¡°El paisaje de la Ant¨¢rtida me llev¨® a lugares inesperados como la poes¨ªa¡±
El periodista Federico Bianchini explora en su nuevo libro la vida de una base cient¨ªfica ant¨¢rtica
Federico Bianchini (Buenos Aires, 1982) se pas¨® 25 d¨ªas "encerrado en el hielo". Su libro Ant¨¢rtida (Tusquets; serie Mirada Cr¨®nica, editada por Leila Guerriero) es un relato de su estancia en una base argentina ¨Calargada por el mal tiempo¨C que destaca por la voluntad pedag¨®gica de acercar el trabajo cient¨ªfico a trav¨¦s del periodismo narrativo. Con humildad de aprendiz y curiosidad genuina, el reportero, una de las plumas m¨¢s destacadas de la nueva generaci¨®n de cronistas en lengua espa?ola, cuenta las labores de bi¨®logos, ge¨®logos, glaci¨®logos, ingenieros y militares y su limitada cotidianidad en un entorno ant¨¢rtico de belleza abstracta que describe en primera persona con estilo limpio, elegante y lleno de sentido del humor. "Camino junto a la costa, sobre las algas remolacha, verde batracial, amarillo apagado. El¨¢sticas y flexibles. Resbalosas. Siento el olor ¨¢cido intenso, mezcla de pis, sal y fr¨ªo".
Pregunta. ?Cu¨¢l es el origen de su apellido?
Respuesta. Mi apellido es italiano. El mito familiar dice que mis antepasados viv¨ªan en la Lombard¨ªa italiana, cerca del Lago di Cuomo y que mi bisabuelo, para que el pan le saliera m¨¢s barato, cruzaba la frontera e iba a comprarlo a Suiza. De all¨ª proviene mi doble nacionalidad: tengo pendiente un viaje hacia la zona para recuperar esa parte de la historia familiar que lleg¨® hasta aqu¨ª de manera difusa e interrumpida.
P. ?De qu¨¦ equipo argentino es?
R. Soy de River. Pero hace tiempo dej¨¦ de ir a la cancha. Lo hac¨ªa de m¨¢s chico. En general, sigo a la selecci¨®n (cubr¨ª el ¨²ltimo mundial en Brasil viajando de sede en sede sin entradas ni acreditaci¨®n de periodista y, con ello, hice un librito digital de cr¨®nicas, gratuito, que se llama El mundial fue ficci¨®n y? public¨® eC¨ªcero), pero me gusta m¨¢s jugar al f¨²tbol que verlo. En esos noventa minutos, como dec¨ªa Borges que dec¨ªa Coleridge, suspendo voluntariamente la incredulidad de la misma manera que lo hago al leer una novela y sin embargo creo que, lamentablemente, el f¨²tbol forma parte de ¡°Los juegos del circo¡±, de los que hablaba el poeta romano Juvenal hace m¨¢s de dos mil a?os, con los que se puede distraer a una sociedad de las cosas que realmente importan (la pobreza, la falta de trabajo, el esclarecimiento de la desaparici¨®n de Santiago Maldonado y podr¨ªa seguir).
P. ?Tras estar en la Ant¨¢rtida con cient¨ªficos se ha quedado m¨¢s preocupado por el cambio clim¨¢tico?
R. Lo que descubr¨ª, pregunt¨¢ndoles a ellos, es que hay mucha incertidumbre respecto a este tema. Es decir, la temperatura ha aumentado y eso es indudable pero ninguno (de todos los cient¨ªficos que entrevist¨¦ que fueron unos 50) quiso afirmar que el aumento de la temperatura se daba al efecto humano. Me dec¨ªan que tampoco pod¨ªan afirmar que los cambios en el comportamiento animal se dieran por esta causa. ¡°Lo estamos investigando¡±, repet¨ªan y aclaraban que se necesitar¨¢n a?os de estudios para comprobarlo: ¡°m¨¢s all¨¢ de que ciertas ONG indiquen que el apocalipsis es inminente¡±, coincid¨ªan.
P. ?En la Ant¨¢rtida sac¨® alguna impresi¨®n sobre la idea de la nada?
R. No particularmente.
P. ?Y sobre la soledad?
R. Pens¨¦ en ella bastante. Sobre todo porque fui a la Ant¨¢rtida en una ¨¦poca del a?o en que la base estaba repleta. Durante el a?o s¨®lo viven unas veinte personas y en el verano ¨¦ramos casi 80. Contra lo que uno podr¨ªa pensar, en esa ¨¦poca del a?o (dentro de una base) era dif¨ªcil estar solo. Antes de ir me hab¨ªan advertido que una de las cosas peligrosas que podr¨ªa pasar era ¡°encerrarse en uno mismo¡±: pasaba entonces que cuando alguien ve¨ªa a otro solo, lo pensaba quiz¨¢s triste. Me sucedi¨® de sentarme a leer una novela y que alguien se me sentara al lado y me preguntara: ¡°?Est¨¢s leyendo una novela? Yo el mes pasado le¨ª una novela¡± y siguiera con el relato detallado del argumento de la suya, interrumpi¨¦ndome la lectura.
Distinto debe ser en los meses de invierno, cuando no se puede salir de la base por las tormentas de nieve, cuando uno pasa d¨ªas y d¨ªas encerrado, cuando es poca la gente con la que compartir experiencias y afecto. Sin embargo, la gente que suele viajar es gente muy tranquila, paciente y que disfruta la soledad. Supongo que tiene mucho que ver con la personalidad (definitivamente, yo no podr¨ªa estar un a?o entero en la Ant¨¢rtida).
P. Una persona le dijo: "Llegaste al peor lugar de la tierra". ?Se lo pareci¨®?
R. Para nada. Supe despu¨¦s que lo dec¨ªa porque hab¨ªa tenido problemas puntuales. Pero la Ant¨¢rtida es un lugar que todo el mundo deber¨ªa tener la oportunidad de conocer (aunque sea una paradoja: ya que es lo que es y as¨ª se mantiene por ser un lugar particularmente inaccesible).
P. "Pens¨¦ en lo dif¨ªcil que es explicar una pasi¨®n", escribe. ?Sac¨® alguna conclusi¨®n sobre ello?
R. Es algo que me interesa y que vengo pensando hace bastante. Tanto en mi primer libro (Desafiar al cuerpo, Aguilar, 2014), en el que entrevist¨¦ a nadadores que bracean durante m¨¢s de 80 kil¨®metros sin parar o corredores que no se detienen durante horas; como en Cuerpos al l¨ªmite, que estoy por publicar, intent¨¦ entender por qu¨¦ esas personas hacen lo que hacen. Por qu¨¦ sufren como sufren (Damian Blaum, que fue campe¨®n mundial de aguas abiertas, me contaba que, mientras nadaba, y lo dec¨ªa como algo natural, hac¨ªa pis, caca, vomitaba), qu¨¦ los lleva a hacer eso. Es algo que se puede extrapolar a la escritura: ?Por qu¨¦ una persona pasar¨ªa la mayor parte de su vida en silencio mirando letras para, luego, escribir unas pocas? No tengo la menor idea, pero a m¨ª me encanta hacerlo.
P. ?La Ant¨¢rtida supuso un desaf¨ªo para su capacidad de descripci¨®n?
R. Totalmente. El paisaje me llev¨® a lugares inesperados como la poes¨ªa. Al volver, tratar de transmitir lo que hab¨ªa visto ya no era un desaf¨ªo sino un problema. ?C¨®mo reflejar esas sensaciones? Hablando con Alicia Genovese, amiga y gran poeta, me di cuenta de que tal vez lo mejor fuera correrme del registro period¨ªstico. No iba a lograr describir, puntilloso, los lugares que hab¨ªa visto. Tal vez, entonces, lo que pod¨ªa hacer era darle ciertas ¡°pistas¡± al lector para que en su cabeza construyera esa Ant¨¢rtida m¨ªtica de la que todos, alguna vez, hemos tenido referencias.
Luego de que el libro sali¨® publicado, un amigo poeta me sugiri¨® si no ten¨ªa ganas de escribir algo m¨¢s sobre la Ant¨¢rtida para una revista: pens¨¦, "lo que ten¨ªa para decir ya lo dije". As¨ª que se me ocurri¨® atravesar el tema desde otro costado y escrib¨ª algunos sonetos. Aqu¨ª va uno, titulado Invierno.
La penumbra dubita demorada.
?Qu¨¦ dolor, hundirse en uno mismo!
Da m¨¢s v¨¦rtigo la angustia que el abismo.
En invierno sin luz, sombra manchada
El sol es su ausencia proyectada.
D¨ªa y noche son un eufemismo
La nevada rige este monismo
que deja sin valor a la mirada.
Anochece constante y paciente
No hay brillo ni dios, s¨®lo tristeza
g¨¦lida, opaca, iridiscente.
El continente forma una pieza
en el mapa, desierta y sin gente
que, aislada, condensa la belleza.
P. ?Qui¨¦n es su periodista favorito?
R. Es dif¨ªcil elegir uno solo: ?Pensamos en la valent¨ªa? ?En su capacidad ret¨®rica?. Si nos centramos en el manejo de las palabras, dejando de lado su complejo recorrido ideol¨®gico, el italiano Curzio Malaparte es admirable. Las cr¨®nicas que hizo, entre cad¨¢veres y explosiones, en la primera l¨ªnea del frente ruso durante la segunda guerra mundial creo que pueden pensarse como una obra de arte.
P. ?En la escuela fue buen estudiante? ?Qu¨¦ tal se le daba la materia de biolog¨ªa?
R. En los cinco a?os de la secundaria, nunca me llev¨¦ materias (es algo de lo que luego me arrepent¨ª, creo que uno deber¨ªa pasar por esas instancias de ¡°micro-fracaso¡±). Curs¨¦ en un colegio (el Nacional Buenos Aires), dependiente de la Universidad de Buenos Aires: los programas eran distintos a los de otros secundarios. Ve¨ªamos cosas que luego se estudiaban en la universidad. Puntualmente respecto de biolog¨ªa: no voy a olvidarme de un parcial que di a los quince a?os en el que el profesor pregunt¨® qu¨¦ era ¡°una anfip¨¢tida¡±. No lo hab¨ªa dicho en las clases ni estaba en los apuntes. El libro del que estudi¨¢bamos, el ¡°Curtis¡± por el apellido de una de sus autoras, ten¨ªa m¨¢s de mil p¨¢ginas y nadie pensaba en leerlo completo. ?C¨®mo iba a saberlo? Pas¨¦ infructuosos minutos tratando, frente a esa hoja, de dilucidar qu¨¦ quer¨ªa decir esa palabra. La consecuencia es que, aunque no me sirva para nada, nunca voy a olvidarme de esa mol¨¦cula con una parte hidrof¨ªlica y otra parte hidrof¨®bica (el jab¨®n tiene comportamiento anfip¨¢tido y, por eso, arrastra la suciedad de las manos pero tambi¨¦n se va con el agua).
P. Por lo que pudo observar en la base, ?cu¨¢l dir¨ªa que es la diferencia entre un militar y un cient¨ªfico?
R. Cualquier definici¨®n que pudiera dar entrar¨ªa en el terreno del estereotipo. El lugar com¨²n ser¨ªa decir que los cient¨ªficos provienen de familias m¨¢s pudientes y que los militares de familias humildes (por eso entran en el ej¨¦rcito: donde adem¨¢s de poder estudiar reciben un sueldo) y, sin embargo, apenas pensar en esto ya se me ocurren dos excepciones. Por lo que prefiero no establecer generalizaciones (trato de evitarlas: creo que no conducen a nada).
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