La bomba que todav¨ªa desnuda
Superados ya manifiestos como McOndo o el Crack, hay un v¨ªncu?lo secreto entre los autores latino?americanos j¨®venes y sus abuelos del boom
Se cumplen 50 a?os de la publicaci¨®n de Cien a?os de soledad, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, el libro que hizo completamente inevitable el boom latinoamericano. La mayor parte de los protagonistas de este extra?o fen¨®meno que nos dej¨® dos premios Nobel, y la costosa ilusi¨®n que escribir en latinoamericano pod¨ªa ser rentable y hasta glorioso, est¨¢n muertos. Los libros que quedan, los que sobrevivieron a su propia ambici¨®n ¡ª?Conversaci¨®n en La Catedral, Rayuela o El obsceno p¨¢jaro de la noche¡ª, beb¨ªan de la idea de absorber todos los demonios de la patria a trav¨¦s de los demonios m¨¢s personales del autor. Fueron best sellers paradojalmente porque eran libros exigentes, que ped¨ªan de alguna forma no s¨®lo la complicidad del lector sino una especie de militancia. Eran libros que le deb¨ªan mucho a Faulkner, Hemingway, Henry James y Sartre, pero tambi¨¦n a Borges, Onetti y Juan Rulfo.
Son esos ¨²ltimos autores lo que quiz¨¢s explica el v¨ªnculo secreto entre la literatura latinoamericana m¨¢s joven (los que nacieron del sesenta en adelante) y sus abuelos del boom. A la pregunta impertinente de ¡°?qu¨¦ hay de nuevo en M¨¦xico?¡±, tendr¨ªa que responder ¡°Juan Rulfo¡±, que no s¨®lo es el protagonista de la implacable Hab¨ªa mucha niebla, humo o no s¨¦ qu¨¦, de Cristina Rivera Garza, sino que est¨¢ en la ra¨ªz misma de la indagaci¨®n a la violencia mexicana a la que se han lanzado con todas las ambiciones literarias posible el imprescindible Emiliano Monge y los tambi¨¦n inesperados Juan Pablo Villalobos y Yuri Herrera. Que otro de los grandes escritores mexicanos de hoy, Juli¨¢n Herbert, venga (y vuelva) de la poes¨ªa es quiz¨¢s tambi¨¦n una se?al de la relaci¨®n con el lenguaje que marca su generaci¨®n. Una se?a de identidad, la relaci¨®n con la poes¨ªa, que Herbert comparte con el chileno Alejandro Zambra, el peruano Jer¨®nimo Pimentel y los argentinos Pedro Mairal y el fulgurante Fabi¨¢n Casas. Tampoco est¨¢n nunca lejos del verso el colombiano Juan C¨¢rdenas y el chileno Mat¨ªas Celed¨®n, autores de una obra que no se parece a nadie ni a nada.
Si Rulfo, Borges o Silvina Ocampo, fantasma del que la argentina Mariana Enr¨ªquez ha sabido extraer los m¨¢s curiosos secretos, son m¨¢s actuales que nunca, nada parece haber envejecido m¨¢s que los manifiestos de McOndo o del Crack mexicano. Su obsesi¨®n por dar por superado el boom, que contrastaba con su fascinaci¨®n por la figura mundana de Fuentes, Garc¨ªa M¨¢rquez o Vargas Llosa, deja a sus hermanos menores entre perplejos e indiferentes. Alberto Fuguet tuvo al menos la audacia de llevar esa doble obsesi¨®n hasta el l¨ªmite, es decir, el delirio, en Sudor. Lejos de la pretensi¨®n de escribir en un espa?ol neutro, Gabriela Alem¨¢n, que es ecuatoriana, acaba de publicar Humo, la mejor novela paraguaya desde Yo el Supremo, de Roa Bastos. Por su parte, la chilena Lola Larra a?ade c¨®mics a sus novelas mientras su compatriota Miguel Lafferte escriben con humor sobre la colonia Dignidad, un enclave alem¨¢n en el sur de Chile donde se ejerc¨ªa la tortura y la pedofilia a diario. La violencia es tambi¨¦n la protagonista de la obra de otra chilena, Nona Fern¨¢ndez, y de un modo terriblemente personal en la de Renato Cisneros.
Nada, o casi, tienen que ver los libros de Carlos Fonseca, Alejandra Costamagna, ?lvaro Bisama o Diego Z¨²?iga, a no ser justamente que no son ligeros, ni internacionales, ni se hacen los tontos con el pasado de los pa¨ªses en que escriben, o contra el que escriben en el caso de la chilena Lina Meruane. El peruano Jerem¨ªas Gamboa escribe con ansia, con rabia, con una indesmentible gana que escapa del todo a la iron¨ªa y la distancia a la que nuestra pol¨ªtica deber¨ªa obligarnos. Con m¨¢s pudor, tambi¨¦n desde su historia personal se preguntan por la historia del pa¨ªs el argentino Mauro Libertella y la mexicana Guadalupe Nettel.
La mayor parte de esos libros y sus autores no puede permitirse quiz¨¢s el lujo de intentar la novela total del boom, como no pueden permitirse el lujo de la revoluci¨®n que embriag¨® a sus mayores. Pero le¨ªdo con la distancia necesaria siguen contando la eterna historia del Comala de Rulfo, del Santa Mar¨ªa de Onetti, del Macondo de Garc¨ªa M¨¢rquez, de la Santa Teresa de Bola?o o de Open Door, el manicomio a cielo descubierto en que insiste en volver el argentino Iosi Havilio.
La literatura latinoamericana de hoy, cerca a¨²n de la fogata en que se cuentan cuentos para dormir, pero cerca tambi¨¦n de la ciudad alucinada y ruidosa, conserva esa que era quiz¨¢s la f¨®rmula del boom: unas ganas primitivas de contar y fundar mitos, y una conciencia sofisticada de las formas de c¨®mo destruirlos. La literatura latinoamericana es hoy como ayer, una literatura tan viva que puede darse el lujo de dejar hablar a los muertos.
Rafael Gumucio (Santiago de Chile, 1970) es autor de novelas como ¡®El gal¨¢n imperfecto¡¯ y ¡®Milagro en Hait¨ª¡¯ (Literatura Random House).
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