Domecq, otra vez, con la mirada perdida
Triste actuaci¨®n de la terna ante una mansa, blanda y noble corrida de Torrehandilla
Torrehandilla / Luque, Galv¨¢n, Lorenzo
Cuatro toros de Torrehandilla y dos -cuarto y sexto- de Torreherberos, descarados de pitones, astifinos, mansos, sosos y nobles. El sexto, devuelto y sustituido por uno de Virgen Mar¨ªa, mal presentado, bravuc¨®n y noble.
Daniel Luque: pinchazo hondo ¡ªaviso¡ª y un descabello (ovaci¨®n); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio).
David Galv¨¢n: estocada (ovaci¨®n); estocada ¡ªaviso¡ª (silencio).
?lvaro Lorenzo: ¡ªaviso¡ª bajonazo descarado (silencio); pinchazo ¡ªaviso¡ª y estocada (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas. Vig¨¦simo segundo festejo de la Feria de San Isidro. 29 de mayo. Media entrada (14.171 espectadores, seg¨²n la empresa).
Despu¨¦s del susto, la tensi¨®n y la emoci¨®n de la corrida de Dolores Aguirre, el sereno aburrimiento del encaste Domecq. Despu¨¦s del car¨¢cter ind¨®mito, la fiereza y la mansedumbre encastada de los toros del domingo, la soser¨ªa, la falta de fuerzas y la nobleza tonta de los de ayer. Del miedo de Dolores Aguirre a la tranquilidad de Torrehandilla. Pero esa es la normalidad, la tauromaquia de hoy, la que emociona a los p¨²blicos de vez en cuando y duerme a las ovejas tarde tras tarde.
Ayer no hubo suspensi¨®n ¡ªno se pod¨ªan devolver las entradas y, en consecuencia, se colocaron los pl¨¢sticos¡ª, y como la tarde fue un muermo insoportable, el recuerdo busc¨® refugio en la terna frustrada del lunes que se visti¨® de luces para lidiar los toros guapos de Partido de Resina y se volvi¨® impoluta al hotel por una m¨¢s que discutible decisi¨®n de los propios toreros y la autoridad, y, al parecer, unos y otros, presionados por la empresa.
Qu¨¦ pena que siempre paguen los mismos, los m¨¢s modestos, ¡ª?alguien puede imaginar siquiera que se hubiera suspendido una corrida con tres figuras en el cartel?¡ª, los que no tienen posibilidad de enfrentarse al gran empresario bajo pena de no volver a ver un pit¨®n en lo que les quede de vida torera. As¨ª de dura y triste es para algunos esta profesi¨®n.
Vaya un recuerdo respetuoso, pues, para S¨¢nchez Vara, dispuesto a suicidarse en el lodazal si no le garantizaban una oportunidad; Javier Casta?o, en horas bajas despu¨¦s del mal trago de su enfermedad, y el franc¨¦s Thomas Duffau. A los tres les rompieron los sue?os de tantos duermevelas por razones, seguramente, econ¨®micas.
Y lo dicho: despu¨¦s de la emoci¨®n palpitante de los aguirre y el nefasto episodio de la suspensi¨®n, el encaste Domecq, otra vez.
El cuarto toro se desplom¨® a todo lo largo durante la faena de muleta. En vista de que la decisi¨®n del animal era dormir una larga siesta, llegaron los miembros de la cuadrilla de Luque y pusieron en marcha el denigrante n¨²mero de tirarle del rabo. Se levant¨® el toro a duras penas, adelant¨® las manos para no volver a caerse y la sensaci¨®n que ofreci¨®, con la mirada perdida, es que no sab¨ªa d¨®nde estaba.
La corrida de Torrehandilla se salv¨® por los pitones astifinos que todos lucieron, pero fue mansa en los caballos, con las fuerzas muy justas y tan noble como sosona en el tercio final.
?Y los toreros? Daniel Luque, ya veterano, y dos j¨®venes, Galv¨¢n y Lorenzo, a la b¨²squeda del triunfo, y no lo encontraron a pesar de que los toros iban y ven¨ªan con dulzura y movilidad.
Los tres se erigieron en m¨¢ximos representantes del toreo moderno, ese que concede m¨¢s importancia a la cantidad que a la calidad, toreo superficial, fuera cacho, en l¨ªnea recta, muletazos vac¨ªos de contenido¡
As¨ª es imposible enardecer a las masas, que es el ingrediente fundamental del triunfo. Luque dej¨® detalles a la ver¨®nica y un largo natural en su primero; Galv¨¢n, dos buenas estocadas, y Lorenzo aguant¨® ga?afones del tercero y no se entendi¨® con el sobrero, el mejor de la tarde.
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