Libro de estilo para los que cuentan el f¨²tbol
Las retransmisiones ganar¨ªan si alguien se atreviera, como hac¨ªa Miguel Ors, a explicar con sobriedad lo que pasa cuando no pasa nada
Miguel Ors es de una buena estirpe de contadores del f¨²tbol y esto que sucedi¨® rinde homenaje a su concisi¨®n profesional ante el c¨¦sped y ante las c¨¢maras.
Lo cont¨® Luis Carandell en su Celtiberia Show de Triunfo y hoy deber¨ªa servir para el libro de estilo de los que cuentan, con c¨¢maras, los partidos de f¨²tbol.
En aquella ¨¦poca, los a?os setenta de la pasada era, todav¨ªa eran muy exiguos los materiales de retransmisi¨®n de los partidos. El narrador estaba solo en su cub¨ªculo, ante el rect¨¢ngulo de juego; a su disposici¨®n estaban las alienaciones de futbolistas y de ¨¢rbitros, y poco m¨¢s. Como si se hallaran ante una llanura llena de azares, deb¨ªan confiar, como Mat¨ªas Prats, que fue el maestro, en su memoria asociativa para relacionar lo que pasaba en el campo con el pasado y con el presente. Los que eran menos atrevidos que el famoso speaker espa?ol, que llamaba por todos sus apellidos a los futbolistas, se mostraban extremadamente sobrios, temerosos de que cualquier exceso irritara a la parroquia.
Aparte de la presencia (radiof¨®nica) de Enrique Mari?as, ilustre voz gallega, que acompa?aba a don Mat¨ªas por todo el mundo como el ?lvaro Cunqueiro de las retransmisiones, con su retranca gallega y su poder, tambi¨¦n gallego, de met¨¢fora, ninguno de aquellos solitarios de las cabinas contaba con la ayuda de la que hoy disponen los actuales speakers. En la radio, que fue la pionera, la soledad era absoluta, y en la televisi¨®n resultaba abrumadora. Tanto suceso en el campo, y un solo hombre (nunca una mujer, por cierto) para contarlo. Como Miguel Ors, que vino despu¨¦s de don Mat¨ªas y antes, por ejemplo, que el tambi¨¦n impar Jos¨¦ ?ngel de la Casa.
Las cosas cambiaron cuando Alfredo Rela?o y Juan Cueto consiguieron que Canal + revolucionaran el modo de contar el f¨²tbol, con Carlos Mart¨ªnez y con Michael Robinson, el ingl¨¦s al que Cueto prohibi¨® hablar espa?ol. Entonces las cabinas se llenaron de comentaristas; la radio sigui¨® el sistema y ahora el f¨²tbol no s¨®lo se cuenta como quer¨ªa el poeta Jos¨¦ Hierro que se contaran las cosas, ¡°sin vuelo en el verso¡±. Ahora el f¨²tbol se cuenta, se recuenta, se sobreentiende, se r¨ªe, y hasta se canta; se imita a los jugadores mientras est¨¢n en el campo, y un nutrido grupo de comentaristas no s¨®lo emite juicios sobre lo que pasa sino que cumple con la tarea de entretener los numerosos tiempos muertos que se producen en la cancha a veces cansinas de los partidos de f¨²tbol.
Gracias a esa multiplicaci¨®n de voces ya los speakers no est¨¢n solos, ni en las cabinas de la radio ni en los cub¨ªculos de la televisi¨®n. Numerosos asistentes de calidad a?adida irrumpen con sus juicios, sus adivinaciones y su memoria a asistir a los esforzados narradores, que de ese modo disponen de una especie de jueces de l¨ªnea que les van se?alando misterios a los que ellos no han podido llegar. A ello se ha unido, desde que Rela?o y Cueto hicieron que el f¨²tbol fuera retransmitido por un coro, el ¨¢rbitro que critica la labor de sus colegas; ese ¨¢rbitro ha llegado a ser tan importante como el propio partido.
Claro, eso produce nostalgia de aquellos speakers de las primeras retransmisiones televisivas. Cuando oigo tal marem¨¢gnum de voces que llenan los tiempos muertos de los que tanto hay en los partidos de f¨²tbol recuerdo aquellos esfuerzos por llenar (como dir¨ªa Cort¨¢zar) los silencios de la conversaci¨®n que inevitablemente provoca el f¨²tbol. Y me acuerdo, claro, de esa an¨¦cdota que Luis Carandell cuenta de Miguel Ors.
Estaba Ors retransmitiendo un partido en el que no pasaba nada. Y de pronto la c¨¢mara ofreci¨®, sobre el verde del c¨¦sped, la imagen del bal¨®n. Fiel a su oficio, el excelente narrador dijo, simplemente: ¡°Se?ores, este es el bal¨®n¡±. A veces pienso que las retransmisiones de ahora ganar¨ªan si alguien se atreviera, como Ors, a explicar as¨ª, con tanta sobriedad, lo que pasa cuando no pasa nada.
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