El arte sin freno
H¨¦lio Oiticica, que protagoniza una retrospectiva en el Museo Whitney, llev¨® al l¨ªmite la integraci¨®n creativa con el entorno y las pasiones
Una de las exposiciones m¨¢s especiales de todo el verano neoyorquino, y una de las m¨¢s concurridas, probablemente sea Organizar el delirio, exquisita retrospectiva que el Museo Whitney ha dedicado a la obra del brasile?o H¨¦lio Oiticica (1937-1980), artista fundamental del siglo XX, cuya reputaci¨®n a escala internacional no ha dejado de crecer desde que falleci¨® de manera repentina a los 42 a?os, v¨ªctima de un accidente cardiovascular. Oiticica fue una figura importante en Brasil, donde form¨® parte de movimientos como el Grupo Frente, el neoconcretismo y sobre todo el tropicalismo, que fund¨® con Caetano Veloso. ¡°Organizar el delirio¡±, expresi¨®n de Haroldo de Campos, poeta muy pr¨®ximo al artista, resume a la perfecci¨®n el sentido de una obra de una radicalidad pol¨ªtica y est¨¦tica explosivas. En 2009 se produjo un incendio en la casa familiar donde se guardaba provisionalmente el legado del artista, perdi¨¦ndose la mayor¨ªa de su obra, por lo que gran parte de la muestra es el resultado de un meticuloso proceso de reconstrucci¨®n.
De convicciones anarquistas, festivo y visceral, Oiticica fue tan inventivo como riguroso en sus planteamientos. Pocos artistas han llegado tan lejos como ¨¦l en sus investigaciones sobre la naturaleza del color en relaci¨®n con el tiempo, la luz, la arquitectura o la geometr¨ªa. Sus trabajos pict¨®ricos (Secos, Metaesquemas, Bilaterales, Invenciones), algunos realizados cuando ten¨ªa tan s¨®lo 18 a?os, son de una delicadeza, frescura y perfecci¨®n que siguen sorprendiendo hoy. A partir de ellos, la muestra da cuenta de la lucha de Oiticica por liberar a la pintura de sus limitaciones espaciales intentando hacer de ella un instrumento de intervenci¨®n social, capaz de integrar sensorialmente la creaci¨®n art¨ªstica con el entorno y con las pasiones del cuerpo. La original¨ªsima exploraci¨®n est¨¦tica de Oiticica le oblig¨® a concebir un vocabulario especial para sus ins¨®litas creaciones. Los b¨®lides (bolas de fuego) son estructuras-objeto construidas con gran diversidad de materiales que buscan implicar al espectador invit¨¢ndolo a manipularlas. Los parangol¨¦s eran capas de tela sint¨¦tica en las que los bailarines de la escuela de samba de la favela de Mangueira para quienes fueron dise?adas se enfundaban, integrando as¨ª su cuerpo en movimiento en la propia obra de arte. Los penetrables son construcciones precarias, inspiradas directamente en la arquitectura de las favelas.
La marginaci¨®n que vivi¨® Oiticica en Nueva York no fue simb¨®lica. Consumi¨®, trafic¨® y se sirvi¨® de la coca¨ªna como material art¨ªstico
Independientemente del formato, Oiticica quer¨ªa que sus obras fueran olidas, tocadas, o¨ªdas, gozadas visualmente, vestidas o penetradas, en una palabra, usadas por quien se acercaba a ellas. Su h¨¢bitat natural eran los espacios p¨²blicos. En una ocasi¨®n en que los miembros de la escuela de samba de Mangueira se presentaron en el Museo de R¨ªo de Janeiro bailando envueltos en parangol¨¦s fueron expulsados, continuando su festiva intervenci¨®n en la calle. La idea de los penetrables es adentrarse en estructuras que no se sabe bien ad¨®nde pueden llevar. Los hay de signo muy diverso. El Projeto C?es de Ca?a, de 1961 (el nombre designa a las estrellas de la constelaci¨®n de Ori¨®n), consta de cinco penetrables de distintos colores que conforman un jard¨ªn m¨¢gico con ¨¢reas destinadas a la experimentaci¨®n de la m¨²sica, la poes¨ªa o el teatro. El Cuadrado m¨¢gico (1978) es un penetrable al aire libre de una belleza visual sobrecogedora.
Entre las piezas m¨¢s idiosincr¨¢ticas de Oiticica figuran las cosmococas, creadas en colaboraci¨®n con su amigo Neville D¡¯Almeida. Se trata de obras directamente realizadas con rayas de coca¨ªna que siguen distintos trazados, como los rasgos del rostro de Jimi Hendrix que aparece en la portada de uno de sus elep¨¦s, trabajo realizado por Oiticica en Nueva York. Los a?os que pas¨® en esta ciudad (1970-1978) fueron un periodo intenso durante el cual el artista oper¨® en gran medida al margen de las instituciones. Su loft de la Segunda Avenida era un espacio abierto a la experimentaci¨®n en el que propici¨® gran diversidad de proyectos, como los cuasicinemas (historias visuales en bruto, a mitad de camino entre el cine y la fotograf¨ªa), o los babil¨®nicos (nidos o refugios propicios a la provocaci¨®n del acto est¨¦tico a salvo del peligroso contexto de las calles del babil¨®nico Manhattan).
Oiticica era homosexual y el Nueva York posterior a Stonewall le permiti¨® expresar su identidad como no le hab¨ªa sido posible hacerlo nunca antes. Le toc¨® vivir una ciudad doble: por una parte, Nueva York atravesaba una de las etapas m¨¢s duras e infernales de su historia, abandonada a su suerte por el Gobierno federal en medio de un estado de decrepitud extrema, con el trasfondo perenne de incendios provocados por intereses inmobiliarios. Simult¨¢neamente, la ciudad viv¨ªa una explosi¨®n de creatividad musical y art¨ªstica que jam¨¢s se ha vuelto a dar. En R¨ªo de Janeiro, Oiticica, que proced¨ªa de una familia privilegiada, hab¨ªa hecho de las favelas su centro de gravedad art¨ªstico.
De manera parecida, en Nueva York adopt¨® como escenario de su creatividad el barrio m¨¢s peligroso, el South Bronx, uniendo as¨ª pol¨ªtica y est¨¦ticamente a los destituidos de los dos enclaves, logrando ser aceptado por los miembros de las gangs del Bronx de manera semejante a como hab¨ªa conseguido relacionarse con los criminales de las favelas, arrastr¨¢ndolos milagrosamente en ambos casos hacia sus propuestas est¨¦ticas y haciendo bueno el lema por el que es m¨¢s conocido: ¡°S¨¦ marginal, s¨¦ un h¨¦roe¡± (la ense?a, impresa en un estandarte rojo con la silueta de un delincuente abatido a tiros por la polic¨ªa de R¨ªo, cuelga incongruentemente de una de las paredes as¨¦pticas del Whitney).
La marginaci¨®n que vivi¨® Oiticica en Nueva York no fue simb¨®lica. Adem¨¢s de servirse de la coca¨ªna como material art¨ªstico, Oiticica la consumi¨® desaforadamente y trafic¨® con ella, idealizando su poder de redenci¨®n en sus escritos (coincidiendo con las posturas de Mick Jagger y Lou Reed hacia la morfina o la hero¨ªna). Por supuesto, las grandes instalaciones hist¨®ricas de Oiticica, como Tropic¨¢lia (1967) y Ed¨¦n (1969), constituyen la parte central de Organizar el delirio. Son sus obras m¨¢s importantes y por tanto las m¨¢s conocidas y comentadas. Junto con Rijanviera (1979), instalaci¨®n inspirada en Finnegans Wake que el artista complet¨® poco antes de morir, se trata de obras que invitan al espectador a penetrar en las zonas que las integran (playas, r¨ªos, la flora, la fauna y la simbolog¨ªa m¨ªtica de Brasil, contempladas con burlona iron¨ªa). Perderse en ellas es una experiencia irrepetible. Con todo, es en las secciones dedicadas al trabajo realizado en Nueva York donde se encuentran las claves m¨¢s profundas y tambi¨¦n las m¨¢s perturbadoras de su arte.
Organizar el delirio. H¨¦lio Oiticica. Museo Whitney. Nueva York. Hasta el 1 de octubre.
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