El ¡®goya¡¯ con el que Franco quiso conquistar a Hitler
Un libro rastrea la peripecia de ¡®La marquesa de Santa Cruz¡¯
A lo largo de los siglos, a muchos mandamases se les ha ganado por el est¨®mago. Pero Hitler se inclinaba por la dieta vegetariana y encima tem¨ªa que lo envenenaran. As¨ª que hab¨ªa que seducirle por otros medios. La vista, en su caso, como pintor frustrado, funcionaba, igual que su o¨ªdo wagneriano. El arte fue una de sus grandes debilidades. Cuando Franco pens¨® que el l¨ªder nazi podr¨ªa llegar a dominar el mundo, quiso complacerle. Para empezar, le regal¨® tres obras de Zuloaga, un artista que Hitler admiraba. Pero quer¨ªa engatusarle con algo m¨¢s: La marquesa de Santa Cruz, pintada por Goya¡ y alg¨²n greco. El alem¨¢n, por su parte, obsequi¨® al dictador con un Mercedes ¨²ltimo modelo.
Hasta hoy no hab¨ªa pasado de leyenda urbana. "Nada m¨¢s all¨¢ del dicen, cuentan¡", asegura Miguel Falomir, director del Museo del Prado. Pero a partir de ahora, son hechos probados, seg¨²n el historiador Arturo Colorado Castellary. En Arte, revancha y propaganda (C¨¢tedra), el catedr¨¢tico de la Universidad Complutense ha seguido el rastro documental del episodio. ¡°Una prueba m¨¢s de la instrumentaci¨®n del patrimonio que Franco hizo a su conveniencia. Lo utilizaba cuando le ven¨ªa bien como arma de negociaci¨®n secreta o como propaganda¡±, afirm¨® la pasada semana en Madrid.
La historia es rocambolesca y bastante confusa. ¡°De ah¨ª que solo podamos fiarnos del rastro documental¡±, comenta Colorado. Y no para probar el hecho, sino la intenci¨®n. ¡°Esta ¨²ltima queda clara¡±, a?ade el historiador. Para ir cortejando a Hitler, le envi¨® tres obras de Zuloaga. Antonio Magaz, embajador en Berl¨ªn, se las entreg¨® en julio de 1939. ¡°Planeaba crear en la ciudad austriaca de Linz el Museo del F¨¹hrer, la pinacoteca m¨¢s grande del mundo. Y lo que m¨¢s ilusi¨®n le hac¨ªa como obsequio eran las obras de arte¡±.
Franco fue tanteando entre expertos de su confianza qu¨¦ m¨¢s le podr¨ªa gustar. Consult¨®, entre otros, al artista Jos¨¦ Mar¨ªa Sert. El dictador pretend¨ªa cambiar el goya, junto a un Apostolado del Greco ¡ª¡°obras de las que exist¨ªan dos versiones¡±, apunta Colorado¡ª, por el Patio de la Infanta, un conjunto monumental en poder de los alemanes. ¡°Seg¨²n el informe que elabora Enrique Valera, marqu¨¦s de Au?¨®n y encargado de las relaciones culturales franquistas, sobre la posible entrega del cuadro, Sert sosten¨ªa que este no pod¨ªa considerarse entre las obras maestras de Goya¡±.
En esos a?os, La marquesa de Santa Cruz se encontraba en el Prado. Hab¨ªa regresado de Ginebra tras la evacuaci¨®n de obras en la Guerra Civil y su futuro parec¨ªa dudoso. Los propietarios originales, la familia Silva, lo reclamaban, as¨ª que Franco mand¨® comprarla por un mill¨®n de pesetas (6.000 euros). Era la pieza perfecta para Hitler. No solo la mujer que serv¨ªa de modelo estaba representada como s¨ªmbolo de la m¨²sica. En la lira que sostiene se aprecia un lauburu: icono vasco que se asemeja a la esv¨¢stica.
Marcha atr¨¢s
Pero Franco dud¨®. ¡°Los acontecimientos de la guerra no le convenc¨ªan¡±, dice Colorado. Finalmente se ech¨® para atr¨¢s. ¡°El r¨¦gimen vir¨® hacia la neutralidad y la obra qued¨® en manos de F¨¦lix Fern¨¢ndez Vald¨¦s, su propietario hacia el final de la II Guerra Mundial¡±. El bandazo del dictador se explica as¨ª: ¡°Si bien lo adquiri¨® para librarse de conflictos mediante el regalo, luego quiso deshacerse de ¨¦l porque le incomodaba tener en el Prado un ¨®leo que pudo acabar en manos de los nazis¡±, asegura el historiador.
Los herederos de Fern¨¢ndez Vald¨¦s lo vendieron en 1983 y lo sacaron ilegalmente del pa¨ªs. ¡°A partir de ah¨ª se inici¨® un pleito a instancias del Gobierno espa?ol que, en cierto modo, marc¨® un hito¡±, comenta Falomir. ¡°Lo lider¨® el despacho de abogados de Ur¨ªa por encargo del entonces ministro de Cultura, Javier Solana. Sirvi¨® para recuperar una obra fundamental y aumentar la autoestima del pa¨ªs, ganando un proceso en los tribunales internacionales¡±, agrega el responsable del Prado. No fue el ¨²nico episodio que Franco utiliz¨® pol¨ªtica y diplom¨¢ticamente con el patrimonio como herramienta. Cuando los aliados empiezan a entrar en Francia, otro tesoro corr¨ªa peligro: las obras del Louvre. ¡°Se hallaban evacuadas en castillos al sur del pa¨ªs. Franco, por si el r¨¦gimen de Vichy lo necesitaba, ofreci¨® acoger las obras en Espa?a. Concretamente en el palacio de Riofr¨ªo, en Segovia¡±, afirma el catedr¨¢tico. No se trataba de cualquier pieza. All¨ª pudieron recalar La Gioconda o la Victoria de Samotracia. Pero los franceses, amablemente, declinaron la invitaci¨®n.
La Dama de Elche y una 'Inmaculada' de Murillo
Con la Dama de Elche, una Inmaculada de Murillo, las coronas visigodas del tesoro de Guarrazar y los documentos de Simancas recuperados a Francia tras pactar con el general P¨¦tain, el franquismo instrumentaliz¨® en su d¨ªa una sonada campa?a de propaganda. Todo desprend¨ªa un fuerte contenido simb¨®lico para su armadura ideol¨®gica. "La Dama representa el s¨ªmbolo ¨ªbero del inicio de la raza espa?ola. El cuadro de Murillo alude a ese dogma tan nacionalcat¨®lico de la Inmaculada Concepci¨®n. Las joyas visigodas representan la historia de una conversi¨®n y los documentos de Simancas aluden a la ¨¦poca imperial", dice Arturo Colorado. Referentes a santificar por el franquismo que prueban la tesis de su Arte, revancha y propaganda.
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Autor: Mart¨ªn L¨®pez-Vega Gonz¨¢lez .
Editorial: Ediciones C¨¢tedra (2018).
Formato: tapa blanda (512 p¨¢ginas)
Babelia
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