Los nazis no pudieron impedir el ¡®milagro¡¯
En la localidad alemana, el Ej¨¦rcito de EE UU logr¨® cruzar el Rin al final de la Segunda Guerra Mundial sin mojarse los pies
Llegu¨¦ a Remagen para ver un puente que no existe y me llev¨¦ un trozo en el bolsillo por la m¨®dica cantidad de 33 euros. El puente de Remagen, tomado por tropas de EE UU al final de la Segunda Guerra Mundial (el 7 de marzo de 1945) en un golpe de suerte y audacia considerado tan milagroso (no para los alemanes) como la evacuaci¨®n de Dunkerque al principio, es uno de los grandes iconos de la contienda, con pel¨ªcula y todo, y figura entre las estructuras de su clase m¨¢s famosas y ¨¦picas. El problema, para los mit¨®manos, es que ya no est¨¢.
En Remagen (a 25 kil¨®metros al sur de Bonn), los estadounidenses encontraron para su enorme sorpresa y alegr¨ªa un puente intacto sobre el Rin, lo que les permiti¨® cruzar con mucha m¨¢s facilidad y menos bajas de lo esperado, sin mojarse los pies, esa gran barrera natural y enfilar hacia el coraz¨®n de Alemania y el fin de la guerra. Hitler pill¨® un berrinche de aqu¨ª te espero, y tambi¨¦n Montgomery, que se reservaba para ¨¦l y los brit¨¢nicos (por este orden) el honor de pasar primeros el r¨ªo.
Yo hab¨ªa querido ir all¨ª desde que de ni?o vi el famoso y emocionante filme de 1969 sobre el episodio b¨¦lico, El puente de Remagen, y le¨ª el famoso libro de Paul Berben y Bernard Iselin con el mismo t¨ªtulo, publicado por Juventud en 1972.
Hoy, viajar a Remagen bajo la advocaci¨®n de su legendario puente puede parecer algo realmente muy absurdo, pues la estructura, afectada por los intentos fallidos de demolici¨®n de los alemanes y los rabiosos ataques posteriores a su captura (que incluyeron echarle de todo: disparos de artiller¨ªa, bombardeos de la aviaci¨®n, y hasta el uso de cohetes V-2, de submarinistas de las SS y del formidable mortero de 540 mm Karl), se desplom¨® diez d¨ªas despu¨¦s de caer en manos enemigas ¡ªy tras haber pasado a la otra orilla suficientes unidades para romper las l¨ªneas de defensa nazis¡ª, el 17 de marzo de 1945. Pero aunque el puente de Remagen ya no exista, visitar el lugar de su emplazamiento es una experiencia que vale mucho la pena.
Arrib¨¦ en coche por carretera desde Colonia, tras cruzar Bonn y dudando todo el rato si ir¨ªa a parar al lado correcto del r¨ªo, el oeste, que es donde se encuentran Remagen y el museo consagrado a la memoria de su puente. Si me equivocaba lo iba a tener m¨¢s dif¨ªcil para cruzar que la 9? Divisi¨®n Blindada, pues, como queda dicho, no hay puente. Acert¨¦: ah¨ª estaba Remagen, un pueblo muy bonito, muy diferente del devastado en los ¨²ltimos compases de la Segunda Guerra Mundial. Aparqu¨¦ y baj¨¦ corriendo, con el coraz¨®n desbocado, hasta a la orilla, a ver el puente que no exist¨ªa m¨¢s que en mi cabeza (?cabeza de puente!). El Rin, decimoquinto r¨ªo del mundo en volumen, discurr¨ªa verde, ancho y poderoso. No es extra?o que el objetivo de cruzarlo les pareciera a los Aliados una pesadilla similar al desembarco en Normand¨ªa.
Observ¨¦ en ambas orillas las caracter¨ªsticas grandes torres de piedra (dos a cada lado) entre las que estuvo tendido el puente. Pero incluso los pilares (que fueron retirados de en medio del r¨ªo en 1977 para evitar peligros a la navegaci¨®n) hab¨ªan desaparecido. En el d¨ªa pl¨¢cido y soleado todo lo que recordaba la batalla por el puente y la desesperada carrera de los hombres de la Compa?¨ªa A del 27? Batall¨®n de Infanter¨ªa Acorazada mientras los alemanes trataban de volarlo era el reclamo de un pico picapinos que sonaba como el staccato de una ametralladora MG 42.?
Una cadena de tanque
El museo (bautizado con correcci¨®n pol¨ªtica Museo de la Paz) ocupa los diferentes pisos de las dos torres del lado de Remagen y est¨¢ lleno de estupendas sorpresas, incluido un trozo de cadena de un tanque Sherman, cascos y otro equipamiento militar de ambos bandos recuperado en el lugar, fragmentos de una V-2 y de un bombardero a reacci¨®n Arado 234 que se estrell¨® al atacar la estructura, y diversas exposiciones, como la dedicada a la vida de la guarnici¨®n alemana, a las v¨ªctimas civiles o las unidades estadounidenses que tomaron el puente. Los h¨¦roes del momento, interpretados muy libremente en el filme por Ben Gazzara y George Segal, fueron el sargento de la Compa?¨ªa A Alex A. Drabik, el primero en cruzar, mientras le disparaban y pensando que en cualquier momento el puente saltar¨ªa por los aires, y su teniente, Karl H. Timmermann, de or¨ªgenes alemanes, nacido en Frankfurt aunque creci¨® en Nebraska. En el otro bando, la pifiaron los oficiales a los que se hab¨ªa confiado la responsabilidad de volar el puente. Hubo fallos t¨¦cnicos y el azar jug¨® tambi¨¦n pero sin duda fue definitivo el caos reinante entre los militares alemanes. Hitler hizo ejecutar sumariamente (de un tiro en la nuca) por cobard¨ªa a 4 oficiales, entre ellos el que ten¨ªa el mando, el mayor Hans Scheller. En la pel¨ªcula lo encarna, bajo el nombre de Paul Kruger, el actor Robert Vaughn, al que los guionistas le otorgan un pelot¨®n de fusilamiento y un ¨²ltimo cigarrillo.
El puente Ludendorff (por el general alem¨¢n) o Ludy como lo rebautizaron los estadounidenses, fue construido entre 1916 y 1918 para servir a otra guerra mundial, la primera. Inclu¨ªa una v¨ªa f¨¦rrea. En 1945 estaba preparado un plan minucioso para volarlo cuando se acercaran los Aliados y hubieran podido pasar al otro lado los ¨²ltimos contingentes alemanes. Pero las cargas (600 kilos de TNT repartidos en 60 puntos), hechas estallar en el ¨²ltimo momento, ya en presencia de la infanter¨ªa enemiga, no funcionaron bien. Un sargento ingeniero alem¨¢n tuvo que activarlas manualmente bajo fuego estadounidense. El puente peg¨® un brinco con la explosi¨®n, pareci¨® levitar, pero al disiparse el humo segu¨ªa en pie. Uno casi puede imaginarse a los soldados de Timmermann mir¨¢ndose unos a otros estupefactos y palp¨¢ndose para ver si continuaban de una pieza, y a los alemanes exclamando: ¡°?Ay, madre!¡±.
A la salida del museo me detuve en la peque?a tienda de recuerdos y adquir¨ª un peque?o trozo del puente (autentificado) de los que se venden para financiar el museo. As¨ª que ya lo saben, si alguien quiere ver el m¨ªtico puente de Remagen, puede pasar por casa.
La pel¨ªcula y los rusos
El museo del puente de Remagen alberga una exposici¨®n sobre la pel¨ªcula de 1969 de Hollywood consagrada al episodio, dirigida por John Guillermin, que tuvo una emotiva premi¨¨re en la localidad (se exhiben los tickets). El filme no se rod¨® en realidad en Remagen ¡ªpor razones obvias: no hab¨ªa puente¡ª sino en Checoslovaquia, en Davle, que tiene un puente muy parecido al de Remagen, sobre el Moldava.
El rodaje, con 5.000 extras, fue muy accidentado porque durante el mismo (en 1968) tuvo lugar la invasi¨®n sovi¨¦tica que acab¨® con la Primavera de Praga y no era como para estarte paseando con tropas disfrazadas y carros estadounidenses M24 mientras los tanques rusos se ense?oreaban del pa¨ªs. Medios de la RDA incluso hicieron circular que el contingente de ficci¨®n eran agentes de la CIA camuflados. Migs y helic¨®pteros de la URSS sobrevolaron el puente mientras se rodaba. Hubo que acabar la pel¨ªcula en Castelgandolfo, donde se construy¨® una r¨¦plica de la r¨¦plica del puente. Como sintetiz¨® un coronel de EE UU asesor del filme: ¡°?Demonios, nos cost¨® dos d¨ªas capturar el puente de Remagen y para hacerlo en la pel¨ªcula hemos tardado cien!¡±.
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