Vivaldi sin galvanismo
Jean-Christophe Spinosi y la Ensemble Matheus ofrecen unas 'Cuatro estaciones' tan admirablemente tocadas como vacuas y efectistas
Suele decirse que existen dos Vivaldis, uno m¨ªtico y otro real. Y cada uno con su p¨²blico. El primero se apoya en la popularidad de Las cuatro estaciones, los conciertos violin¨ªsticos que abren su opus 8, de 1725, junto a su recreaci¨®n actual, ya sea hist¨®ricamente informada, con orquesta moderna, banda de heavy metal; o conjunto de koto japon¨¦s. El segundo reivindica al compositor veneciano en toda su dimensi¨®n productiva con centenares de obras que todav¨ªa siguen d¨¢ndose a conocer. El fen¨®meno medi¨¢tico de las estaciones vivaldianas suele atribuirse a la fonograf¨ªa; ninguna otra composici¨®n cl¨¢sica ha sido registrada tanto, y con formaciones tan diversas, desde que Bernardino Molinari las grabase, en 1942, al frente de la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia para Cetra. Pero tambi¨¦n es cierto que Las cuatro estaciones fueron extraordinariamente populares en Francia tras la muerte del compositor. El mism¨ªsimo Jean-Jacques Rousseau public¨®, en 1775, un curioso arreglo para flauta sola de La primavera y Michel Corrette convirti¨® ese mismo concierto, en 1766, en un grand motet para el Concert spirituel.
Con el tiempo, el Vivaldi m¨ªtico ha hecho posible el real. Y la popularidad de sus estaciones ha permitido recuperar sus otros conciertos, sonatas, obras religiosas y ¨®peras, que descansaban mayoritariamente en centenares de manuscritos aut¨®grafos donados a la Biblioteca Nacional de Tur¨ªn, en 1927, tal como narra Federico Maria Sardelli, con aire de novela policiaca, en el reciente libro El caso Vivaldi (Turner). Uno de los m¨¢s prestigiosos art¨ªfices de esa recuperaci¨®n vivaldiana, desde los a?os noventa es el violinista y director franc¨¦s Jean-Christophe Spinosi (Drancy, 1964). Con su Ensemble Matheus ha registrado para Na?ve con instrumentos de ¨¦poca varios conciertos y obras religiosas, pero tambi¨¦n cuatro ¨®peras junto a cantantes como Philippe Jaroussky y Marie-Nicole Lemieux. Su nueva gira espa?ola, que arranc¨® el pasado s¨¢bado, 26 de mayo en Gerona, y terminar¨¢ el pr¨®ximo 2 de junio en Valladolid, tras Las Palmas de Gran Canaria, Zaragoza o Valencia, se centr¨® precisamente en Las cuatro estaciones. Una interesante propuesta para conciliar los dos Vivaldis, el m¨¢s popular con el m¨¢s especializado.
Spinosi comenz¨® su actuaci¨®n en el Auditorio de Zaragoza ejerciendo como director. Abri¨® con una versi¨®n vigorosa y flexible de la obertura de la ¨®pera Serse, de H?ndel, que se elev¨® especialmente en la giga final. Apuntal¨® el vivace al principio del Concerto grosso ¡°para la noche de Navidad¡±, de Corelli, con brev¨ªsimos acordes, como un friso de estilizadas columnas suspendidas en el aire. A continuaci¨®n, cada disonancia del grave son¨® como un chispazo de luz. Tras el allegro, escuchamos, en el bell¨ªsimo adagio o en la pastoral del final, ese coraz¨®n camer¨ªstico y familiar que late tras el Ensemble Matheus: Spinosi y Laurence Paugam, su esposa, en los violines del concertino, pero tambi¨¦n su cu?ada, Fran?oise, al frente de los segundos violines, que conformaron, junto a su hermano, el anterior Cuarteto Matheus. La formaci¨®n orquestal surgi¨® en 1991 y mantuvo el nombre en lat¨ªn de su primer hijo, Mathieu Spinosi, hoy tambi¨¦n convertido en violinista y en estrella del cine y la televisi¨®n.
ENSEMBLE MATHEUS. Jean-Christophe Spinosi, viol¨ªn y director. Obras de H?ndel, Corelli y Vivaldi. XXIV Temporada de Grandes Conciertos de Primavera. Auditorio de Zaragoza, 29 de mayo.
Pero todo cambi¨® en la segunda parte con Las cuatro estaciones. El violinista franc¨¦s trat¨® de combinar los dos Vivaldis en una versi¨®n admirablemente tocada, con momentos logrados, pero que termin¨® convertida en algo vacuo y efectista. Sin duda, el programa de los famosos ¡°sonetos demostrativos¡± permite a?adir un giro psicol¨®gico a los constantes gui?os onomatop¨¦yicos de la obra (cantos de p¨¢jaros, murmullos del agua y el viento, la tormenta, los sonidos cineg¨¦ticos¡). Pero ello requiere el mismo Spinosi dramaturgo que escuchamos en las ¨®peras. Alguien capaz de sacar partido a los constantes juegos de tensi¨®n y distensi¨®n que plantea Vivaldi en los patrones secuenciales de su m¨²sica. Esa especie de galvanismo musical del concertato barroco, que puede conmocionar al p¨²blico, y acercarlo, en cierto modo, a la espontaneidad del jazz o el rock instrumental, como ha explicado el music¨®logo Richard Taruskin.
Por desgracia, nada de eso sucedi¨® ayer en Zaragoza. El violinista franc¨¦s teji¨® con su orquesta tapices sonoros interesantes al inicio de cada concierto. Toc¨® admirablemente los movimientos finales, que fueron lo mejor en cada caso. Pero tambi¨¦n abus¨® de efectos inquietantes e innecesarios. Los insistentes detalles ornitol¨®gicos, cluster, adornos furtivos o giros atonales de St¨¦phane Guion-Fuget, al clave, no aportaron nada. Tampoco esa obsesi¨®n del violinista por desdibujar el canto del instrumento en los movimientos lentos, donde Vivaldi act¨²a muchas veces como un operista. Al final, Spinosi anunci¨®, como una ¡°quinta estaci¨®n¡±, un arreglo de Summertime, de Gershwin, que es lo m¨¢s cerca que estuvo en toda la velada de ejercer el referido galvanismo. Pero insisti¨® con Vivaldi, para terminar, y repiti¨® el famoso presto final de El verano, aunque ahora todav¨ªa m¨¢s exagerado y efectista. Ayer no hubo tormenta en Zaragoza, a pesar de que estaba anunciada.
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