcolas de todo el planeta mundo se planten aqu¨ª estos d¨ªas y dejen en las arcas de la vieja y entra?able Iru?a millones y millones de euros (75 millones de impacto econ¨®mico al a?o). La gente est¨¢ contenta en San Ferm¨ªn, la gente sonr¨ªe y se da la mano y se besa en San Ferm¨ªn como si no hubiera un ma?ana (a veces no lo hay), la gente baila en San Ferm¨ªn, la gente canta, suda, bebe, come, va a los toros, corre los encierros, se roza, se toca, se agarra, se besa y ah¨ª me paro. Otros, desde la soledad cabreada de sus miles de amigos en las redes sociales, teclea su mala hostia y su envidia contra los defensores de San Ferm¨ªn. Son/somos todos unos pecadores. Unos b¨¢rbaros. Unos anticuados. Unos inconscientes que, con todos los males que hay por el mundo, no s¨¦ qu¨¦ hacemos tomando verm¨²s y bailando el Vals de Astrain. A la pira con nosotros.
Riau-Riau.
Babelia
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