Los detectives de la Transici¨®n
Los historiadores se ven obligados a rastrear archivos personales de los protagonistas de la ¨¦poca para evitar el bloqueo de la informaci¨®n oficial
Hay un documento que el historiador Alfonso Pinilla persigue sin descanso desde hace a?os: el informe de un prominente constitucionalista que el general Armada hizo llegar a Zarzuela en oto?o de 1980. ¡°El propio Sabino Fern¨¢ndez Campos afirmaba que ese documento lleg¨® en octubre y lo que se propon¨ªa era eliminar a Su¨¢rez de la presidencia¡±, explica Pinilla, ¡°y eso lo sabe el Rey¡±. Poco antes de fallecer, Fern¨¢ndez Campos revel¨® en una entrevista que lo que Armada propon¨ªa era crear un gobierno de concentraci¨®n presidido por alguien neutral. Y cuando se refer¨ªa a alguien neutral, Armada se refer¨ªa a ¨¦l. Pinilla, que lleva a?os trabajando en el 23F y sus proleg¨®menos, sabe que ese informe aportar¨ªa datos esenciales para sus investigaciones. Pero es una misi¨®n casi imposible acceder a ¨¦l. Como es imposible, dice, escuchar las cintas que fueron grabadas aquella noche con las conversaciones de los protagonistas o la informaci¨®n que manejaba el Cesid.
El cerrojazo en la documentaci¨®n hist¨®rica con el que se encuentran los especialistas se convierte en blindaje cuando estudian los hechos m¨¢s recientes. El 23F es un buen ejemplo. ¡°Estos elementos tan sensibles del pasado reciente, solo pueden documentarse a trav¨¦s de archivos personales a los que tengas acceso o a trav¨¦s de los que est¨¢n en el extranjero¡±, dice Alfonso Pinilla. Precisamente gracias a los papeles que han guardado celosamente algunos particulares, ha podido desentra?ar secretos que duermen en las estanter¨ªas de la administraci¨®n con el sello de clasificado. La suya es una labor casi detectivesca. Ahora mismo est¨¢ buceando en los papeles de uno de los militares que estuvo implicado en el golpe. Prefiere no revelar el nombre para no dar pistas.
No es la primera vez que Alfonso Pinilla tiene que ganarse la confianza de una familia para acceder a un archivo personal. Ya lo hizo cuando investig¨® la legalizaci¨®n del PCE. En un altillo, en casa de los Armero, permanec¨ªan los papeles de toda una vida. La correspondencia, las notas y?los documentos que Jos¨¦ Mario Armero guard¨® y el cuidadoso diario en el que su esposa anotaba todo lo que pasaba en su casa, la casa en la que se reunieron Su¨¢rez y Carrillo para negociar la legalizaci¨®n del Partido Comunista. ¡°Un d¨ªa fui y me lo dejaron mirar¡±, recuerda Pinilla, ¡°Tambi¨¦n es verdad que aqu¨ª entra el componente humano. Uno intenta trabajar con rigor y le ense?a a la gente las cartas desde el principio. Lo que escriba os lo voy mandando y hablamos¡±. Hab¨ªa dado con la piedra filosofal que desbloquear¨ªa su investigaci¨®n. Los Armero no le tocaron ni una coma de sus escritos.
¡°Est¨¢n decidiendo sobre sus propios secretos¡±
Enfrentados a una carrera de obst¨¢culos para acceder a la documentaci¨®n necesaria para sus investigaciones, los historiadores se han encontrado este mes de abril con un nuevo obst¨¢culo: la orden del Instituto de Historia y Cultura Militar de restringir el acceso a todos los documentos de la guerra civil con una marca de clasificaci¨®n. Ante las quejas de los especialistas, el Ej¨¦rcito ha tenido que rectificar.
¡°Si ahora resulta que cambian el concepto de reservado a clasificado, que parece que es lo que ha pasado en el Instituto de Historia y Cultura Militar, tampoco vamos a confiar mucho en la reforma de la Ley de Secretos Oficiales¡±, dice Matilde Eiroa, doctora en Historia Contempor¨¢nea de la Universidad Carlos III y especialista en las relaciones internacionales del franquismo. ¡°A m¨ª me da una cierta suspicacia. ?Qu¨¦ puede haber tan secreto despu¨¦s de ochenta a?os que pueda considerarse un peligro para la seguridad del Estado?¡±.
Es la pregunta que se hacen muchos de sus colegas. Y no tienen demasiada confianza en que la respuesta est¨¦ en la reforma de la Ley de Secretos Oficiales de 1968 que se est¨¢ tramitando en el Congreso. A Mar Rubio, historiadora econ¨®mica especializada en la energ¨ªa nuclear le preocupa que la falta de voluntad pol¨ªtica para desbloquear el problema: ¡°quiz¨¢ desde su punto de vista 25 a?os es poco tiempo, porque realmente nos trae hasta antes de ayer. Pero, claro, est¨¢n decidiendo sobre sus propios secretos¡±.
Las negociaciones pueden llevar a?os. El catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Navarra, Pablo P¨¦rez L¨®pez fue el primero en acceder a uno de los archivos m¨¢s completos y mejor conservados de la Transici¨®n, el de Leopoldo Calvo Sotelo. Todo empez¨® cuando ¨¦l y su colega Jos¨¦ Vidal Pelaz propusieron al expresidente escribir sobre su periodo en la Moncloa. ¡°Le dijimos: ya sabe que los historiadores necesitamos papeles¡±, recuerda P¨¦rez L¨®pez, ¡°¨¦l se rio y nos contest¨®: algo tengo¡±. Ese "algo" resultaron ser dos centenares de cajas perfectamente catalogadas. Met¨®dico y minucioso, cuando Calvo Sotelo dej¨® el gobierno, pidi¨® la ayuda de una archivera para organizar sus carpetas y los once mil vol¨²menes de su biblioteca. Pero el expresidente falleci¨® inesperadamente cuando los historiadores estaban negociando. Dejaron pasar un tiempo prudencial y volvieron a empezar casi de cero con los herederos.
Casi diez a?os despu¨¦s de aquellas conversaciones, P¨¦rez L¨®pez solo puede tener buenas palabras para la familia de Calvo Sotelo. Tardaron en decidirse porque a la muerte de su padre, el gobierno de Zapatero les comunic¨® que barajaba la idea de crear en Espa?a unas bibliotecas presidenciales al estilo de las norteamericanas. El proyecto qued¨® en nada, y los papeles del expresidente en el semis¨®tano donde siempre los hab¨ªa guardado en su domicilio de Somosaguas. ¡°Ten¨ªamos que ir a consultarlo a su casa. Ten¨ªamos que pasar por el pasillo y ver si la cama estaba hecha¡±, recuerda el historiador. Ya enfrentados a los documentos, a P¨¦rez L¨®pez le llam¨® la atenci¨®n el meticuloso trabajo con el que Calvo Sotelo preparaba sus decisiones, subrayando en varias relecturas los papeles. Le llam¨® la atenci¨®n tambi¨¦n la informaci¨®n de la tormentosa vida interna de la UCD.
Charles Powell, que era amigo personal de Calvo Sotelo, tambi¨¦n colabor¨® para que se pudieran consultar sus archivos. ¡°Recuerdo que Calvo Sotelo en su d¨ªa quiso donar sus papeles al Estado, pero le pusieron tantas trabas que desisti¨®. Es incre¨ªble que en Espa?a no exista un procedimiento reglado para que se puedan depositar esos papeles en una instituci¨®n del Estado. Es terrible¡±, afirma el catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad CEU San Pablo. Por eso crearon la Fundaci¨®n Transici¨®n Espa?ola: para salvar la documentaci¨®n que algunas familias ten¨ªan en casa y no pod¨ªan conservar.
Es la misma preocupaci¨®n que tienen en el Archivo de la Universidad de Navarra. Abierto en 2006, se ha convertido en lugar obligado de peregrinaci¨®n para los investigadores, especialmente los de la Transici¨®n. Han logrado reunir el m¨¢s completo fondo de archivos personales de esa ¨¦poca. Hasta 293? de los que, por el momento, han podido organizar 83. Cinco personas atienden a investigadores de 97 universidades. Su directora, Yolanda Cagigas, lo tiene muy claro: se rigen por lo pr¨¢ctico. ¡°?En qu¨¦ nos ponemos a trabajar? Pues en lo m¨¢s solicitado. Si sabemos que alguien va a hacer una tesis sobre un fondo que tenemos sin catalogar, nos ponemos a ello. O si en una investigaci¨®n particular necesitan algo¡±.
El acceso es libre a casi todo. Las ¨²nicas restricciones son las que marcan el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El material m¨¢s delicado es la correspondencia. ¡°Pero si el investigador justifica la necesidad de consultar algo que tiene alg¨²n detalle personal que no se puede revelar, lo que hacemos es fotocopias eliminando esas referencias¡±, comenta In¨¦s Irurita, una de las archiveras. Lo tuvieron que hacer, por ejemplo, en unas cartas en las que se comentaba la afici¨®n a la bebida de una se?ora conocida de la ¨¦poca.
Aunque lo ideal es que los protagonistas donen sus documentos en vida, lo m¨¢s habitual es tratar con sus herederos. En el Archivo de la Universidad de Navarra los miman especialmente, tanto que en muchos casos se llegan a establecer relaciones de amistad. Sobre todo, porque algunas negociaciones se han llegado a prolongar m¨¢s de diez a?os. ¡°Al final te mandan el archivo porque se f¨ªan¡±, explica la directora, ¡°y despu¨¦s no puedes olvidarte¡±. Tienen hasta un presupuesto para felicitaciones de Navidad para las familias que ya han cedido sus papeles y para las que est¨¢n negociando.
A Yolanda Cagigas se le iluminan los ojos cuando habla de los dos mil archivos personales que tiene la Universidad de Yale. Y se le iluminan a¨²n m¨¢s cuando aparece en la conversaci¨®n el archivo personal de Adolfo Su¨¢rez. Es el Santo Grial de los investigadores de la Transici¨®n. Nadie lo ha visto, pero todos quieren beber de sus fuentes. ¡°Nos dicen que lo tiene su hijo¡±, explica Cagigas. ¡°No lo hemos visto, pero alguno de nuestros donantes, s¨ª¡±, apunta In¨¦s Irurita. Adolfo Su¨¢rez Illana no ha hablado nunca de asunto y prefiere no hacerlo tampoco ahora.
¡°?Ten¨ªa archivo personal Adolfo Su¨¢rez?¡±, se pregunta el catedr¨¢tico P¨¦rez L¨®pez, ¡°teniendo en cuenta como era ¨¦l, un hombre m¨¢s de relaciones personales, yo no me lo imagino poniendo asteriscos y subrayando papeles como Calvo Sotelo. Por eso alg¨²n historiador lo pone en duda¡±. La inc¨®gnita sobre su existencia, como el fallido proyecto de crear unas bibliotecas presidenciales son para P¨¦rez L¨®pez una muestra m¨¢s de la poca importancia que damos a nuestra historia. Es consciente de lo mucho que cuesta cambiar las mentalidades y m¨¢s en tiempos de presupuestos ajustados. ¡°Esto tendr¨ªa que entrar en la consideraci¨®n de nuestros pol¨ªticos¡±, dice ¡°No es tan caro. Con un kil¨®metro de autov¨ªa pr¨¢cticamente solucionas el problema de los archivos espa?oles por dos a?os. Pero yo comprendo que sea el ¨²ltimo de la fila¡±. Y bromea con una sonrisa: ¡°si lo ¨²ltimo que haces en casa en arreglar los papeles¡±. Solo que estos papeles son los que explican nuestro pasado, los que pueden sernos ¨²tiles para entender nuestro presente. ¡°Fortalecer nuestra memoria es b¨¢sico para fortalecer nuestra democracia¡±, afirma P¨¦rez L¨®pez. Y nuestra memoria est¨¢ en los archivos. En los que algunos van rescatando con el esfuerzo de muchos a?os. Y en los que todav¨ªa permanecen cerrados.
Babelia
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