Celestinaje

Si ya no hay cadena generalista que no incluya un programa de cocina en su programaci¨®n, ahora le ha llegado el turno a los emparejamientos. Ya todas tienen su programa de celestinaje en la parrilla. La ¨²ltima en apuntarse es La 1 con Hotel Rom¨¢ntico, el programa m¨¢s absurdo de cuantos se pudieran imaginar. Todas las referencias que se encuentran en Google rechinan de cursiler¨ªa: que si una segunda oportunidad, que si el presentador est¨¢ acompa?ado por dos cupidos a cuales m¨¢s chistosos, que si enamorarse no es solo cosa de j¨®venes, que la ¨²nica condici¨®n es tener m¨¢s de 50 a?os y estar viudo o divorciada, o viceversa, que todo transcurre en un paisaje id¨ªlico (Davos, Suiza, mundialmente famosa por la concentraci¨®n anual de depredadores financieros y pol¨ªticos), y que si t¨² tienes First Dates, Mujeres y Hombres y viceversa o Contigo al fin del mundo, yo tengo Hotel Rom¨¢ntico en un hipot¨¦tico alarde de buscar la audiencia caiga quien caiga.

Naturalmente, lo primero que cae es el concepto de privacidad, algo hasta ahora indispensable para la cuesti¨®n del amor. Sabido es que con el paso de los a?os el ser humano se libera de s¨ª mismo. Ya no hace falta tanta hipocres¨ªa social, pero de ah¨ª al exhibicionismo de las propias miserias hay todo un mundo. Con la edad cada vez se comprende mejor la frase de Cioran de que "el amor es la uni¨®n de dos babas", y eso es precisamente lo que no han comprendido los creadores de Hotel Rom¨¢ntico que necesitan recubrir de t¨®picos remilgados su programa.

Tiempo hubo en el que la ciudadan¨ªa hu¨ªa de las c¨¢maras como del diablo. Ahora ya solo huyen de ellas los delincuentes de guante blanco. Con eso juegan las productoras que buscan las coyundas, un t¨¦rmino que significa indistintamente uni¨®n conyugal, sujeci¨®n o dominio y correa fuerte y ancha con que se uncen los bueyes, sin duda otras inteligentes definiciones del amor.