La edad de leer novelas
Nunca hab¨ªa le¨ªdo un libro tan completo como 'The House of ?Government', de Slezkine, incomparable como testimonio hist¨®rico y af¨¢n narrativo
Le preguntan a Gonzalo Pont¨®n en una entrevista que si lee novelas y responde, m¨¢s bien desde?osamente: ¡°Las novelas las dejo para la juventud¡±. Pont¨®n es desde hace muchos a?os un editor formidable de libros de historia. Yo he sido uno de los beneficiarios de su trabajo, y s¨¦ que algunas de las m¨¢s poderosas narraciones que existen las han escrito historiadores y autores de libros de memorias. Si hago mi balance particular del ¨²ltimo a?o, muy pocas de las obras que me vienen inmediatamente a la cabeza son novelas. Y, al mismo tiempo, una parte de la hondura de experiencia humana que me gusta encontrar en las novelas me la han deparado algunos libros excepcionales de historia: la biograf¨ªa de Thoreau de Laura Dassow Walls, la de Lenin de Victor Sebestyen y, sobre todo, uno de los libros m¨¢s voluminosos y estimulantes que he le¨ªdo en bastantes a?os: The House of Government, de Yuri Slezkine, un estudio de las vidas ¨ªntimas de tres generaciones de dirigentes, funcionarios, escritores, militantes sovi¨¦ticos, organizado en torno a la historia de un solo edificio de Mosc¨², un complejo residencial para la ¨¦lite del r¨¦gimen que se inaugur¨® en 1930.
Yo no hab¨ªa le¨ªdo nunca un libro tan completo como ¨¦ste, tan incomparable como testimonio hist¨®rico y como empe?o narrativo. Si quiero encontrar una comparaci¨®n me viene a la memoria La edad de los prodigios, de Richard Holmes, que tambi¨¦n era un retrato colectivo en el marco de un tiempo hist¨®rico ¡ªlos poetas y los cient¨ªficos brit¨¢nicos en los a?os del Romanticismo¡ª. La galer¨ªa de personajes que abarcaba Holmes era m¨¢s numerosa que la de una novela de Dickens. El libro de Slezkine est¨¢ m¨¢s densamente poblado que Guerra y paz. En alguno de los medios internacionales que lo han elegido entre los mejores del a?o se ha comparado a Slezkine con Tolst¨®i, y se ha recordado que Tolst¨®i escribi¨® su novela con una ambici¨®n documental.
Leyendo The House of Government uno puede pensar que Gonzalo Pont¨®n est¨¢ en lo cierto. ?Qu¨¦ busca uno en una novela que no lo encuentre colmado en un libro as¨ª? La perspectiva de la multitud en una ciudad, la confesi¨®n ¨ªntima volcada en diarios y cartas, el modo en que los trastornos hist¨®ricos arrastran las vidas privadas, la confluencia y el choque entre la pasi¨®n amorosa y las convicciones pol¨ªticas, los retratos de cerca de los personajes p¨²blicos y al mismo tiempo, y no menos detalladamente, los de la gente com¨²n que casi nunca deja rastro. Un edificio literal es tambi¨¦n una met¨¢fora. Su construcci¨®n, el laberinto de su topograf¨ªa, proveen, sin el menor peligro de inverosimilitud, ese centro magn¨¦tico unificador que permite dar coherencia a la multiplicidad de las historias, un espacio y un l¨ªmite, una maqueta del mundo.
Me doy cuenta de que leo muchas menos novelas que cuando era joven, pero eso no me absuelve del cretinismo del que habla Pla cuando dice: ¡°Considero que un hombre que despu¨¦s de los 40 a?os todav¨ªa lee novelas es un puro cretino¡±
Pero adem¨¢s el o¨ªdo de Slezkine, su sensibilidad para la literatura, se convierte en un instrumento de precisi¨®n para el an¨¢lisis hist¨®rico. Estudiando las vidas de los primeros bolcheviques, y luego las de sus hijos y sus nietos, Slezkine atestigua que en todos ellos el milenarismo ideol¨®gico se mezclaba con una pasi¨®n igual de poderosa por la literatura, por las novelas sobre todo, por las grandes narraciones de ficci¨®n del siglo XIX, las de los maestros rusos desde luego, pero con id¨¦ntico fervor las de Dickens, Flaubert, Balzac y, m¨¢s atr¨¢s, Cervantes y Don Quijote, que mantuvo una popularidad constante a lo largo de toda la era sovi¨¦tica. Slezkine no desciende a generalizaciones interpretativas: ha manejado materiales de primera mano, y aporta diarios, cartas, testimonios orales que ha recogido ¨¦l mismo. El r¨¦gimen comunista puso un empe?o enorme en promover una literatura de plena ortodoxia sovi¨¦tica, pero los ciudadanos sovi¨¦ticos no la le¨ªan, o no le daban mucha importancia. El r¨¦gimen promov¨ªa una visi¨®n ¨²nica y tajante del mundo: en las novelas, la gente se educaba en el conocimiento de la variedad incesante de las vidas, las experiencias, los lugares. El marxismo leninismo afirmaba la existencia de un devenir hist¨®rico objetivo, necesario, absoluto, que tendr¨ªa su culminaci¨®n en el comunismo. Tolst¨®i, Flaubert, ense?aban exactamente lo contrario: la historia es una trama de azares, y las personas se mueven por ella aturdidas por la confusi¨®n exterior y guiadas por sus pasiones. En Cervantes se aprend¨ªa una lecci¨®n definitiva: visiones gloriosas se convierten en delirios catastr¨®ficos cuando no se presta atenci¨®n suficiente a lo accidentado y lo ¨¢spero de la vida real.
A diferencia de la Iglesia cat¨®lica, que tambi¨¦n empez¨® siendo una secta apocal¨ªptica clandestina y se hizo due?a de un imperio, el sistema comunista sovi¨¦tico se hundi¨® al cabo de solo tres generaciones. Una explicaci¨®n, dice Slezkine, es que la ideolog¨ªa no pudo apoderarse completamente de esp¨ªritus vacunados contra ella por la literatura, en un pa¨ªs donde las novelas, la poes¨ªa, el arte, la m¨²sica, eran vividos con una intensidad de revelaciones religiosas.
A los pocos d¨ªas de leer la entrevista con Gonzalo Pont¨®n cae en mis manos un libro de borradores, notas sueltas y p¨¢ginas perdidas de Josep Pla, Hacerse todas las ilusiones posibles. Nada m¨¢s abrirlo encuentro esta afirmaci¨®n terminante: ¡°Considero que un hombre que despu¨¦s de los 40 a?os todav¨ªa lee novelas es un puro cretino¡±. Casi nadie se resiste a convertir en leyes sus inclinaciones o sus caprichos. Yo me doy cuenta de que leo muchas menos novelas que cuando era joven, pero eso no me absuelve del cretinismo o, como dice el mismo Pla unas l¨ªneas despu¨¦s, de ser ¡°un tonto de remate¡±. Leo menos novelas, pero a las novelas que leo les pido mucho m¨¢s. De joven me gustaban las novelas que estaban tan hechas de literatura que se parec¨ªan a otras novelas y estaban llenas de resonancias literarias. Lo literario pod¨ªa ser una coartada o un envoltorio; una novela pod¨ªa sostenerse sobre la evidencia de su propio artificio; un personaje, sobre su evidente condici¨®n de personaje literario.
Quiz¨¢ por eso es tan frecuente la decepci¨®n cuando se vuelve a leer una novela que le gust¨® a uno hace mucho tiempo. Es en un libro de historia tan riguroso como The House of Government donde se descubre de nuevo el valor de las novelas, la experiencia exaltadora y liberadora que ofrecen, el conocimiento que solo es posible adquirir en ellas, en las mejores de todas. Novelas tan grandes como las que devoraban los lectores de la era sovi¨¦tica son a la vez el fruto y el alimento de la libertad de esp¨ªritu. Slezkine ha escrito su libro admirable en una universidad de Estados Unidos, a mucha distancia en el espacio y en el tiempo de la dictadura sovi¨¦tica. Pero Doctor Zhivago y Vida y destino se escribieron en su plena oscuridad y han prevalecido sobre ella.
¡®The House of Government¡¯. Yuri Slezkine. Universidad de Princeton, 2017. 1.104 p¨¢ginas. 39,95 d¨®lares (33,70 euros).
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