La venganza de Luc¨ªa
Juan Jos¨¦ Mill¨¢s ha escrito una novela abrupta y enigm¨¢tica, casi sin respiro, pero que encierra adem¨¢s un brusco, aunque calculado, cambio de direcci¨®n
Los lectores de Mill¨¢s supieron hace tiempo que conviene no fiarse de nada, ni siquiera del propio domicilio¡ Si varias veces nos ha recordado que todos los armarios del mundo se comunican entre s¨ª, los cuartos de ba?o de sus novelas suelen ser el imprevisto lugar de las autorrevelaciones: Luc¨ªa sabe al mirarse en el espejo del suyo que es una ¡°falsa delgada¡± y sospecha por vez primera que tiene algo de ave; no mucho despu¨¦s, la rejilla de desag¨¹e que comunica con el ba?o del vecino le trae los acordes del aria ¡®Nessun dorma¡¯, de Turandot. Esa m¨²sica arrebatada de Puccini ¡ªuna ¨®pera que pueblan seres obstinados apostando por el amor total o por la muerte¡ª lleva a Luc¨ªa a entregarse a un amor imposible y doloroso y a cambiar su vida. Y es que todo nos empuja fuera de nosotros hacia una intemperie que, en las primeras novelas de Mill¨¢s, era fundamentalmente una desolaci¨®n metaf¨ªsica y privada. Pero hace ya mucho tiempo que sus novelas han asumido la naturaleza p¨²blica de la intemperie, que ahora tiene c¨®mplices y culpables: sobre su pen¨²ltimo relato, Desde la sombra, planea la realidad siniestra de un despido laboral que se conjura mediante uno de los desdoblamientos de personalidad tan frecuentes en otras novelas. En La mujer loca, Julia vive la marginaci¨®n del subempleo (y de su poco agraciado f¨ªsico) a la vez que, como interesada por la filolog¨ªa, explora las infidelidades e inestabilidades del lenguaje.
En Que nadie duerma hay algo de todo aquello que se encarn¨® en nuestra realidad en los a?os 2007-2011. En aquel quinquenio Mill¨¢s ejerc¨ªa ya como escritor de novelas y tambi¨¦n de art¨ªculos y reportajes que le hab¨ªan acercado a vidas dif¨ªciles, a humillaciones cotidianas y a la dignidad humana de quienes las padecen. Y en La mujer loca particip¨® como personaje (e indagador) en la misma acci¨®n del relato. Luc¨ªa ha salido de ese mundo humillado pero viene para vengarse¡ Al rev¨¦s que en la ¨®pera (donde Calaf afronta la muerte para lograr la mano de Turandot), Luc¨ªa es una singular y valiente protagonista, un Calaf femenino decidido a conquistar a su escurridizo Calaf masculino, a Braulio Botas, actor de no mucha fortuna que es el vecino del piso de abajo, al que solo ha visto una vez pero a quien debe el haber o¨ªdo por vez primera el aria que resuena a lo largo de toda la novela (y que concluye, como es sabido, pregonando la victoria que llegar¨¢ al alba del d¨ªa siguiente: ¡°All¡¯alba vincer¨°¡±).
El lector ha de considerar si disfraces o anhelos imposibles, como la maldad gratuita o la mentira, no forman parte del ¨²nico realismo capaz de reflejar la realidad presente
Aparentemente, Luc¨ªa no es m¨¢s que una programadora inform¨¢tica que ha sido v¨ªctima del cierre fraudulento de la empresa donde trabajaba. No es casual la elecci¨®n de su profesi¨®n. La realidad puede ser incierta y arbitraria, pero tiene un lenguaje interno, una pauta de inteligibilidad: un algoritmo que la vertebra o un diagrama de flujo que la pauta, como se recuerda alguna vez, y sobre todo, trae alg¨²n chispazo de certidumbre. ¡°Algo va a suceder¡± es una consigna que oy¨® desde ni?a a su madre y que la avisaba de que algo iba a cambiar, aunque nunca fuera as¨ª. Pero no se va a rendir al destino porque la amparan dos posibles desdoblamientos: uno es la convicci¨®n ¡ªque va haci¨¦ndose cada vez m¨¢s fuerte¡ª de ser un ave, bajo la forma externa de una mujer. Y sabremos que los p¨¢jaros son impenetrables, capaces de una espera que es acecho, y de una acci¨®n vertiginosa y certera. El otro desdoblamiento, m¨¢s voluntario y reciente, es el deseo de ser china, como la protagonista de Turandot, para lo que Luc¨ªa se pinta o maquilla como tal y, al volante de su taxi, sustituye el plano de Madrid por el de Pek¨ªn en el GPS del autom¨®vil. Que la intr¨¦pida Luc¨ªa sea taxista tampoco parece una elecci¨®n arbitraria. Al modo de los armarios comunicantes, tambi¨¦n los taxis permiten desplazarse entre realidades inveros¨ªmiles o sorprendentes cada vez que sube un nuevo pasajero. Y Luc¨ªa es una profesional singular que unas veces act¨²a como censora de comportamientos que le desagradan, o como consuelo de un enfermo terminal o como compa?era de cama de un pasajero complaciente.
Mill¨¢s ha escrito una novela abrupta y enigm¨¢tica, casi sin respiro, pero que encierra adem¨¢s un brusco ¡ªaunque calculado¡ª cambio de direcci¨®n. Lo produce un enga?o escarnecedor, otro robo descarado a la protagonista, cuya dolorosa revelaci¨®n podr¨ªa haber puesto final a una novela simplemente pesimista, como lo eran las del primer Mill¨¢s. Pero la segunda parte ¡ªsignificativamente breve¡ª es la descripci¨®n de una venganza total y terrible. Y donde se produce un decidido salto a la fantas¨ªa m¨¢s cruel, como en un cuento g¨®tico que remata adem¨¢s un espl¨¦ndido e inesperado final. Pero no le quepa duda al lector: ha de considerar si los disfraces, los anhelos imposibles, como la maldad gratuita o la mentira, no forman parte del ¨²nico realismo capaz de reflejar (y de resistir) la realidad presente. El deseo que formula Calaf en su aria ¡ª¡¯Nessum dorma¡¯: nadie duerma¡ª es un eco de la orden de la princesa Turandot: nadie debe descansar en Pek¨ªn hasta que no se sepa el nombre de su an¨®nimo pretendiente. Pero en el t¨ªtulo de la novela de Mill¨¢s me parece que ning¨²n Calaf se complace en el insomnio ajeno; m¨¢s bien se nos conmina, o se nos castiga, a vigilar un mundo hostil.
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Autor: Juan Jos¨¦ Mill¨¢s.
Editorial: Alfaguara (2018).
Formato: versi¨®n kindle y tapa blanda (216 p¨¢ginas)
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