El centro sepultado sale a la luz
El coraz¨®n de la Ciudad de M¨¦xico rescata su pasado con la publicaci¨®n de un libro sobre los lugares emblem¨¢ticos
La m¨¢s grande, la m¨¢s poblada, la m¨¢s contaminada y la m¨¢s hermosa. Ciudad de M¨¦xico es as¨ª desde que hace siete siglos cuando los mexicas eligieran una isla del lago de Texcoco para fundar M¨¦xico-Tenochtitl¨¢n. Doscientos a?os despu¨¦s, cuando Cort¨¦s y los suyos pusieron un pie all¨ª, no hab¨ªa una ciudad en el mundo con tal cantidad de gente (300.000 habitantes), m¨¢s que Constantinopla y Par¨ªs, y solo comparable con Venecia, seg¨²n las cr¨®nicas de Bernal D¨ªaz del Castillo.
Los escritores y periodistas H¨¦ctor de Maule¨®n y Rafael P¨¦rez Gay, en colaboraci¨®n con el Gobierno de Ciudad de M¨¦xico, han puesto en marcha un plan para rescatar la memoria, sepultada tras siglos de abandono y destrucci¨®n sistem¨¢tica del impresionante centro hist¨®rico. Desde hoy las autoridades de la ciudad instalar¨¢n 200 placas de cer¨¢mica en lugares emblem¨¢ticos que forman parte de la historia de Ciudad de M¨¦xico. El proyecto se acompa?a de la publicaci¨®n del libro Centro Hist¨®rico, 200 lugares imprescindibles, en colaboraci¨®n con la editorial Cal y Arena, en el que se da cuenta de distintos hechos desde el siglo XVI al XX.
En una esquina, por ejemplo, la que forman las calles Pino Su¨¢rez y El Salvador, los perros orinan sobre una cabeza prehisp¨¢nica incrustada en una vivienda. ?C¨®mo lleg¨® hasta all¨ª? ?A qui¨¦n pertenec¨ªa? Los nombres de las calles son las arrugas de una ciudad, el surco de la historia vivida que son el resumen de una ¨¦poca.
A trav¨¦s de sus p¨¢ginas es posible saber que muy cerca de donde hoy est¨¢ el imponente Palacio de Bellas Artes hubo un d¨ªa una plaza de toros desmontable, pero que las primeras corridas se hicieron a un costado del Z¨®calo, donde los ind¨ªgenas ya celebraban sus juegos. O encontrar el lugar donde estaba el palacio donde se vieron por primera vez Hern¨¢n Cort¨¦s y Moctezuma, el mismo del que salieron en 1520 cargando el tesoro que se perdi¨® en la noche triste. O visitar la vivienda en la que muri¨® en la indigencia la ¨²ltima virreina, Maria Josefa S¨¢nchez de O¡¯Donoj¨², olvidada y humillada por Fernando VII tras perder la Nueva Espa?a.
La publicaci¨®n es un regalo a la memoria de la capital que permite transportarse tres siglos avanzando solo unas cuadras hasta la calle Uruguay 80, en el a?o 1803. Es aqu¨ª donde vivi¨® Alexander von Humboldt y el libro recrea aquel 11 de abril en el que el bar¨®n y humanista entr¨® en Ciudad de M¨¦xico con 20 mulas cargadas con instrumentos cient¨ªficos y gran parte de su colecci¨®n zool¨®gica, bot¨¢nica y minera recogida en su expedici¨®n por Am¨¦rica. M¨¢s futurista a¨²n es que lo que hoy es un restaurante VIPS de la calle Madero, donde estuvo alg¨²n d¨ªa una elegante sala donde los enviados de los hermanos Lumi¨¨re proyectaron la primera pel¨ªcula que se vio en M¨¦xico. Precisamente a dos calles y tres siglos de ah¨ª, otra herencia de los Lumi¨¨re: el ¨²ltimo cine porno de Ciudad de M¨¦xico, en la calle Cuba, 95, donde est¨¢ la casa de La Malinche.
Otra de las placas recordar¨¢ que en el a?o de 1900, en las calles San Pedro y San Pablo, hoy Argentina y Justo Sierra, el asturiano Indalecio Porr¨²a coloc¨® en su escaparate el cartel ¡°compramos bibliotecas¡± que dio origen a una de las editoriales m¨¢s reconocidas en espa?ol.
¡°Se comienza a perder la memoria de la ciudad con el cambio de nombre de las calles¡±, se?ala H¨¦ctor de Maule¨®n durante un recorrido con EL PA?S. Y en esta din¨¢mica de destrucci¨®n hay un punto de inflexi¨®n, recuerda.
Fue en 1910 cuando para celebrar el primer aniversario de la independencia de Espa?a son invitadas al pa¨ªs distintas naciones del continente. En se?al de agradecimiento, Porfirio D¨ªaz decidi¨® rebautizar gran parte de las calles del centro con el nombre de las rep¨²blicas invitadas. As¨ª, donde antes estaba la calle de la Amargura, el puente de Santo Domingo o el Callej¨®n de los Gachupines, hoy se llaman Cuba, Chile, Argentina.
La calle Honduras se llamaba De la Carnicer¨ªa, porque fue escenario de los m¨¢s cruentos combates entre aztecas y conquistadores, recuerda. ¡°Desde aquella fecha perdimos la capacidad de leer la ciudad porque ya no ten¨ªa encriptada su memoria¡±.
El centro hist¨®rico m¨¢s grande de Am¨¦rica
Cuando los 400 extreme?os que acompa?aban a Cort¨¦s pusieron un pie en Tenochtitl¨¢n, todo fue asombro y admiraci¨®n ante la primera ciudad que vieron que no era cristiana, ni jud¨ªa, ni musulmana. En lugar de calzadas, decenas de canales atravesaban la ciudad y los cayucos iban y ven¨ªan fren¨¦ticamente cargados de fruta y pescado por gigantescas v¨ªas de agua que conduc¨ªan al centro.
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