El predilecto de Santa B¨¢rbara
¡®Billy Elliot¡¯ cautiva al p¨²blico en una producci¨®n propia impecable, en la que destaca el mano a mano interpretativo entre ni?os y adultos
Billy Elliot
Libreto y letras: Lee Hall.
M¨²sica: Elton John. Orquestaci¨®n: Martin Koch.
Int¨¦rpretes: ?scar P¨¦rez, Natalia Mill¨¢n, Carlos Hip¨®lito, Adri¨¢n Lastra, Mamen Garc¨ªa, Juan Carlos Mart¨ªn, Noem¨ª Gallego, Axel Amores, Beltr¨¢n Remiro, Aranzazu Z¨¢rate.
Caracterizaci¨®n: Laura Rodriguez. Escenograf¨ªa: Ricardo S¨¢nchez. Sonido: Gast¨®n Briski. Luz: Juan G¨®mez-Cornejo, Carlos Torrijos. Vestuario: Ana Llena. Direcci¨®n musical: Gaby Goldman y Joan Miquel P¨¦rez. Coreograf¨ªa: Peter Darling y Toni Espinosa.
Madrid. Teatro Nuevo Alcal¨¢
Una producci¨®n excelente de un musical que vale la pena. Utilizando como falsilla la gran huelga contra el desmantelamiento de la industria minera decretado por el gobierno de Margaret Thatcher, Lee Hall narra la historia arquet¨ªpica de la flor nacida en un roquedo. La funci¨®n tarda algo en arrancar, pero una vez que lo hace no hay quien la pare. La escena de Michael, ni?o travestido encarnado con vis c¨®mica formidable por Beltr¨¢n Remiro, y el espl¨¦ndido d¨²o subsiguiente, interpretado por Remiro y ?scar P¨¦rez (S¨¦ tu mismo), abren en el coraz¨®n del p¨²blico una holgada senda por la que transitar¨¢ lo mucho bueno que viene despu¨¦s.
Ambos chavales tienen presencia y brillo. Tanto es as¨ª que en su mutis, Remiro, de 13 a?os, arranca una ovaci¨®n cerrada: si la tiesa comparsa de cabezudos egregios que irrumpe en escena retrasara su entrada, el n¨²mero se redondear¨ªa.
Durante el inspirado e ingr¨¢vido doble paso a dos que con sendas sillas como pareja interpretan el Billy actual y el bailar¨ªn que ser¨¢ (Axel Amores), el vuelo del protagonista colgado de un cable resulta una innecesaria concesi¨®n a la espectacularidad. Pero ?scar P¨¦rez no da la medida de su habilidad cin¨¦tica hasta el solo autoconfesional de Billy, coronado con profusi¨®n de fouett¨¦s: ?vaya que si baila este mozo!
¡°Nunca act¨²es con ni?os ni con animales, porque te eclipsar¨¢n¡±, reza un t¨®pico que aqu¨ª no se cumple. Mamen Garc¨ªa, encarnaci¨®n de la abuela terremoto, lo tiene todo: humor a raudales, enigma, imprevisibilidad y desparpajo; hace tiempo que no ve¨ªa yo a una actriz arrancar el aplauso general con una r¨¦plica. Fant¨¢stica tambi¨¦n, la arrojada, vitalista, asertiva y agridulce se?orita Wilkinson de Natalia Mill¨¢n, batuta ejemplar del nutrido grupo zascandil de menores.
Carlos Hip¨®lito hace un trabajo plausible para aproximarse, desde su fisonom¨ªa delicada, de profesional liberal, a la figura del padre minero con la voz tomada por el humo de los barrenos: nos lo creemos a partir de la reprimenda que le propina a Billy. Del doble esfuerzo que debe hacer todo el elenco (parecer obrero y brit¨¢nico a la vez), sale notablemente bien parado Adri¨¢n Lastra, hermano mayor combativo, contrafigura de Billy. Grat¨ªsimos, el desparpajo y la bonhom¨ªa de Ar¨¢nzazu Z¨¢rate, versi¨®n femenina del se?or Braithwhite. Juan Carlos Mart¨ªn resulta un convincente preparador arrabalero.
Las explicaciones sobre porqu¨¦ los personajes gastan un lenguaje soez, proyectadas a modo de pr¨®logo exculpatorio, para curarse los productores en salud, por su aroma timorato, recuerdan a las que ofrece Bottom en Sue?o de una noche de verano, cuando se dispone a interpretar La crudel¨ªsima muerte de P¨ªramo y Tisbe. Al cabo, Billy Elliot desliza, quiz¨¢ sin pretenderlo su autor, un mensaje subliminal: las soluciones individuales son un camino, ante la dificultad de sostener causas colectivas con ¨¦xito. Las minas se cierran, pero Billy triunfa.
El p¨²blico, puesto en pie con fundamento, agradecio vivamente la buena factura de la m¨²sica de Elton John, de la interpretaci¨®n orquestal, de las actuaciones y de la producci¨®n toda.
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