David Bowie en el T¨ªbet
La atracci¨®n por el budismo del hombre de las mil caras. Y la leyenda de la visita de Jesucristo a Nepal
De rebote, una novela me lleva a explorar una faceta poco difundida de David Bowie: su simpat¨ªa por la causa tibetana. Muchos creyeron que simplemente agitaba un estandarte de moda, en la estela de aquellos conciertos proindependencia del T¨ªbet que organizaron los Beastie Boys. Su compromiso fue m¨¢s profundo: en 1997, David public¨® el tema Seven Years In Tibet. Incluso grab¨® una versi¨®n en mandar¨ªn; radiada insistentemente en Hong Kong, antes de que el enclave se reincorporara a China, y con mala pronunciaci¨®n.
No estamos ante un himno para las barricadas: recoge los ¨²ltimos pensamientos de un monje tibetano, disparado por soldados chinos. En realidad, la simpat¨ªa de Bowie por el budismo ven¨ªa de los a?os 60, tras devorar los textos de Jack Kerouac y otros autores beat. Le peg¨® fuerte el libro Siete a?os en el T¨ªbet, del nazi Heinrich Harrer. Pens¨® en retirarse a un monasterio budista pero le disuadi¨® su amigo Chime Rinpoche, refugiado tibetano en Londres. En su primer LP (1967) incluy¨® Silly Boy Blue, sobre un aprendiz de lama.
Mi curiosidad parte de The Secret Books, novela de Marcel Theroux (el hijo de Paul Theroux, que precisamente recorri¨® China para uno de sus libros de viaje). El protagonista es Nicolas Notovitch, el aventurero ruso que firm¨® en 1894 La vida desconocida de Jesucristo. Aseguraba Notovitch que, estando convaleciente en el monasterio de Hemis, ley¨® un c¨®dice que narraba la vida de un hombre santo, Issa, identificable como Jesucristo. Explicaba sus a?os de invisibilidad: como los futuros hippies, hab¨ªa visitado el T¨ªbet buscando alimento espiritual. Tras traducirlo, lo public¨® cuando volvi¨® a Europa.
El libro deslumbr¨® a medios como el New York Times. Hoy, claro, hubi¨¦ramos olfateado all¨ª un hoax, un camelo. Como tal fue denunciado poco despu¨¦s, cuando un profesor ingl¨¦s lleg¨® hasta Hemis y comprob¨® que all¨ª nada sab¨ªan del ruso o del manuscrito. Sin embargo, indaguen en Google: hay toda una industria editorial alrededor del Jesucristo peregrino que ¡ªsupuestamente, entre los 13 y los 25 a?os¡ª lleg¨® al Indost¨¢n.
Marcel Theroux asume que Notovitch era un trapisondista, un estafador. Ha localizado documentos de funcionarios brit¨¢nicos que le trataron con desconfianza (Rusia y Reino Unido, recuerden, aspiraban al control de Asia Central). Tambi¨¦n tiene pruebas de que Notovitch viv¨ªa en Par¨ªs en 1939.
Dado que era de ascendencia jud¨ªa, pintaban bastos para aquel embaucador. La pirueta de Theroux consiste en atribuirle una pizca de motivos nobles. En su imaginativo Evangelio, cargaba a Poncio Pilato la responsabilidad de la condena a muerte de Jes¨²s, ante la consternaci¨®n de los sacerdotes de Jerusal¨¦n. Desmontaba as¨ª la m¨¢s pertinaz de las acusaciones de los antisemitas: el asesinato del Hijo de Dios.
Sin saberlo, Notovitch estaba compitiendo con otro jud¨ªo ruso afincado en Par¨ªs, Piotr Rachkovski, jefe de la polic¨ªa secreta zarista, que hab¨ªa encargado la elaboraci¨®n de aquel libelo fatal, Los protocolos de los sabios de Sion. S¨ª, estoy seguro de que David Bowie habr¨ªa disfrutado con el relato de Theroux.
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