¡°?Todo el mundo al suelo!¡±, otra vez: el 23-F revive en el Congreso con la filmaci¨®n de la serie ¡®Anatom¨ªa de un instante¡¯
La visita al rodaje en las propias Cortes remueve la memoria de aquella dram¨¢tica jornada de hace 43 a?os. Haber participado en el golpe acent¨²a la impresi¨®n
El otro s¨¢bado volv¨ª a entrar en el Congreso de los Diputados, 43 a?os, 10 meses, 25 d¨ªas, 6 horas y 45 minutos despu¨¦s de la ¨²ltima vez, que fue durante el 23-F y como Polic¨ªa Militar golpista (a la fuerza). Ahora regresaba desarmado, sin casco y por la puerta de detr¨¢s. Se rodaba Anatom¨ªa de un instante, serie basada en el c¨¦lebre libro de 2009 de Javier Cercas, y yo iba a hacer un reportaje de la filmaci¨®n, cargado esta vez no de municiones sino de bol¨ªgrafo, papel y recuerdos, y pasando continuamente del pasado al presente y de la la realidad a la ficci¨®n.
El Congreso estaba de nuevo lleno de guardias civiles, que impresionaban lo suyo, aunque uno vapeara y otro se entretuviera leyendo El lobo estepario, de Herman Hesse, algo que desde luego no hac¨ªan ninguno de los guardias de Tejero con los que me top¨¦ aquella noche de 1981 y que me daban palmaditas en la espalda crey¨¦ndome uno de los suyos (lo que nominalmente era) a la vez que me preguntaban ¡°chico, ?cu¨¢ndo llegan los tanques?¡±. Tampoco iban entonces los guardias por los pasillos repitiendo a coro jocosamente ¡°todo el mundo al suelo, todo el mundo al suelo¡± como esta vez entre toma y toma. En los lavabos de las Cortes, mientras trataba de reconocerme en la imagen que me devolv¨ªa el espejo y que no era ya para nada la de aquel joven soldado uniformado y sobrepasado por la situaci¨®n, son¨® el ruido de la descarga de una cisterna, se abri¨® la puerta y apareci¨®, abroch¨¢ndose el cintur¨®n, ?el mism¨ªsimo comandante Ricardo Pardo Zancada! Tragu¨¦ saliva y me cuadr¨¦ instintivamente. Pardo Zancada, en traje de campa?a, me sonri¨® bajo la gorra negra de tanquista en la que brillaba la estrella de ocho puntas de su rango (esas cosas no se olvidan). A¨²n no me hab¨ªa recuperado de la impresi¨®n (fue ¨¦l el que nos meti¨® en el Congreso), y de hecho pensaba que me iba a desmayar, cuando son¨® otra descarga se abri¨® una segunda puerta y se materializ¨®, visiblemente aliviado, el teniente general Jos¨¦ Luis Aramburu Topete. No eran ellos de verdad, claro: Aramburu Topete muri¨® en 2011 y Pardo Zancada, que cuenta 89 a?os, hace tiempo que ya no va de uniforme (lo expulsaron del Ej¨¦rcito). Juan Viera, que encarna al comandante en algunas escenas, es en realidad venezolano y no ten¨ªa ni idea ¡ªse lo expliqu¨¦ yo tras recobrarme del susto¡ª de que la gorra con la que se tocaba era la reglamentaria de carrista de entonces de la Brunete (anterior a la boina), que tanto nos costaba colocarnos bien.
Cuando entr¨¦ en el Congreso metralleta en mano aquel lejano 23-F (en puridad ya el 24 pues llegamos a la 1:30 de la madrugada) ten¨ªa 23 a?os y era soldado de reemplazo ¡ªes decir que hac¨ªa la mili¡ª en la compa?¨ªa n¨²mero 1 de Polic¨ªa Militar de la Divisi¨®n Acorazada, que prestaba servicio en el cuartel general de la unidad blindada en El Pardo, lugar inolvidable en el que para crear ambiente lo primero que te encontrabas era un viejo p¨¢nzer nazi (hoy en El Goloso) en un parterre con flores. Mi compa?¨ªa y otros efectivos reba?ados en el acuartelamiento, poco m¨¢s de un centenar de militares, fue todo lo que pudo llevar aquella noche Pardo Zancada para unirse a la ocupaci¨®n del Congreso de Tejero y sus guardias civiles y tratar de empujar a la divisi¨®n, a la desesperada, a que se uniera efectivamente al golpe. Esto (que cuenta muy bien Cercas) lo he sabido despu¨¦s, entonces solo sab¨ªa que hac¨ªa frio, que era muy tarde, que vaya l¨ªo, mam¨¢, y que nos enviaban a cumplir una misi¨®n que no sab¨ªamos cu¨¢l era. Nos hab¨ªan dicho horas antes que asaltar¨ªamos el diario EL PA?S para impedir a toda costa su publicaci¨®n: ahora, ya sin metralleta, solo represento una amenaza para el diario cuando me paso de largo con los textos.
Al final, nuestra columna fue a parar, sin saber nosotros los soldados c¨®mo ni por qu¨¦ y lo que era m¨¢s inquietante, para qu¨¦ y a favor de qui¨¦n, al Congreso, pasando a formar parte integral del meollo de aquella noche loca, secci¨®n Hermanos Marx. Desde que acab¨® todo y salimos, hacia mediod¨ªa del 24, en nuestros veh¨ªculos de vuelta al cuartel de El Pardo, no hab¨ªa vuelto a entrar en el Congreso de los Diputados. Durante unos a?os corri¨® la especie de que los que participamos en el golpe ¡ªincluso los que lo hicimos a la fuerza¡ª ten¨ªamos vetada la entrada.
Ahora volv¨ªa como invitado ¡ªmitad periodista mitad modesta reliquia de aquella jornada hist¨®rica¡ª de otra ocupaci¨®n del Congreso, esta de buen rollo pero tambi¨¦n una gran movida (500 figurantes): el rodaje de la serie de MovistarPlus+ producida por DLO y dirigida por Alberto Rodr¨ªguez, basada en el libro de Cercas que supuso el punto de inflexi¨®n, como lo hab¨ªa sido Soldados de Salamina para la Guerra Civil, de la mirada sobre el 23-F. El guion, de 200 p¨¢ginas, lo han escrito Rafael Cobos y Fran Ara¨²jo teniendo muy en cuenta que ¡°Cercas tiene una solidez que no tenemos ninguno¡±, pero a la vez que les corresponde a ellos el ¡°c¨®mo encarnar los hechos¡±.
Es dif¨ªcil explicar lo que se siente al regresar por primera vez, tantos a?os despu¨¦s, a un lugar donde pasaste uno de los momentos m¨¢s importantes (y peligrosos) de tu vida, que a la vez fue un acontecimiento hist¨®rico, y te encuentras envuelto en una recreaci¨®n muy realista de aquellos hechos. La cabeza da vueltas, las emociones te desbordan y naufragas en una tempestad de recuerdos.
¡°Lo siento, pero no est¨¢ en la lista¡±. El guardia a la puerta del Congreso consulta los papeles mientras me digo que la otra vez fue m¨¢s f¨¢cil entrar. Resulta que hay que acreditarse y lo hago en una tienda en el exterior montada al efecto y en la que guardan cola pacientemente cuatro extras ataviados de guardias civiles. Dentro, me pellizco y avanzo a la vez por el presente y el pasado mientras voy reconociendo espacios, escaleras, pasillos y salones cubiertos de alfombras. Me siento raro. Tambi¨¦n es verdad que he dormido poco y mal, aunque no tan poco y tan mal como el 23-F de verdad, cuando nos confinaron en el edificio de la compa?¨ªa mientras esper¨¢bamos las ¨®rdenes que nos llevar¨ªan finalmente a las Cortes. Nos hicieron echarnos en las literas con el uniforme de faena puesto, las botas, las trinchas, las cartucheras y nuestro caracter¨ªstico casco blanco de calimeros. Es dif¨ªcil conciliar el sue?o con casco. Hoy, adem¨¢s de todo lo que comporta revivir la aventura, en el hotel no funcionaba el agua caliente. Como talismanes para la jornada, este t¨²nel del tiempo, me he tra¨ªdo fotos de la mili, una carta a la que hoy es mi mujer (¡°desde el principio he cogido tu foto y la he llevado todo el rato en el bolsillo del chaquet¨®n¡±) y una de las insignias de PM que conservo. Llevo conmigo tambi¨¦n el libro de Cercas. La otra vez no llev¨¦ ninguno, y mira que es raro en m¨ª que siempre tengo miedo de aburrirme. Adem¨¢s, guardado debajo de la guerrera un libro hubiera podido amortiguar un balazo.
El primer gran momento de la vuelta al Congreso es en la M30, el pasillo circular que rodea el hemiciclo. En unas cajas en el suelo y colocadas tambi¨¦n en el mismo pueden verse numerosas pistolas (incluida la que usa Tejero en la serie) y metralletas Star Z (los subfusiles que llev¨¢bamos nosotros). Cojo una, reconociendo el peso y el tacto, y la sensaci¨®n de familiaridad es tremenda. Me pas¨¦ toda la noche el 23-F deambulando por el Congreso sin separarme del arma, que portaba colgada del hombro, con un cargador puesto y otros cuatro en las cartucheras (cien balas en total). ¡°Estas son imitaciones o inutilizadas, tenemos tambi¨¦n otras de munici¨®n de fogueo, pero aqu¨ª no nos han dejado entrar nada que dispare, todo es completamente de atrezo¡±, me explica el t¨¦cnico de armas de la empresa Soldiers, Javier Casanova. Le digo que le puedo garantizar que dan el pego y se me queda mirando sorprendido.
En la galer¨ªa tambi¨¦n pueden verse en mesas otros materiales de ¨¦poca para la pel¨ªcula: encendedores, cajetillas de tabaco (hay que ver c¨®mo se fumaba entonces), ceniceros, maletines, diarios, gafas, documentos (?el Pacto del cap¨®!). En uno de los salones est¨¢ instalado el Video village o Combo, como le llaman, el monitor de rodaje, en el que se puede mirar la escena en curso. Se est¨¢ rodando en el hemiciclo la reacci¨®n a la entrada de Tejero de los tres protagonistas principales del libro de Cercas, Adolfo Su¨¢rez (?lvaro Morte), Guti¨¦rrez Mellado (Manolo Solo) y Santiago Carrillo (Eduard Fern¨¢ndez), los tres ¨²nicos que permanecieron en sus asientos sin obedecer el grito de ¡°?todo el mundo al suelo!¡±. Pepe Dom¨ªnguez, director de arte, destaca la ¡°maravilla¡± y el privilegio y la responsabilidad de poder filmar in situ. Y recalca la dificultad de representar y revivir algo que est¨¢ en el recuerdo de todos (y de alguno ni te digo). ¡°Hay que afinar mucho¡±, sostiene. Se han cambiado sillones en las bancadas para que se parezcan m¨¢s a los de entonces.
Una regidora pide silencio a gritos. El monitor muestra en primer plano a Carrillo, con su eterno cigarrillo. ¡°?Motor!¡±. Se rueda. Resuenan los disparos, Carrillo / Fern¨¢ndez se estremece un poco pero se queda sentado mientras sus compa?eros de bancada se lanzan de cabeza al suelo. La escena es a c¨¢mara lenta, lo que permite ver c¨®mo caen, a la manera de una peque?a nevada, fragmentos de yeso del techo. ¡°?Una m¨¢s!¡±, ¡°buena, cambiamos de plano¡±.
Aparece en la sala un guardia civil con tricornio y detr¨¢s de ¨¦l el director, Alberto Rodr¨ªguez. ¡°Tenemos tres d¨ªas para rodar aqu¨ª, vamos a toda velocidad, hemos tenido que aprovechar a tope la ventana que nos han dado, lo que no podamos hacer habr¨¢ que rodarlo en estudio¡±, explica. Entra Guti¨¦rrez Mellado, se asoma al monitor y suelta: ¡°?Qu¨¦ guay!¡±. Luego llega Su¨¢rez. Tanto Solo como Morte llevan elementos de maquillaje para sus personajes (calva y nariz, respectivamente). Se suma el productor ejecutivo, Jos¨¦ Manuel Lorenzo. ¡°Ha sido muy dif¨ªcil conseguir el permiso, afortunadamente han visto claro que era algo serio¡±. Se trabaja con tres unidades simult¨¢neamente y aun as¨ª, temen que no se pueda rodar todo lo planificado. Est¨¢ previsto filmar tambi¨¦n en El Pardo y la Moncloa y acabar el rodaje de la serie ¡ªque ha empezado aqu¨ª, en el Congreso¡ª en junio, luego quedar¨¢ el montaje y que MovistarPlus+ encaje los cuatro episodios de 50 minutos de Anatom¨ªa de un instante en su parrilla. Los tres primeros cap¨ªtulos corresponden a Su¨¢rez, Carrillo y Guti¨¦rrez Mellado, mostrando sus trayectorias que culminan en el instante cercasiano, mientras que el cuarto est¨¢ dedicado al juicio del 23-F. La idea es seguir fielmente el esp¨ªritu del relato de Cercas, su interpretaci¨®n de los hechos, ¡°contar la historia y hacerla entretenida¡±, aunque con el matiz, se?ala Fran Ara¨²jo, de que ¡°hay la misma distancia temporal del golpe al libro que del libro a la actualidad, y no puedes ver los hechos exactamente igual; hoy por ejemplo hay mucha gente que piensa que hay que hacer lo que haga falta para desbancar a S¨¢nchez¡±. El objetivo principal es conseguir que cualquiera pueda entender bien el golpe con la serie. Y se aspira a enganchar a la gente joven. Un reto es ¡°no caer en la caricatura ni el teatrillo¡±, y por ello se ha apostado por grandes actores. Ara¨²jo considera importante que se entiendan las motivaciones de todos, incluidos los golpistas, ¡°que cuando hablaban de salvar a la patria lo cre¨ªan de verdad¡±. Y luego, a?ade, est¨¢ tambi¨¦n ¡°el lado Berlanga del 23-F¡¡±.
Rodriguez se ha rodeado de su equipo habitual. ¡°Si¨¦ntete libre de moverte por donde quieras¡±, me dice amablemente. Intento no molestar y no dar ideas, ni siquiera buenas ideas, como lo de poner muchos guardias civiles arriba, en la tribuna de p¨²blico, donde estuvieron toda la noche apuntando con Cetmes a los diputados: lo s¨¦ porque los vi, y estuve entre ellos, camuflado como un golpista m¨¢s.
Saludando al pasar el busto de Juli¨¢n Besteiro, entro al hemiciclo. La gente del cine lo ha ocupado con sus aparatos, sus cables y su despliegue de tecnolog¨ªa, disciplina y urgencia. ?Vaya plat¨®! Un gigantesco globo de iluminaci¨®n blanco en forma de dirigible cuelga sobre nuestras cabezas poniendo una nota surrealista. Un ayudante distribuye guardias civiles y ujieres por el espacio con un puntero l¨¢ser mientras se va echando humo para recrear la atm¨®sfera cargada de las sesiones parlamentarias de la ¨¦poca; en el golpe del 23-F todo el mundo fumaba, y mucho. Me doy casi de bruces con un teniente coronel de la guardia civil que se encuentra en un rinc¨®n muy discretamente. ¡°Hoy no hay Tejero de verdad¡±, me informa un t¨¦cnico, ¡°es un figurante para el juego de luces¡±. A Tejero lo interpreta en la serie David Lorente. Armada es Juanma Navas, y el Rey, Miki Esparb¨¦.
Se rueda ahora la escena en la que los guardias civiles se llevan del hemiciclo a Carrillo, que pens¨® que no era precisamente para que les contara su versi¨®n de Paracuellos. Claqueta, ¡°acci¨®n¡±. Otra toma. Al acabarla, Eduard Fern¨¢ndez se quita una pr¨®tesis que es como un protector bucal de boxeo (sac¨® la idea de la interpretaci¨®n de Marlon Brando en El padrino). Es incre¨ªble su capacidad de transformaci¨®n: mientras va bajando hacia m¨ª pasa de ser el secretario general del PC (c¨®mo convive ah¨ª dentro Millan Asray es un misterio) al tipo de siempre. Vaya a?o, Eduard. Sonr¨ªe. Considera que lo mejor de momento es su Enric Marco de Marco, basada en El impostor (otro Cercas), y de repente suelta una frase ronca y el personaje mentiroso se materializa. ¡°A¨²n lo tengo¡±, establece. Carrillo, Marco, Fern¨¢ndez¡, es dif¨ªcil no sentirse hoy confuso. El actor no conoce a¨²n personalmente a Cercas. Hablamos de la espl¨¦ndida versi¨®n teatral de Anatom¨ªa de un instante que mont¨® ?lex Rigola en el Lliure en 2021. Una voz amplificada suelta entonces: ¡°La figuraci¨®n, al bar del Congreso para bocadillo¡±. Lo que me recuerda a cuando nosotros mismos fuimos al bar aquella noche y un guardia civil, con el Cetme cruzado a la espalda, me cort¨® unas lonchas de jam¨®n y me puso en las manos una coca-cola y una lata de barquillos.
Aprovechando la pausa del rodaje me voy a dar una vuelta por el Congreso, siguiendo los pasos de la otra vez. Cuando entramos entonces, nos agruparon en la sala de prensa del edificio nuevo, donde, tras contarnos (no se hubiera despistado alguno), asustarnos un poco m¨¢s de lo que est¨¢bamos y lanzarnos un par de arengas (¡°?Viva Espa?a!¡±), los mandos nos dejaron tranquilos hasta que hicieran falta, Dios no lo quisiera, nuestros servicios. Mientras los oficiales iban a sus cosas de golpistas, unos cuantos soldados, tras los primeros momentos de asimilar lo inasimilable, decidimos movernos por ah¨ª, algunos por curiosidad natural y otros pensando en buscar un lugar donde escondernos si las cosas se pon¨ªan mal, es decir, peor. A m¨ª, el paseo me llev¨® varias veces al hemiciclo. Hoy todo est¨¢ cambiado pero es reconocible, hasta el punto de que me parece que en cualquier momento van a aparecer Zequi, Adolf, Mariano, Jaume, Carles, Alfonso o Rafa para debatir por lo baj¨ªn qu¨¦ hacemos si empiezan los tiros. De alguna manera, hoy vuelven a estar aqu¨ª todos conmigo.
En el exterior del Congreso, adonde salgo por el patio interior, donde est¨¢ aparcado el coche original de Su¨¢rez ¡ªuna de las pocas cosas aut¨¦nticas del 23-F en el rodaje, como el taqu¨ªgrafo del hemiciclo, que han recuperado, y yo mismo¡ª, se est¨¢n montando escenas de masas. Polic¨ªas, guardias civiles, curiosos, periodistas (hay que ver como vest¨ªan los colegas entonces). Una c¨¢mara filmar¨¢ desde un balc¨®n del Palace. ¡°Va a ser el plano m¨¢s caro de mi carrera¡±, oigo decir al productor. ¡°Rodaremos con VFX para luego limpiar lo que no es de ¨¦poca¡±. Han colocado hasta una cabina de tel¨¦fono como la que hab¨ªa y desde la que telefone¨¦ a casa al llegar en la llamada m¨¢s idiota de mi vida (¡°no os preocup¨¦is, estoy en las Cortes¡±). Paso junto unos diputados que ya est¨¢n saliendo liberados del Congreso ¡ªen el rodaje las cosas no se filman en orden cronol¨®gico, lo que hace a¨²n m¨¢s desconcertante la jornada¡ª y me detengo a hablar al lado de un Fiat 131 beige con Aramburu Topete (Rafa Blanco), que me reconoce de los lavabos, y un teniente coronel que encarna Luis Meco y que resulta ser Eduardo Fuentes G¨®mez de Salazar, el art¨ªfice del Pacto del cap¨® que exoner¨® a tantos golpistas, entre ellos a mis tenientes, los Pitufos.
Sigo paseando por el ayer y el hoy, veo los autocares de los que descendieron los guardias civiles de Tejero (a uno de ellos que me dice que es capit¨¢n lo degrado a teniente: le se?alo que lleva solo dos estrellas), y, para mi emoci¨®n, los Land Rovers de nuestra columna. Son exactos. Hasta lucen las calcas rojas de la divisi¨®n acorazada. Me acerco a uno, abro la portezuela y me meto dentro. El olor a metal viejo, grasa y combustible me deja anonadado. Aquella noche iba en el veh¨ªculo del capit¨¢n Carlos ?lvarez Arenas. El transmisor de radio crepitaba. Todos guard¨¢bamos silencio mientras cruz¨¢bamos Madrid. Y entonces atravesamos los cordones de polic¨ªa y paramos delante de los leones. Bajo del Land Rover sin saber si voy a aparecer en el ahora o hace 43 a?os. Y entonces veo a los polic¨ªas militares, a nosotros. Dentro de lo emocionante del momento, digno del gato de Schr?dinger, detecto algunos fallos: el escudo redondo del hombro luce las iniciales PM en azul y no en rojo, y las de los cascos son en negro (tambi¨¦n eran rojas), adem¨¢s van sin chaquet¨®n. Me acerco y les digo ¡°fui uno de vosotros de verdad¡±, una frase que les cuesta entender. Me busco a m¨ª mismo en la tropa, pero no me encuentro. Podr¨ªa haberle dicho tantas cosas a ese joven. Que no se preocupara, que no pasar¨ªa nada, que la democracia vencer¨ªa, m¨¢s o menos. Que vivir¨ªa muchos a?os y cosas con las que ahora solo pod¨ªa so?ar; le advertir¨ªa para que no cayera en mis mismos errores y le revelar¨ªa que ser¨ªa esencialmente feliz, y que volver¨ªa a llevar el pelo largo. Y que un d¨ªa lejano visitar¨ªa el rodaje de una pel¨ªcula sobre eso que estaba viviendo.
Definitivamente turbado, regres¨¦ al interior del Congreso bajo la mirada de los leones, otra vez.
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