El Vaticano da una lecci¨®n de arquitectura en la Bienal de Venecia
La Santa Sede inaugura su participaci¨®n en esta cita
En la apacible isla de San Giorgio Maggiore, que desde el otro lado de la laguna contempla el bullicio de la Plaza de San Marco, han brotado 11 singulares capillas. Son muchas para un lugar habitado por monjes benedictinos m¨¢s acostumbrado a la lejan¨ªa -Turner o Monet lo pintaron desde el Palacio Ducal- que a la cercan¨ªa de quienes visitan la iglesia de Andrea Palladio. En el bosque del monasterio se han construido las capillas que forman el Pabell¨®n de la Santa Sede en su primer desembarco en la Bienal de Arquitectura de Venecia.
Al Vaticano no se le escapa que aunque el papa Alejandro Farnesio (Pablo III) le encarg¨® a Miguel ?ngel la c¨²pula de la Bas¨ªlica de San Pedro para dominar el horizonte de la ciudad, hoy muchos la identificamos m¨¢s con el propio Miguel ?ngel que con la fe cat¨®lica. Tal vez por eso, para poner al d¨ªa la prol¨ªfica relaci¨®n entre la iglesia y la mejor arquitectura, este despliegue de la Santa Sede es a la vez un gesto urban¨ªstico de futuro y una muestra de apertura mental. M¨¢s que evangelizar, el Vaticano ha querido que la obra de arquitectos, a los que parece haber encargado un auto-retrato espiritual, resulte inspiradora.
Por eso, tras apoyar la muestra en el Metropolitan de Nueva York sobre moda e imaginaci¨®n cat¨®lica, Heavenly Bodies, la Santa Sede llega a Venecia con capillas proyectadas por arquitectos internacionales reconocidos -como Souto de Moura o Norman Foster- y menos conocidos -como Francesco Cellini o Carla Jua?aba-. El Vaticano hace convivir su hist¨®rica ambici¨®n planetaria con una nueva pluralidad. R¨²sticas, abstractas, escult¨®ricas o mediterr¨¢neas, las capillas invitan a descubrir la capacidad conmovedora de la arquitectura. Y muchos arquitectos se muestran entusiasmados con la experiencia. Norman Foster explica en el interior de la suya que ha tratado de levantar una m¨ªnima estructura que mejorase con el tiempo. Y la espa?ola Eva Prats cuenta a El Pa¨ªs su voluntad de no recurrir a una cruz (cinco de ellas la evitan) y de utilizar el color para ubicarse en el bosque.
El resultado es un joya. En primer lugar por la idea de su comisario, Francesco dal Co, de convertir una intervenci¨®n temporal en un edificio ¨²til. En segundo, por dejar indefinido ¨Ces decir por dar libertad a los arquitectos para definir- lo que una capilla puede ser hoy: un espacio devorado por la naturaleza (Norman Foster), una cruz en el paisaje (Carla Jua?aba), un recorrido (Ricardo Flores y Eva Prats), un refugio (Terunobu Fujimori), un mausoleo (Eduardo Souto de Moura) o un lugar en el que apartarse del mundo y centrarse en uno mismo (Smiljan Radic).
La arquitectura religiosa ya ha demostrado ser una de las tipolog¨ªas con mayor capacidad para asumir y alimentar el cambio. Sin embargo, el logro de este primer Pabell¨®n de la Santa Sede no est¨¢ solo en lo construido. Tiene que ver con d¨®nde se ha hecho: la recuperaci¨®n de un jard¨ªn tan cercano como lejano de la vida de los venecianos y su consagraci¨®n como un espacio de descanso y paseo constituyen un regalo para el futuro de la ciudad y para el disfrute de la arquitectura.?
Babelia
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