Beatriz Gonz¨¢lez ¡°La obra de arte sirve como reflexi¨®n hist¨®rica¡±
Ocupa un lugar ¨²nico en el arte latinoamericano como pionera pop y como cronista de Colombia. A ella se rinde el Museo Reina Sof¨ªa con una amplia retrospectiva
Hab¨ªa una gaseosa que circulaba en los a?os cuarenta por Bucaramanga, ciudad natal de Beatriz Gonz¨¢lez (1938), que despertaba toda su fascinaci¨®n. Era conocida como Leona Pura, nombre propio de refajo, mucho m¨¢s mundano. En la imagen de la botella aparec¨ªa otra botellita, y esa botellita conten¨ªa otra, y a su vez otra. Era la botella en la botella en la botella, un poco ella, una matrioska con varias beatrices dentro. La m¨¢s peque?a guarda dentro un grito: ¡°?Una artista, una artista!¡±. Lo solt¨® una de sus profesoras del colegio al ver el dibujo de una mandarina en manos de una Beatriz de 10 a?os. Fue la primera vez que escuch¨® esa palabra, que ya no la abandonar¨ªa jam¨¢s. Lo cuenta con voz risue?a, segura, carism¨¢tica. Es consciente del poder destructor de la risa, que ha convertido en uno de sus signos distintivos. Tambi¨¦n su amor por la justicia, sin matices ni concesiones. No deja t¨ªtere con cabeza. Toda su obra reacciona al culto a la violencia que ha caracterizado la pol¨ªtica colombiana durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, aunque las escenas que ella lleva a la tela reh¨²yen del estilo violento. La suya es una pintura meditativa, serena, que escenifica un duelo que preserva la memoria. Un rec¨®ndito lugar donde la artista busca tiempos de paz.
¡°Gracias al proceso al que someto las im¨¢genes, estas se convierten en iconos. Y el icono posibilita la memoria¡±
Sobre esa idea est¨¢ organizada la exposici¨®n con la que el Museo Reina Sof¨ªa revisa ahora su extensa trayectoria. Est¨¢ comisariada por Mar¨ªa In¨¦s Rodr¨ªguez, directora del CAPC de Burdeos, por donde ha pasado ya esta muestra que en oto?o ocupar¨¢ el KW de Berl¨ªn. La exposici¨®n es exigente, s¨ª. Por suerte. Mal vamos si la ¡°exigencia¡± es la excusa que tienen los pol¨ªticos para las destituciones, como el despido que le acaba de ser anunciado a esta comisaria en el citado centro franc¨¦s. No deja de ser curioso c¨®mo Beatriz Gonz¨¢lez siempre se ha volcado en el juego de lo popular y su poder de subversi¨®n. Opt¨® por ello pronto, en cuanto la empezaron a tachar de ¡°fina e inteligente¡±. Por aquel entonces, estudiaba a Vel¨¢zquez y Vermeer, pensando c¨®mo hacer una versi¨®n propia de una gran obra. La cosa tambaleaba hacia una abstracci¨®n que par¨® en seco.
El primer hilo popular del que tir¨® fueron las l¨¢minas Molinari. Producidas en Cali, estas estampas estaban llenas de santos y pr¨®ceres nacionales. Patriotas todos ilustres y todos hombres. Los colores vivos y planos de estas l¨¢minas los llev¨® a una pintura que hu¨ªa de los gordos de Botero, su coet¨¢neo, s¨®lo tres a?os mayor que ella. En 1965, con 27 y avivada por Marta Traba, profesora de historia del arte en la Universidad de los Andes de Bogot¨¢ ¡ªsu ¡°descubridora¡±, dice¡ª, pintar¨¢ su obra m¨¢s conocida, Los suicidas del Sisga, en la que encontr¨® la esencia de su yo art¨ªstico. Hoy es uno de los s¨ªmbolos del arte nacional, aunque parece que la etiqueta no le pesa: ¡°La memoria est¨¢ escondida en los archivos. Gracias a los procesos art¨ªsticos y t¨¦cnicos a los que someto las im¨¢genes de prensa que conservo en ellos, estas se convierten en iconos. Y el icono, al difundirse como obra de arte, posibilita la supervivencia de la memoria¡±, dice.
Parece un acertijo. De los recortes de prensa de cr¨ªmenes, las fotograf¨ªas de luchadores en gimnasios, de reinas de belleza y avisos publicitarios, la artista lleg¨® a la plancha de metal. Al poco tiempo entraron los muebles y el esmalte sint¨¦tico en su estudio en Bogot¨¢. En una cama postr¨® el retrato del se?or de Monserrate. A esta obra la llam¨® Naturaleza casi muerta (1970). La ¨²ltima cena de Leonardo la plant¨® en La ¨²ltima mesa (1970) y La Virgen de la silla de Rafael Sanzio fue directa a un tocador (1973). De ese consumo masivo que fueron las gr¨¢ficas populares y la prensa, Beatriz Gonz¨¢lez extrae sus contextos para mirarlos desde otro lugar. De alg¨²n modo, desacraliza las im¨¢genes consagradas como fetiches de la cultura occidental para que el espectador reflexione sobre la alineaci¨®n a la que est¨¢ sometido. Nos abre los ojos.
A finales de los setenta pas¨® de los muebles a las cortinas. ¡°Del mueble me interesa la posibilidad de negar los par¨¢metros de una obra de arte tradicional, y las cortinas de pl¨¢stico son una conclusi¨®n de ese cap¨ªtulo de los muebles. La idea apareci¨® viendo un tomo de la enciclopedia Salvat en cuya cubierta se reproduc¨ªa el cuadro Le d¨¦jeuner sur l¡¯herbe, de Manet. Estaba tan deste?ido que parec¨ªa una carpa de circo. Fue entonces cuando empec¨¦ a hacer las cortinas, que est¨¢n entre la tercera dimensi¨®n de los muebles y la bidimensionalidad de la pintura. Aunque toda mi obra es pintura. Tambi¨¦n pensaba en ese formato por asociaci¨®n: cualquier cuadro de la pintura universal que me pareciera un tel¨®n de fondo lo pintaba en la cortina¡±, relata. Con su versi¨®n de Manet, titulada Tel¨®n de la m¨®vil y cambiante naturaleza (1978), entr¨® ese a?o en la Bienal de Venecia. Con otra de sus cortinas m¨ªticas, Decoraci¨®n de interiores (1981), particip¨® el a?o pasado en Documenta 14. Una obra que vemos tambi¨¦n en la exposici¨®n Campo a trav¨¦s. Arte colombiano en la colecci¨®n del Banco de la Rep¨²blica, en la Sala Alcal¨¢ 31 de Madrid. ¡°Siempre me he apropiado de obras de arte de la cultura universal con la conciencia de que la obra de arte, al mostrarse en los pa¨ªses subdesarrollados, sufr¨ªa una transformaci¨®n visual y mental. Es decir, no se ve de la misma manera en Latinoam¨¦rica que en Europa¡±.
La artista colombiana se ha dado el lujo de dominar los medios y procedimientos y, sobre todo, de transferir con talento las pinturas en que se inspira. No s¨®lo las revisa sino que las rebasa. Dice que la cr¨ªtica la ha tratado bien y que intenta sacar provecho de la desfavorable. Pronto la calificaron de transgresora y pop, aunque su pintura nada tiene que ver con la de artistas como Warhol, que se apropiaba de im¨¢genes de la actualidad pero imitando el estilo neutral e impersonal de esas im¨¢genes. Lejos de eso, Beatriz Gonz¨¢lez convierte los peri¨®dicos en un diario privado y consigue que ese diario ¨ªntimo sea pol¨ªtico.
¡°Las obras de arte de la cultura universal no se ven igual en Latinoam¨¦rica que en Europa¡±
Con la llegada al Gobierno de Julio C¨¦sar Turbay, en aquel 1978, su postura ¨¦tica dio un salto y tom¨® posici¨®n cr¨ªtica. Se convirti¨®, como Goya, a quien idolatra junto a Rembrandt, en pintora de la corte. Casi todos los d¨ªas hac¨ªa un dibujo del presidente. La cosa era, claro, punzante, y culmin¨® con una gran cortina en que Turbay aparece disfrutando de una fiesta rodeado de admiradoras y la gigantesca descripci¨®n de la Asamblea Constituyente de 1991. La artista nunca ha escondido su amor por la caricatura ni su desapego por la pol¨ªtica. ¡°Siempre que puedo recuerdo que no soy una artista pol¨ªtica ni una pintora comprometida a la manera en que lo son los muralistas mexicanos. El artista se compromete con la realidad en el momento en que tiene la voluntad de sentir que su obra puede servir como una reflexi¨®n hist¨®rica. Como dijo alguien, el arte cuenta lo que la historia no puede contar¡±.
En esa construcci¨®n de la memoria alza el vuelo su obra Auras an¨®nimas (2009). Hasta 9.000 l¨¢pidas pint¨® para los columnarios populares del Cementerio Central de Bogot¨¢, edificios construidos entre 1930 y 1950 que, ante la amenaza de su destrucci¨®n en 2003, movilizaron a otra artista colombiana, Doris Salcedo, a salvar su arquitectura. Y lo consigui¨®. Para las l¨¢pidas, Beatriz Gonz¨¢lez revis¨® las im¨¢genes de cargueros, un tema que demuestra c¨®mo ha cambiado Colombia con la guerra. Si en el siglo XIX los cargueros trabajaban cargando vivos, ya que era el medio de transporte que usaban los viajeros para conocer el pa¨ªs y comerciar, hoy los cargueros llevan muertos. Ellos cierran la exposici¨®n.
Todas sus im¨¢genes esconden otras im¨¢genes; y estas, otras. Un largo camino al conocimiento. Tambi¨¦n a ella le persigue, aunque su labor pedag¨®gica siempre se ha situado dentro del museo. Cuando lleg¨® al Museo Nacional de Bogot¨¢ hab¨ªa 16.000 piezas por investigar. Bromea diciendo que tal vez sea profesora de Bellas Artes con 80 a?os, ¡°cuando sepa lo que pueda ense?ar¡±. Este a?o los alcanza. Es dif¨ªcil pensar en otra artista que haya escrito tanto y tan bien del arte de su pa¨ªs. Igual la clave est¨¢ en su postura met¨®dica, cr¨ªtica, tragic¨®mica, mordaz. As¨ª responde a la pregunta sobre c¨®mo escribir la historia del arte del ma?ana: ¡°El momento actual permite que el arte sea inteligente, reflexivo y exigente. As¨ª ser¨¢ su historia¡±.
¡®Beatriz Gonz¨¢lez. 1965-2017¡¯. Palacio de Vel¨¢zquez. Parque del Retiro. Madrid. Hasta el 2 de septiembre.
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