La larga historia de las noticias falsas
La utilizaci¨®n pol¨ªtica de las mentiras empez¨® mucho antes de las redes sociales, la construcci¨®n de otras realidades ha sido una constante desde la antigua Grecia
La primera v¨ªctima de la guerra es la verdad, sostiene un viejo dicho period¨ªstico. Aunque lo cierto es que bien podr¨ªa decirse que la verdad es v¨ªctima recurrente en cualquier sociedad organizada, porque la mentira pol¨ªtica es un arte tan viejo como la civilizaci¨®n. La verdad es un concepto escurridizo en metaf¨ªsica y cambiante en ciencia ¡ªun nuevo descubrimiento puede anular lo que se daba por cierto¡ª, pero en el d¨ªa a d¨ªa el asunto es muy diferente: hay cosas que han ocurrido y otras que no; pero los hechos, reales o inventados, influyen en nuestra percepci¨®n y opini¨®n.
Desde la Antig¨¹edad, verdad y mentira se han mezclado much¨ªsimas veces y esas realidades falsas han influido en el presente. Ya lo escribi¨® el gran historiador franc¨¦s Paul Veyne en su ensayo ?Cre¨ªan los griegos en sus mitos? (Granica):?"Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia".
Llegados a este punto conviene hacer una distinci¨®n entre noticias falsas y propaganda: ambas crecen y se multiplican en el mismo ecosistema, pero no son exactamente iguales. La propaganda busca convencer, ser eficaz, y para eso puede recurrir a todo tipo de instrumentos, desde el arte hasta el cine, los pasquines o las redes sociales. Las noticias falsas, una de las ramas de la propaganda, son diferentes: buscan enga?ar, crear otra realidad. La preocupaci¨®n por la forma en la que estos enga?os cuajan y por los mecanismos a trav¨¦s de los que se crean y se multiplican no es nueva: Reflexiones de un historiador sobre las falsas noticias de la guerra (R¨¦flexions d'un historien sur les fausses nouvelles de la guerre, Allia, 2012) es el t¨ªtulo de un peque?o e influyente ensayo que public¨® originalmente Marc Bloch... en 1921.
Este historiador, asesinado por los nazis en 1944, fue uno de los m¨¢s influyentes del siglo XX. Impuls¨® la Escuela de los Anales, que cambi¨® el foco de la investigaci¨®n del pasado hacia la vida cotidiana, y regres¨® de las trincheras de la Primera Guerra Mundial alucinado por la importancia que las noticias falsas hab¨ªan tenido. Eso le llev¨® a reflexionar sobre su origen y difusi¨®n en un texto que podr¨ªa haber sido escrito en la era del Brexit, Vlad¨ªmir Putin y Donald Trump, en estos tiempos de las redes sociales y los mensajes virales. "Las noticias falsas han levantado a las masas. Las noticias falsas, en todas sus formas, han llenado la vida de la humanidad. ?C¨®mo nacen? ?De qu¨¦ elementos extraen su sustancia? ?C¨®mo se propagan y crecen?", escribe, para se?alar un poco m¨¢s adelante: "Un error solo se propaga y se amplifica, solo cobra vida con una condici¨®n: encontrar en la sociedad en la que se expande un caldo de cultivo favorable. En ¨¦l, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones". En otras palabras, las noticias falsas necesitan gente que quiera creerlas.
Cambiar la historia
El siglo XX y lo que llevamos del XXI ha sido la era de las mentiras masivas. Tres de los grandes conflictos en los que se meti¨® Estados Unidos en ese periodo empezaron con invenciones: la guerra de Cuba (1898), con la manipulaci¨®n de los peri¨®dicos; la guerra de Vietnam (1955-1975), con el incidente del golfo de Tonkin, y la invasi¨®n de Irak en 2003, con las inexistentes armas de destrucci¨®n masiva de Sadam Husein. "La guerra contra Espa?a fue obra de Hearst y de Pulitzer", escribi¨® el reportero Manuel Leguineche en su ensayo sobre el nacimiento del periodismo sensacionalista, Yo pondr¨¦ la guerra (El Pa¨ªs Aguilar). "Fue su gran oportunidad de cambiar la historia, de crear una psicosis de guerra, de fabricarla, por medio de sensacionalismo, tirada, circu?laci¨®n millonaria, venta masiva, patada en el est¨®mago del lector".
A la vez que surgieron los diarios de circulaci¨®n masiva, naci¨® un cierto escepticismo hacia ellos. Era como si algunos se empe?asen en demostrar que la verdad estaba en otro lado. Esa desconfianza se prolonga hasta nuestros d¨ªas con aquellos que creen err¨®neamente que la prensa cuenta mentiras y las redes sociales verdades. Con el tel¨¦grafo lleg¨® la posibilidad de enviar r¨¢pidamente historias a larga distancia, con la linotipia se pudieron imprimir masivamente y con los nuevos medios de transporte se distribuyeron en numerosos lugares. Pero en ese mismo momento, a finales del siglo XIX, surgi¨® la desconfianza hacia lo que contaban, la misma que nutre ahora a los que buscan esa otra verdad en Facebook, que para algunos es la ¨²nica ventana al mundo. Es muy significativa en ese sentido una escena de Estudio en escarlata, la primera novela de Sherlock Holmes, publicada en 1887, en la que el detective y Watson repasan los diferentes diarios ¡ªThe Daily Telegraph, Daily News, Standard¡ª y todos cuentan una versi¨®n falsa del crimen que est¨¢n investigando, impulsada por motivos pol¨ªticos: unos culpan a los europeos, otros a los extranjeros o los liberales. Ninguno maneja una pista fiable.
Una de las grandes tragedias del siglo XX, las matanzas masivas promovidas por los grandes totalitarismos, logr¨® esconderse detr¨¢s de noticias falsas. Las dictaduras nazi y sovi¨¦tica no solo fabricaron falsedades tremendas, sino que fueron capaces de construir otra realidad en la que lo verdadero y lo falso eran elementos accesorios. Como se?al¨® el escritor franc¨¦s Emmanuel Carr¨¨re, "en la URSS no se aboli¨® la propiedad privada, se aboli¨® la realidad". Ahora puede resultar casi incre¨ªble que mientras Stalin asesinaba y deportaba a millones de personas, la bondad del socialismo se manten¨ªa como un dogma en grandes sectores de Occidente. Demasiada gente pens¨®, de buena o mala fe, que la realidad era, en ese caso, una noticia falseada. El historiador Tony Judt lo explicaba as¨ª en Pensar el siglo XX (Taurus): "Los que entendieron correctamente el siglo tuvieron que ser capaces de imaginar un mundo para el que no exist¨ªan precedentes. Tuvieron que suponer que esa situaci¨®n ins¨®lita y a todas luces absurda estaba sucediendo en realidad, en lugar de dar por hecho, como todos los dem¨¢s, que era grotescamente inimaginable".
Mensajeros del desastre
La historiadora francesa Annette Becker ha estudiado la influencia que la propaganda de la Primera Guerra Mundial tuvo en la Segunda. Las noticias falsas difundidas contra los alemanes entre 1914 y 1918, cuando se les acusaba de todo tipo de bestialidades con fines propagand¨ªsticos, tuvieron un efecto negativo en la percepci¨®n de las atrocidades que s¨ª fueron cometidas entre 1939 y 1945, sobre todo en relaci¨®n al Holocausto. Un ejemplo de ello fueron las dificultades que tuvieron para ser cre¨ªdos los primeros agentes polacos que trajeron la noticia del exterminio de los jud¨ªos por parte de los nazis. En su libro Mensajeros del desastre (Messagers du d¨¦sastre, Fayard), que acaba de salir en Francia, Becker relata la historia de Jan Karski, un h¨¦roe polaco que se jug¨® la vida para llevar la noticia del Holocausto a Londres. No le creyeron cuando inform¨® a los aliados de lo que ocurr¨ªa. Un alto oficial brit¨¢nico le explic¨®: "Se?or, durante la Primera Guerra Mundial difundimos la propaganda de que soldados alemanes aplastaban a ni?os belgas contra los muros. Creo que hicimos bien. Nos ayud¨® a debilitar la moral del enemigo, a aumentar el odio contra los alemanes. Necesitamos informes como el suyo". Karski agreg¨®: "Se notaba claramente que no me cre¨ªa". De nuevo, una noticia verdadera era percibida como falsa.
Pero las reglas que intuy¨® Marc Bloch hace un siglo, que las noticias falsas necesitan una sociedad dispuesta a creerlas, comenzaron a aplicarse mucho antes de la era de la comunicaci¨®n de masas, desde los creadores del pensamiento hist¨®rico, primero Her¨®doto y luego Tuc¨ªdides. "La democracia ateniense tiene una especie de momento fundacional, de hito crucial, que en realidad fue una genial construcci¨®n narrativa", explica el helenista ?scar Mart¨ªnez, profesor de griego, presidente de la delegaci¨®n de Madrid de la Sociedad Espa?ola de Estudios Cl¨¢sicos y autor de H¨¦roes que miran a los ojos de los dioses (Edaf).
"Se trata del ensalzamiento de los tiranicidas Harmodio y Aristogit¨®n, quienes pasan por ser los fundadores heroicos de la democracia ya que asesinaron al tirano de Atenas. Pero cuando Her¨®doto y Tuc¨ªdides narran este episodio se ve claramente que hay cosas que no casan: no mataron al tirano, sino a su hermano, y la tiran¨ªa dur¨® cuatro a?os. Y ponen de manifiesto que las causas del magnicidio fueron m¨¢s bien un asunto personal, incluso amoroso", prosigue Mart¨ªnez. Con la voluntad de investigar ¡ªla palabra que emplea Her¨®doto es historie¡ª naci¨® la lucha contra las noticias falsas.
En la antigua Roma, los gobernantes eran muy conscientes de la importancia que ten¨ªa la informaci¨®n y de que era esencial adaptarla a sus necesidades pol¨ªticas, independientemente de la realidad. "En Roma las noticias se transmit¨ªan fundamentalmente a trav¨¦s de las im¨¢genes", explica el investigador N¨¦stor F. Marqu¨¦s, que public¨® recientemente Un a?o en la antigua Roma: La vida cotidiana de los romanos a trav¨¦s de su calendario (Espasa). "No todo el mundo sab¨ªa leer o escribir, por lo que la informaci¨®n visual era muy importante. La forma m¨¢s r¨¢pida de difundir la llegada de un nuevo emperador era acu?ar monedas con su cara", prosigue. Y ah¨ª encuentra Marqu¨¦s un ejemplo de manual de noticia falsa: "El emperador Septimio Severo, nacido en Leptis Magna y que nada ten¨ªa que ver con su antecesor, el malogrado C¨®modo, para legitimar su poder decidi¨® extender la idea de que ¨¦l mismo era el hermano perdido de C¨®modo, hijo ileg¨ªtimo de Marco Aurelio y, por ello, la persona m¨¢s id¨®nea para ocupar el cargo. En las primeras monedas que acu?¨® hizo que le retrataran con unos rasgos muy parecidos a los de Marco Aurelio".
Noticias y juglares
Tambi¨¦n en la Edad Media las noticias se propagaban con sorprendente eficacia a pesar de que las condiciones materiales no acompa?aban al movimiento informativo. Claude Gauvard, profesora em¨¦rita en La Sorbona, ha investigado las formas de transmisi¨®n de informaci¨®n en ese periodo: "Un caballo pod¨ªa recorrer 30 kil¨®metros al d¨ªa, pero el tiempo que tardaba en transmitirse una informaci¨®n pod¨ªa acelerarse dependiendo del inter¨¦s de la noticia", explica en un correo electr¨®nico. Las ¨®rdenes mendicantes ten¨ªan un papel importante en la diseminaci¨®n de informaci¨®n, al igual que los juglares, los peregrinos o los vagabundos, porque todos ellos recorr¨ªan grandes distancias. Las ciudades tambi¨¦n ten¨ªan correos organizados y sellos para lacrar mensajes y tratar de certificar la veracidad de las misivas. Gracias a todo esto, la circulaci¨®n de bulos era intensa y pol¨ªticamente relevante. Gauvard pone como ejemplo de noticia falsa cl¨¢sica medieval la historia del rey, conde o se?or que desaparece en la batalla y que reaparece, anciano y transformado.
Un motivo para la construcci¨®n de noticias falsas en aquel periodo era tratar de explicar as¨ª la justificaci¨®n de actos que, de otra forma, ser¨ªan intolerables, como el magnicidio. "El duque de Borgo?a, tras encargar en 1407 el asesinato del duque de Orleans, llev¨® a cabo una campa?a epistolar: se dirigi¨® a las ciudades del reino, a los pr¨ªncipes, a la Iglesia, hasta al Papa. En ellas argumentaba que el duque de Orleans era un tirano, que intent¨® asesinar a la familia real", explica Gauvard, y cuenta que hubo muchos otros casos de campa?as certeras de desinformaci¨®n, que llegaron incluso a afectar a Juana de Arco. Pero la historiadora cree que el ejemplo m¨¢s claro para demostrar la importancia que tuvieron las mentiras son las cazas de las brujas y las calumnias contra los jud¨ªos, aut¨¦nticas campa?as de desinformaci¨®n con resultados catastr¨®ficos. "Pudieron ser movimientos populares, pero fueron manipulados por las autoridades", asegura.
En un libro de reciente aparici¨®n, Crimen e ilusi¨®n. El arte de la verdad en el Siglo de Oro (Marcial Pons), Felipe Pereda, profesor de arte espa?ol en la Universidad de Harvard, ha estudiado a fondo otro escandaloso y apasionante caso en el que la construcci¨®n de una noticia falsa tuvo implicaciones pol¨ªticas. Ocurri¨® en el Madrid del siglo XVII, y es un ejemplo claro de persecuci¨®n antisemita. "En 1632 se produjo un auto de fe en el que fueron quemados cuatro marranos (jud¨ªos conversos) portugueses y otros fueron enviados a galeras. Todos ellos eran acusados de haber profanado dos a?os antes un crucifijo. Las autoridades sosten¨ªan que el objeto se habr¨ªa resistido a ser quemado y que incluso habr¨ªa hablado a esas personas. Aquel fue uno de los grandes esc¨¢ndalos del primer Gobierno del conde-duque de Olivares, a quien se acusaba de favorecer a los banqueros marranos por encima de los genoveses", explica Pereda.
La persecuci¨®n en la calle de las Infantas, donde viv¨ªan aquellos jud¨ªos, tuvo motivaciones pol¨ªticas. Como explica el investigador del antisemitismo en Espa?a Uriel Mac¨ªas, el eco de aquel caso fue tal que Calder¨®n de la Barca escribi¨® una obra, El nuevo palacio del Retiro, y Quevedo redact¨® un furibundo panfleto antisemita, Execraci¨®n contra los jud¨ªos. En 1650, Quevedo tambi¨¦n public¨® La isla de los Monopantos, una obra en la que por primera vez se habla del complot jud¨ªo universal para dominar el mundo, teor¨ªa que ser¨ªa explotada a fondo por Los protocolos de los sabios de Si¨®n, una de las grandes falsificaciones de la historia, que encontr¨® amplia difusi¨®n a principales del siglo XX. Hist¨®ricamente el antisemitismo ha sido un terreno f¨¦rtil para plantar mentiras.
La Inquisici¨®n se aprovechaba y, al mismo tiempo, lo azuzaba. "En la inmensa mayor¨ªa de las leyendas antisemitas es f¨¢cilmente trazable c¨®mo se forjan las mentiras", explica Mac¨ªas, y relata que, tras el auto de fe de 1632, se convocaron concursos literarios sobre el tema y la Inquisici¨®n distribuy¨® panfletos anticristianos, presuntamente escritos por jud¨ªos, que hab¨ªan sido falsificados de arriba abajo para agitar y convencer al pueblo. Aquel proceso contra los marranos no solo se bas¨® en pruebas inventadas, sino que fue una chapuza jur¨ªdica: el ¨²nico testigo era un ni?o menor de 10 a?os, con graves problemas cognitivos, algo en teor¨ªa inaceptable por la Inquisici¨®n, que se salt¨® sus propias normas.
Las casas de los jud¨ªos fueron destruidas y all¨ª se erigi¨® el convento de Capuchinos de la Paciencia de Cristo, con una capilla situada exactamente en el mismo espacio donde se produjo el imaginario sacrilegio. Se instalaron all¨ª cuatro pinturas enormes realizadas por Francisco Rizi, Francisco Camilo, Andr¨¦s de Vargas y Francisco Hern¨¢ndez. "Los cuadros reconstruyen con documentad¨ªsimo cuidado la escena del crimen, describen los detalles de los sucesos, identifican a cada uno de sus protagonistas y, lo que es m¨¢s importante, convierten a los espectadores en testigos de los hechos", escribe Pereda en su ensayo. El punto de vista es el del ¨²nico testigo de la profanaci¨®n. Tres de los cuadros se encuentran en dep¨®sito en el Museo del Prado, ya que la capilla se destruy¨® en el XIX. No hicieron falta entonces redes sociales para construir desde cero la mentira perfecta, para crear una realidad incontestable aunque falsa.
Otro ejemplo de la eficacia de la Inquisici¨®n en la diseminaci¨®n de historias falsas es el caso del Santo Ni?o de La Guardia ocurrido en Toledo. Varios jud¨ªos y conversos fueron acusados de asesinar a un ni?o que nunca existi¨® (y a pesar de ello, sigue siendo venerado en la actualidad). Pol¨ªticamente este suceso inventado en 1490 tuvo un impacto formidable: fue uno de los pretextos para la expulsi¨®n en 1492. "Nunca se ech¨® en falta ning¨²n ni?o, ni se encontr¨® ning¨²n cuerpo", explica la historiadora Mercedes Garc¨ªa-Arenal, del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). "Pero se mont¨® un proceso con confesiones bajo tortura y varios jud¨ªos y judeosconversos fueron quemados. Este hecho sirvi¨® para acallar las voces alzadas en contra de la Inquisici¨®n y para decretar la expulsi¨®n de los jud¨ªos",
El r¨¦dito pol¨ªtico de las noticias falsas es grande, y lo fue mucho antes de Internet, pero siempre ha necesitado de un buen caldo de cultivo. Las mentiras que se cuelan y convencen a las masas no llegaron con las redes.
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