Totalmente Forges
Antonio Fraguas fue 'Forges' toda la vida, como si hubiera nacido as¨ª, siendo uno de los personajes de su propia historia
Antonio Fraguas de Pablo (Madrid, 1942) era Forges, totalmente Forges. Por as¨ª decirlo, dej¨® atr¨¢s a Antonio Fraguas y ya fue Forges toda la vida, como si hubiera nacido as¨ª, siendo uno de los personajes de su propia historia como dibujante, como si hubiera nacido a la vida en 1964, cuando public¨® en Pueblo su primera vi?eta, hasta esta ¨²ltima vi?eta de hoy. Siempre fue testigo de un pa¨ªs al que am¨® tambi¨¦n por sus pecados capitales, pues de los pecados capitales espa?oles, tan pueblerinos, trataron, hasta el d¨ªa de su muerte, todas sus vi?etas.
Y as¨ª pasar¨¢ a la gran historia del dibujo en Espa?a, como Forges, totalmente Forges, nacido, pues, en 1964. Periodista de ra¨ªz, tambi¨¦n era fil¨®sofo y m¨²sico, tertuliano comprometido con la vida y con la pol¨ªtica, y era tambi¨¦n paseante de Madrid, ciudad que dibuj¨® como escenario desolado de Castilla. Autor de libros en los que repas¨® la historia de su pa¨ªs y del mundo, de la ciencia y de la literatura, visto todo por un muchacho que nunca dej¨® de sorprenderse de lo que dec¨ªan sus propios personajes, invent¨® tambi¨¦n una peculiaridad: hacer que sus gentes, ya entra?adas en la propia sociedad espa?ola, hablaran un lenguaje esc¨¦ptico e incr¨¦dulo, propia de quienes hubieran estudiado en una universidad ¨²nica, la universidad creada por Forges para hacer habitar un modo de ser y de expresarse. Forges, al fin, hablaba como Forges.
No hab¨ªa en sus expresiones nada que no se relacionara con las de sus personajes, pues ¨¦l mismo fue un personaje de Forges. Su muerte no s¨®lo es una mala noticia porque Forges deja un vac¨ªo, es nuestro mundo el que se queda vac¨ªo sin sus met¨¢foras. El suyo es, ha sido, un testimonio diario sobre la ineptitud, contra el lugar com¨²n y contra el cinismo, sobre lo que cada espa?ol tiene tambi¨¦n de los defectos que cada espa?ol denuncia. Espa?a sin Forges es un pa¨ªs mutilado, mucho m¨¢s triste.
La ¨²ltima vez que vi a Forges ¨¦l caminaba a paso lento por la calle Almagro de Madrid; ensimismado, escuchaba. Al d¨ªa siguiente le llam¨¦. ?Qu¨¦ haces tan serio por la ciudad? Escuchaba a Mahler. Por las tardes de entonces, hace un a?o quiz¨¢, el humorista gr¨¢fico tan querido por la ciudad y por el pa¨ªs, que desde 1995 era nuestro compa?ero en EL PA?S, abandonaba por un rato las noticias y se entregaba a un mensaje inmortal, la m¨²sica. Es dif¨ªcil imaginar ahora las calles sin la m¨²sica dibujada por Forges.
Ha dejado una obra completa e inmensa, pero su hueco no ser¨¢ solo el de una vi?eta en el peri¨®dico, sino el de una manera de ser que combin¨® la pasi¨®n por contar, de viva voz, las historias habladas de sus personajes y sus propias reflexiones, par¨®dicas y parad¨®jicas, sobre la vida.
Esa capacidad de ser ¨¦l mismo y Forges lo llev¨® con la misma densidad de pensamiento a todos los soportes period¨ªsticos posibles: la radio, la televisi¨®n (en la que empez¨® a trabajar), los peri¨®dicos¡ Que Forges tambi¨¦n hiciera humor, su humor, en la radio, s¨®lo se explica por la dimensi¨®n que alcanzaron sus personajes, que adem¨¢s de paisaje o trazo fueron, sobre todo, lenguaje. Espa?a empez¨® a hablar como los personajes de Forges porque Antonio Fraguas les aplic¨® el sentido com¨²n del descreimiento, una manera de ser del espa?ol.
Estuvo, con esa manera de contar, en Pueblo, en Informaciones, en Intervi¨², en El Jueves, en Diario 16, en El Mundo, y estuvo aqu¨ª. Ven¨ªa a vernos con frecuencia, tra¨ªa sus dibujos o los enviaba, dejaba por las mesas su impronta y sus regalos, esos dibujos forgianos, los forgendros, all¨ª donde visitaba a sus compa?eros del peri¨®dico, y algunos tenemos, como testimonio de su saludo, papelitos amarillos en los que Antonio Fraguas dejaba los recados de Forges. Era su manera de abrazar y de permanecer, pues en su modo de estar estaba tambi¨¦n su manera de despedirse: qued¨¢ndose. Tuvo todos los premios imaginables del ¨¢mbito dedicado al humor en Espa?a; y como era un trabajador sin desmayo tuvo la Medalla al M¨¦rito del Trabajo y se mereci¨® la de Bellas Artes. Vest¨ªa de oscuro y blanco, como un colegial, llevaba zapatos grandes como sus criaturas y naci¨® para ser a la vez Samuel Beckett y Sancho Panza. Su ¨²ltima exposici¨®n, de las muchas que protagoniz¨®, trata de dos compa?eros suyos, Quijote y Sancho, ¡°un di¨¢logo a tres bandas¡±, habida este enero en la Casa Revilla de Valladolid. Pues esos compa?eros en el arte de pensar, Quijote y Sancho, son trasuntos de los blasillos que le sirvieron a Forges para contar de qu¨¦ color y qu¨¦ trazos tiene la soledad en Espa?a: esos paisajes por los que caminaba su manera de decir barroca o esquel¨¦tica, sombras ambas de la obra m¨¢s importante y sintom¨¢tica de la literatura espa?ola, el Quijote de la Mancha.
Cumpli¨® con el mandato de su padre: haz dibujos, s¨ª, pero que sean reconocibles como tuyos a la distancia; y no s¨®lo cumpli¨® esa advertencia con el trazo, la cumpli¨® tambi¨¦n con el lenguaje. No se ha buscado el chiste (?el chiste?) de Forges tan solo por el dibujo mismo, sino por el lenguaje; ha aportado a la lengua espa?ola, en sus forgendros y en todas sus vi?etas, palabras nuevas, y ha mejorado palabras viejas, combinando significados y giros. De todas las cosas de las que Forges estaba orgulloso esta de inventar vocablos es la que m¨¢s orgulloso le hac¨ªa sentir. Pero la Academia de la Lengua no aplic¨® justicia a esta contribuci¨®n, gensanta, llev¨¢ndolo a la Docta Casa.
Cuando public¨® El primer Forges, ocho a?os despu¨¦s de empezar en Pueblo, ya Forges era totalmente Forges. En las cartas que enviaba a sus cr¨ªticos, agradeci¨¦ndoles las rese?as, estaban esas monta?as que eran sus letras y sus frases, estaba Forges tal como iba a ser, le hab¨ªa abierto, con sus parajes de tierra, una autopista por la que iba a transitar luego la leyenda que se llama Forges. Saber que ahora este Forges que fue siempre Forges no va a aportarle al pa¨ªs (a la sociedad espa?ola y a EL PA?S) su modo de ser representa la triste certeza de que a partir de este momento sabremos menos de nosotros mismos. Est¨¢n sus treinta libros, sus miles de dibujos, su interpretaci¨®n de la historia de Espa?a, sus palabras forgianas. No le veremos m¨¢s por la calle escuchando la m¨²sica que le aliviaba la actualidad, la materia de la que estaban hechas las l¨ªneas de sus innumerables vi?etas, pero en el lenguaje colectivo esa autopista Forges sigue habitada por el genio que ¨¦l aport¨®.
#graciasForges
Toda la cobertura sobre la muerte del genial dibujante: vi?etas, art¨ªculos, v¨ªdeos, fotos, los recuerdos de los lectores...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.