La mujer m¨¢s triste de la Tierra
Llu¨ªs Pasqual presenta en el Lliure una ambiciosa 'Medea', que lucha entre la contenci¨®n y el exceso
Tengo sensaciones contrapuestas con la Medea que Llu¨ªs Pasqual ha presentado en el Lliure, donde, a mi juicio, dentro de una gran altura est¨¦tica y emocional, luchan la contenci¨®n y el exceso. Me parece mod¨¦lica, para empezar, la adaptaci¨®n que firman, en catal¨¢n, Alberto Conejero y Pasqual. Dura una hora escueta, en la que brilla un lenguaje hermosamente seco, claro, sin ret¨®rica, mezclando a Eur¨ªpides y S¨¦neca. Y una estructura casi cartesiana: el careo entre Medea (Emma Vilarasau) y Jas¨®n (Roger Coma) donde se nos cuenta, con gran intensidad, todo lo que debemos saber con frases memorables: ¡°No se puede deshacer tan r¨¢pido el v¨ªnculo de la sangre¡± o ¡°Jas¨®n, me debes un hermano¡±; la escena en la que Creonte (Andreu Benito), contra cuya familia Medea ha lanzado sus maldiciones, dicta su exilio; o esa singular mezcla de mensajero y corifeo (Benito) hablando, como de ahora mismo, de ¡°un tiempo de decisiones turbias y falsos juramentos¡±. Roger Coma est¨¢ sobrio y seguro. Y siempre es un placer escuchar a Andreu Benito.
Esa contenci¨®n choca con el impresionante pero dir¨ªa que desmesurado espacio esc¨¦nico de Alejandro And¨²jar, una gran caja de paredes y suelo negro. Obviamente, esa es su opci¨®n. Comprendo la voluntad de colocar a los personajes en un vac¨ªo, en un gran desierto, pero a m¨ª me hubiera gustado tener a Vilarasau a cuatro pasos, en el Lliure de Gr¨¤cia o en el Espai. Aqu¨ª hace gala de una entrega absoluta, una impresionante visceralidad con grandes momentos de verdad, un no poder parar, no poder sacarse de encima el dolor, pero a ratos creo que su dicci¨®n ha de ser m¨¢s modulada. En Medea hay que simultanear claridad y trance, y creo que no le ayuda ese enorme espacio de la sala grande del Lliure: su voz se escapa por los laterales y tiende un poco al chillido. Claro est¨¢ que Medea est¨¢ siempre en clave parox¨ªstica, pero quiz¨¢s por eso, por su condici¨®n de bestia extrema, deber¨ªa controlar, creo, la reiteraci¨®n de los tonos altos. Viendo la funci¨®n pensaba que dura una hora pero parece concebida como un espect¨¢culo de tres. Y hay muchas cosas que, lo siento, me sobran. El largo comienzo, con los ni?os (Adri¨¤ Campos y Joan ?Farssac) jugando con el preceptor (Joan Sureda), mientras por la pantalla desfilan canciones que, si no recuerdo mal, van de Jeff Buckley a Purcell, algunas interpretadas por los chavales. O los v¨ªdeos obvios: no creo que haga falta mostrar animales feroces cuando el mensajero dice ¡°como a punto de saltarse al cuello¡±. Tampoco creo que sean imprescindibles, aunque teatralmente resulten deslumbrantes, los diluviazos.
Admiro el empe?o de Pasqual, la extenuante entrega de Vilarasau y la sobriedad de Coma y Benito, pero no me conmovi¨® todo lo que esperaba
?Voy al meollo del bollo? Que los dioses de la tragedia me perdonen, pero nunca he podido con Medea. Puedo aplaudir sus interpretaciones (Espert, S¨¢nchez-Gij¨®n, Vilarasau y tantas otras actrices fuera de serie), pero no logro empatizar, o como quieran llamarlo, con semejante monstruo. No me basta lo de la extranjera, la mujer marginada, lo mucho que la pute¨® Jas¨®n. Entiendo la locura, el dolor y los celos, pero para m¨ª no es una hero¨ªna tr¨¢gica: es una asesina. Entender¨ªa que acabase con Jas¨®n y Creonte, incluso que mate a Creusa, pero no a dos inocentes. Y sin embargo, cuando m¨¢s me atraviesa es cuando siento la fuerza horrible de lo real: el asesinato de los ni?os. Pasaje que, por cierto, no siempre suele verse en escena, y Pasqual se atreve a abordarlo. Mis dos escenas horriblemente preferidas, donde Vilarasau no necesita deslizarse hacia la gran ¨®pera: el conjuro de la sangre y el manto, y lo que pasa luego en el agua. Con esa agua me basta y me sobra: esa es la gran tormenta. Obviedad: ?qui¨¦n puede comprender a alguien que mata a sus hijos? Se me saltan las l¨¢grimas solo con evocar un trasluz de ese momento. Lo m¨ªtico puede trazar un cierto velo, pero intent¨¦moslo con lo que pas¨® har¨¢ unas pocas semanas en nuestro pa¨ªs. Esto me lleva a pensar que nunca, creo, he visto una Medea naturalista, de barriada, s¨¢bado por la tarde y cielo negro. ?Encajar¨ªa ah¨ª una Medea con poderes de magia negra? Yo dir¨ªa que s¨ª. Y quiz¨¢s fuera abiertamente insoportable. Pienso en algo tan lejano como El reino de N¨¢poles, de Werner Schroeter, mezclando lo m¨ªtico y lo cotidiano. Dejemos eso, porque Pasqual juega en otra liga, aunque el vestuario de Vilarasau, su ch¨¢ndal negro con caperuza, parece apuntar hacia Cornell¨¢ o Vallecas, y abre esa dimensi¨®n que atrae y al mismo tiempo me aterra. Y soporto mal la ascensi¨®n final de Medea. Quiero castigo: el peor pecado es el asesinato del inocente. Por eso mi frase favorita de la tragedia es cuando el mensajero, tan sensato como aterrado, le dice: ¡°S¨¦ lo que har¨¢s. Y ser¨¢s la mujer m¨¢s triste de la Tierra¡±. Am¨¦n a eso.
Estoy convencido de que la Medea del Lliure ser¨¢ un gran ¨¦xito. Admiro la ambici¨®n y el empe?o de Pasqual, y la extenuante entrega de Vilarasau, y la sobriedad extrema de Coma y Benito, pero, l¨¢stima, no me conmovi¨® todo lo que esperaba. Quiz¨¢s, ya digo, sea problema m¨ªo.
¡®Medea¡¯, a partir de Eur¨ªpides y S¨¦neca. Versi¨®n de Alberto Conejero y Llu¨ªs Pasqual. Dirigida por Llu¨ªs Pasqual. Teatre Lliure (Barcelona). Int¨¦rpretes: Emma Vilarasau, Roger Coma, Andreu Benito, Adri¨¤ Campos, Joan Farssac, Joan Sureda. Hasta el 12 de mayo.
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